Ang Lee («Brokeback Mountain«, «Tigre y Dragón«) es un director al que en más de una ocasión se le ha achacado cierta ñoñería, se le ha atacado por edulcorar en exceso algunas de sus películas y ha sido blanco de esa parte de la crítica que, por ejemplo, también reniega de esa faceta de directores como Steven Spielberg. Pues vaya, yo creo que ambos son dos grandes exponentes de esos creadores que, emulando a aquel personaje de finales de los ochenta, poseen un don para contar historias: Los Cuentacuentos (Jim Henson creó «The Storyteller» en 1987, qué recuerdos)
«La Vida de Pi» es un relato magnífico y lo entenderemos mejor si somos capaces de imaginarnos a nuestra madre o padre, a nuestro abuelo o abuela o a aquel Peter Falk que junto a la cama contaba a su nieto (Fred Savage) las venturas y desventuras de la princesa Buttercup en «La Princesa Prometida«. Esa es la clave para disfrutar de la nueva película de Ang Lee, dejar que el niño que llevamos dentro también la vea.
Por fin hemos podido disfrutar de ella, por fin alguien fue capaz de tomar las riendas, por fin se hizo realidad. Tras varios años como proyecto maldito e imposible, «La Vida de Pi» ha podido llevarse al cine y he de decir que es exactamente lo que esperaba.
Piscine Molitor Patel es el protagonista absoluto de esta historia y lo conoceremos desde el principio, como adulto, momento en el cual comenzará a contar sus vivencias a un escritor interesado en ellas para escribir una novela. Este, atónito, escuchará durante horas el relato de Pi (curiosa la parte en que explica el origen del sobrenombre) que hará que el joven escritor quede asombrado y totalmente decidido a llevar su trabajo a cabo.
Desde el comienzo, Ang Lee, parece querer avisarnos del espectáculo visual que va a ofrecernos porque los títulos de crédito son un logro tridimensional que absorbe al espectador. Qué paradoja resulta tratándose el 3D de un efecto que parece provocar lo contrario pero que en «La Vida de Pi» se convierte en un introductor de gran fuerza. Amigos, soy un detractor del 3D en películas no concebidas para ello, pero debo y tengo la obligación de reconocer que aquí es un acierto total porque tiene todo el sentido del mundo. Ojo, no digo que esta película no pueda disfrutarse en las dos dimensiones de siempre, pero el 3D otorga una profundidad tal que, algunas secuencias, nos dejarán absolutamente perplejos. Si hay algo de lo que puede presumir sin modestia «La Vida de Pi» es de su fotografía y diseño de producción, ambos impresionantes.
Sin embargo, un espectáculo así no podía quedarse en eso, porque la recordaríamos simplona y sin sustancia (como pudo haberle pasado en su día a «Avatar«, una historia visualmente épica que nadie recordará por su guión o moraleja) así que asistimos a un ensalzamiento (tan imprescindible en estos tiempos) de la necesidad de creer, en lo que sea (el protagonista muestra desde pequeño inquietudes por conocer las múltiples religiones, aspecto que dota la película de momentos de familiar y entrañable humor) tratando de conservar la fe en uno mismo y en «alguien» que, casualmente o no, pueda estar velando por cada uno de nosotros. «Alguien» que nos quite y nos de, «alguien» que nos exija un esfuerzo supremo a cambio de todo lo que nos ha dado.
Pi conocerá esa exigencia y puede que en algún momento de su vida pudiera llegar a comprobar el porqué de todo aquello que se preguntaba en su infancia. Desde la racionabilidad aconsejada por sus padres, hasta el misticismo de las teorías de un joven sacerdote católico, porque al final, todas las respuestas están en uno mismo.
«La Vida de Pi» es un derroche técnico, visual y humano y gracias a ese trabajo podremos disfrutar de todos y cada uno de sus aciertos. De cada plano, de sus secuencias, de lo elegante de un guión cuidado, de la música compuesta por Mychael Danna, del buen hacer del joven Suraj Sharma… en definitiva, de un conjunto solo al alcance de un maestro en contar historias, de un Cuentacuentos.
Por Javier Gómez