La nueva película del actor y director Ben Stiller se estrena en una época del año en la que muchos hacen propósito de enmienda. Algunos afirman ser capaces de dejar de fumar, otros de ser mejor persona y otros de hacer todo aquello que durante el año ni se plantean. Algunos solo vuelven a casa, como en aquel famoso anuncio del turrón.
Walter Mitty (Stiller) es un hombre honrado y trabajador que está a cargo del revelado fotográfico en la sede de la revista LIFE. Está loco por una compañera de trabajo (Kristen Wiig) pero esta parece no prestarle demasiada atención, así que sustituye ese anhelo con su facilidad para quedarse en la inopia e imaginar situaciones inverosímiles. La revista debe sacar un último número antes de pasar a una única tirada online y la portada de la misma es la fotografía de un conocido freelance (Sean Penn) cuya fama le ha convertido en una especie de leyenda. El negativo de la foto no llega a la oficina, así que Walter tendrá que decidir si sale en su búsqueda.
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Ben Stiller es un tipo interesante. Rey de la comedia norteamericana durante mucho tiempo, decidió convertirse en director allá por 1994 y su elección no pudo ser más acertada. «Reality Bites«, «Zoolander«, y ahora «La Vida Secreta de Walter Mitty«, entre otras, lo convierten en un artista que domina perfectamente las facetas de actor y director. A su manera, ha sabido compaginar ese humor que le caracteriza frente a la cámara y algún que otro producto de menor calidad, con sus realizaciones tras el objetivo que, inequívocamente, tienen parte de sus señas de identidad, mostrando la capacidad y la inteligencia de un personaje que, de alguna manera, posee cierto magnetismo.
Por lo que, por un lado, tenemos la habilidad de Ben Stiller en la dirección y, por otro, su enorme expresividad y su capacidad para empatizar con el público. Tenemos una historia de valentía, superación y utopías realizables. Todo un reto para Stiller el dar forma a un guión que llevaba 20 años circulando por ahí sin que nadie acabase de tirarse al ruedo y hacerlo realidad. Así que, la conclusión no puede ser más positiva. Stiller ha construido un relato emocionante, simpático y optimista, que acaba por conmover sin la necesidad de forzar los elementos dramáticos del filme, defecto tan común en algunas producciones hollywoodienses.
«La Vida Secreta de Walter Mitty» no es la nueva «Forrest Gump«, dicho sea de paso. Algunos medios han usado esta estúpida comparación (permitidme ser implacable) para referirse al filme que nos ocupa, pero no tienen nada que ver. La película de Robert Zemeckis era la aventura épica de un hombre con capacidad limitada a lo largo de varias décadas y contextos históricos. La cinta de Ben Stiller es mucho más sencilla, más personal y menos grandilocuente (a pesar de algunas escenas de mayor aparatosidad), y habla de otras cosas muy diferentes.
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A pesar de su originalidad, el filme llega al espectador usando recursos conocidos. Técnicas que destacan por ser tan básicas como efectivas sin están bien utilizadas y en «La Vida Secreta de Walter Mitty» destacan por aplicarse en su justa medida y con reconocido buen gusto: unos buenos actores, destacando una vez más la labor de Stiller, vehemente e implicado. La acertada fotografía de Stuart Dryburgh, que nos regala 3 o 4 postales para enmarcar. Una banda sonora absolutamente genial cuyo tema central «Dirty Paws«, que acompaña una de las escenas más emocionantes de la película, es imposible dejar de escuchar, y un curioso uso de estereotipos que, si bien en algunos filmes resultan vulgares y empalagosos, aquí complementan el relato y dan fuerza a la parte más creativa del largometraje.
«La Vida Secreta de Walter Mitty» se convierte en una de las sorpresas del año y, aunque no cosechará una pila de premios (quizá ninguno), consigue con su talentoso planteamiento infundir una sensación de optimismo e ilusión que logran pocos títulos a lo largo del año. Una propuesta que se adapta perfectamente al halo de cambio personal que generan las fiestas navideñas y que, desgraciadamente, no duran más alla. Así que, revelémonos ante esa desidia porque… ¡Walter somos todos!
Lo Mejor: Ben Stiller, su mensaje y una atractiva puesta en escena.
Lo Peor: La poca profundidad del personaje que interpreta Kristen Wiig.
Por Javier Gómez
