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Críticas

La Señorita Julia (Miss Julie): Claustrofobia teatral.

Si algo hay que reconocerle a la directora de esta película, Liv Ullmann, que también fue actriz y madre de una hija con el afamado director sueco Ingmar Bergman, es el atrevimiento que supone llevar a la gran pantalla un texto teatral de esta fuerza dramática, con el sólo concurso de sus tres actores, Jessica Chastain como la señorita Julia, una bella joven hija de un rico terrateniente, Colin Farrell, que interpreta a su criado y con quien tiene una relación amorosa en secreto, y una (casi) desconocida Samantha Morton, otra criada de la señorita Julia y prometida del anterior. La historia de la lucha de clases, el uso del poder y las relaciones prohibidas envuelven a todos ellos, encerrados en una gran mansión señorial durante la noche de San Juan de 1874.

La propuesta sobre el texto del dramaturgo sueco August Strindberg se construye sobre una sucesión de diálogos eternos y existenciales, utilizando para ello la cocina de la residencia y un par de estancias más en toda la película, en los cuales los personajes parecen ahogarse una y otra vez a lo largo de sus más de dos horas de metraje. Unas líneas de guión que serían más apropiadas para el diván del psicoanálisis que para la butaca del cine. Demasiada intensidad, demasiada locura, los personajes pasan de un estado vital al contrario en el siguiente plano sin apenas solución de continuidad. No llegas a entender nunca qué les mueve, si sus palabras son más propias de la opresión en la que viven, cada uno desde su estrato social, o es en cambio producto de una demencia llevada al extremo. A todo esto no ayuda nada una propuesta que peca de estatismo, acrecentando aún más la sensación de aislamiento dentro de la casa.

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Con estas mimbres, es muy difícil conseguir una película que enganche medianamente al espectador, que tendrá muchas veces la sensación de que la historia no avanza, de que da vueltas sobre sí misma y de que dura dos horas como podían ser tres o 90 minutos. El desapego hacia los personajes se hace muy evidente desde el principio, incluso cuando intuyes el posible desenlace. Seguramente tú querrías otra salida, pero la película parece condenada a su inevitable destino.

Esto no quita para que, a pesar de lo dicho, los tres actores hagan un esfuerzo encomiable en la defensa de sus personajes, destacando, por encima de todos ellos, a una maravillosa Jessica Chastain, que es, de largo, lo mejor de la película. Ella solita consigue despertar tu atención con esos ojos cristalinos que nunca sabes bien de qué color son, porque los apaga en infinita tristeza con la misma facilidad que los torna encendidos en la ira más absoluta. La intérprete de Zero Dark Thirty vuelve a sorprender, demostrando, una vez más, que puede estar muy por encima de la propia película, cualidad que queda reservada a las grandes estrellas y ella lo es. Creo que lo tiene todo para ser una de las mejores actrices de su generación.

En definitiva, película muy densa, demasiado, que lanza algún interrogante interesante acerca de las siempre complicadas relaciones entre clases sociales, la deriva peligrosa que puede tomar el amor y la pasión desmedida y el cómo liberarnos de la culpa de la forma correcta, pero que, como película, carece de interés narrativo y de fuerza visual.

Lo mejor: Jessica Chastain, que deja, en la delirante secuencia de la jaula del canario, un recital interpretativo de primer nivel.
Lo peor: Película sólo apta para amantes del teatro más psicológico y aficionados a las historias imposibles. Abstenerse depresivos en busca de ilusiones para vivir.

 

Por David Peñaranda
@yodigital01

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