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Javier G. Godoy

La Noche más Oscura: Bigelow golpea duro

Aun hay gente que duda si la vida del hombre más buscado del planeta acabó así, gente que piensa que, en realidad, nos vendieron la moto y Osama Bin Laden ya había muerto o sigue por ahí danzando sin que nadie pueda encontrarle, yo veo esas posibilidades poco probables y sí que pienso que estaba en aquel caserón enorme esperando, involuntariamente, a que llegasen los americanos y diesen carpetazo a diez años de pesquisas, preguntas sin respuesta y teorías de todos los colores sobre su paradero.

Sea como fuere, y si las fuentes son de «primera mano» como deja claro la directora Kathryn Bigelow al comienzo del filme, el relato está plasmado magistralmente y, como ya hizo con «En Tierra Hostil«, vuelve a dar un golpe en la mesa mostrando un pulso tan firme que es inevitable pasarse los ciento cincuenta y siete minutos pegado a la butaca.

«La Noche más Oscura» venía sin pan bajo el brazo, la prontitud con la que pensaban adaptarse al cine los acontecimientos creó dudas razonables y no tardaron en alzarse voces denunciando que la fiabilidad de la película sería escasa y que acabarían por realizar un trabajo incompleto y de dudosa calidad. Pues, para sorpresa de crítica y público, el filme ha resultado ser un minucioso y épico relato que inspira total confianza en lo que nos cuentan y la manera en que se cuenta. A Kathryn Bigelow no le ha temblado el pulso a la hora de dirigir y dar forma a un proyecto mastodóntico que muestra sin miramientos los métodos de la CIA para llegar al líder de Al Qaeda tras los atentados del 11 de Septiembre, desde las famosas torturas hasta la ejecución de Bin Laden.

Sin embargo, la mayor virtud de la película no está en la recreación de los hechos puntuales, que también (el asalto a la casa en la parte final es demoledor), sino en la capacidad de convertirse en un filme imparcial que en ningún momento intenta manipular al espectador. Aquí no hay buenos o malos, simplemente hay gente que, por obligación o idealismo, ha de cumplir una misión. Es absolutamente loable el hecho de que nadie nos quiera hacer partícipes de nada y no se nos obligue a besar la bandera de las barras y las estrellas, «pequeño» defecto patriótico de muchas de las películas norteamericanas que redundan en el hecho de recordarnos qué bandera es la primera en la escala evolutiva.

Un reparto de gran calidad (Jessica Chastain está enorme) y unos personajes absolutamente alejados de los estereotipos del género, ayudan a recrear la historia con cierto aire documental que la cámara en mano enfatiza en la mayoría del metraje. La música del talentoso Alexandre Desplat es tan sutil como implacable y, aunque parece invisible, está presente en los momentos cumbre. Qué decir del montaje a cargo de Dylan Tichenor y William Goldenberg, trepidante (y nominado al Oscar).

En definitiva, Mark Boal (guionista) y Bigelow muestran con rotundidad toda la información de la que han dispuesto y el resultado es un trabajo cinematográfico y periodístico de altísimo nivel que, tratándose de un tema tan delicado y del que tan poco se conocía, no muestra ni un solo punto débil. Funciona como documento histórico y funciona como thriller (con «Argo», el mejor del año). El fin de una obsesión para muchos que se convierte en la película más espectacular de la temporada y que ofrece a Bigelow un futuro tan interesante como esos testimonios «de primera mano» que hicieron posible esta nueva hazaña cinematográfica.

(El tráiler pinchando aquí)

Por Javier Gómez

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