La animación cinematográfica europea arriesga y gana. Desde el boom digital, encumbrado sobre todo en las dos últimas décadas, las producciones en el viejo continente presentan propuestas arriesgadas tanto en el tono como en el mensaje, alejados del mundo de luz y de color de Pixar, o de la acidez y el clasicismo de Dreamworks. Los premios más prestigiosos han destacado en los últimos años películas como las españolas Klaus (2019) o Chico y Rita (2010); la excelente Persépolis (2007) de presupuesto francés; Loving Vincent (2017), realizada en Polonia, y que es el primer film realizado exclusivamente con pinturas. Destacar también todas las películas estrenadas por el Cartoon Studio de Irlanda, que se ha convertido en uno de los referentes mundiales en cine de animación.
Desde Francia, pero en coproducción con España y Bélgica, el ilustrador Aurel nos presenta Josep (2020), una película de corte biográfico y político, sobre los dos años que el pintor catalán Josep Bartolí permaneció en los infames campos de concentración que los francos (fácil juego de palabras) construyeron para recluir a los exiliados españoles en el 39. Con un trazo alejado totalmente del mundo Pixar, y con un montaje próximo a la sucesión de viñetas, esta maravillosa película narra de forma cruda y directa el horror, la falta de humanidad, el frío, el hambre, y el choque de carácter de los estirados franceses y sus vecinos del sur, a los que consideran poco menos que animales apestosos, asesinos comunistas que merecen todo el mal que, según su parecer, ellos mismos se han creado.
El guion, firmado por Jean-Louis Milesi, evoca con sencillez, pero sin escrúpulos, la actitud que los franceses tuvieron hacia un pueblo devastado por la derrota, hambriento y desubicado. Cómo la humillación del 36 con la negativa de la III República a ayudar a sus hermanos de la II República, propició el ascenso militar de la Alemania nazi, que usó España como campo de pruebas para su nuevo armamento mientras Europa miraba hacia otro lado.
La sobriedad del dibujo permite el lucimiento de los actores de doblaje encabezados por (como siempre sobresaliente) Sergi López, y se apoya también en una banda sonora, que aunque recurre a los clásicos manidos de aquellas décadas, ayuda a la introducción del espectador en el tiempo y el espacio en el que transita la acción.
Aunque el tufillo del maniqueísmo sobrevuela todo el metraje, un episodio tan denigrante no acepta otro tono. Cabe destacar el emocionante final, de una altura dramática al alcance de muy pocas cintas animadas, así como la recuperación de la obra de un imprescindible como Baldoví.
Lo mejor: El guion, la recuperación para el gran público de una figura tan relevante del arte como Baldoví.
Lo peor: A los Pixar believers se les hará lenta.
