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LA SEMANA DE LOS GOYA: Rima con…


Y es que en un país en el que casi 50 millones de personas son capaces de ponerse de acuerdo para gritarle improperios anales a Ramonchu festejando el 2005, ¿cómo es posible ponerle a los premios nacionales de cine un nombre que rima con “estantería”? (vamos a sustituir por la palabra que todos esperábamos, por este “estantería”, mucho más llevadero en un artículo en el que jamás me dejarían escribir palabras soeces y malsonantes, como POLLA. Nunca).

La primera gala de los Goya se celebró en 1987, y desde entonces siempre se han entregado en Madrid, salvo en una ocasión que se trasladadaron a Barcelona. La primera estatuilla del sordo pintor de Lucientes, diseñada por Miguel Ortiz Berrocal (nada que ver con Yola) era una especie de desmontable al más puro estilo Mister Potato, con su cara de Goya, su mapa de Essssssspaña, y sus bobinas de celuloide a modo de moño, y olé. No es que fuese hortera, pero digamos que era muy acorde a los recargados años 80 en los que se diseñó.
Evidentemente no vamos a redundar en la obviedad de que los Goya nacen a imagen y semejanza de los Oscar, porque además de que es mentira, está muy feo repetirse si no eres Imanol Arias. Y es que en ningún caso se puede decir que se tomase el ejemplo yanqui más que para las pajaritas de ellos, y los cardados de ellas. El glamour y lo políticamente correcto dejan sitio a las protestas políticas y sociales (sin importar de la índole que sean), y a los modelitos tipo Pilar del Castillo. Y es que no me van a comparar ustedes la clase de Brando rechazando su Oscar a través de una nativa americana, con ese Luis Tosar gritando “Nunca mais”, que parece que llega de vendimiar.
Hay una especie de gala tipo. A saber: en toda buena gala de los Goya no puede faltar el discurso del presidente/a de la academia, ese personaje oscuro, que suele pedir más subvenciones, y se queja de que el espectador español va más al cine a ver a Brad Pitt que a Raúl Arévalo. Referencias a Francia, sopor, y alguna que otra reivindicación política. Luego está el tema de los presentadores. No hay una cifra determinada, pero supera con creces la decena: Buenafuente, Corbacho, El Gran Wyoming, laSardá (mi favorita), la seca de Antonia San Juan, el señorío de Fernando Rey, el coñazo de Coronado y la Verdú, los polémicos y faltos de ingenio Willy Toledo y Alberto SanJuan, Montserrat Caballé, que llenaba el escenario. Incluso Martes y 13:
Ya van 27 Ediciones (con esta 28), y ha habido anécdotas de todos los colores: esa Lola Flores haciendo chistes con Hacienda, el pelucón de Tony Leblanc, la aparición de Almodóvar después de su pelea descarnada con la Academia, la renuncia de Garci ante la supuesta compra de votos, la pájara de Alfredo Landa, el cumpleaños feliz al Príncipe, cada aparición de Pilar Miró, el Nesquik del Langui, los pitos a Julio Médem por su documental  «La pelota vasca»…. Son muchos los momentos que ha dado esta, aún joven, entrega de premios. Puede que nos falte la espectacularidad de los americanos, pero tenemos algo que a ellos les falta: Antonio Resines.
A lo largo de los próximos días vamos a conocer las grandes triunfadoras, las ignoradas, y, claro, veremos cuáles son las favoritas de este año, que hemos tenido una cosecha bastante bastante buena. Vayan haciendo sus apuestas, llegan los Goya.
Por J.M.C.

 

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