Al ver el póster promocional de esta cinta, o leer su sinopsis, o incluso ver su tráiler, los espectadores pueden creer saber exactamente lo que van a ver. Desgraciadamente, algunos pensarán que no les interesan más historias “de este tipo”, que no va con ellos, o desafortunadas divagaciones similares. Pero prejuzgar esta cinta sería tan estúpido como hacerlo con su protagonista o las personas que nacen con la enfermedad. Lo cierto es que la película sobre la vida de Jan, que el día de su estreno cumplirá 7 años, va mucho más allá del nacimiento de un niño con síndrome de Down. Bernardo Moll, padre y director, no sólo nos cuenta la historia de su hijo, sino que nos habla del amor, la familia, la amistad, los retos de la vida, la paternidad, la pareja, o la felicidad de las pequeñas cosas.
Para empezar, el film es un viaje que comenzamos con sus padres; Jan sigue en escondido en el vientre, y están a punto de descubrir que su deseado bebé puede que no sea del todo “normal”. Tras ello, conoceremos a un niño precioso y asistiremos a la confirmación de que tiene síndrome de Down. A partir de ahí, se introducirá a Bernardo y Mónica, los otros protagonistas. Estos se encuentran en una etapa de negación, tristeza y frustración, que finalmente desembocará en aceptación. Pero las etapas más duras no han llegado: ahora tocan los esfuerzos del día a día: fisioterapia, problemas respiratorios, motrices… Todo ser humano tiene que luchar en la vida, aunque Jan lucha desde que era un bebé. Cada vez que consigue gatear, o algo tan aparentemente sencillo como darse la vuelta, es una victoria inmensa que celebramos también los que estamos en la butaca.
Con su montaje inteligente y dinámico, la película provoca que nos enganchemos con facilidad a esta pequeña historia, que queramos ver más de Jan, que crece ante nuestros ojos. Vemos sus navidades, sus veranos, sus cumpleaños, en definitiva, su evolución. Es imposible no pensar en Boyhood (Richard Linklater, 2014); pero Bernardo Moll ha subido un escalón más al tratarse de una historia real, su historia real. De manera muy efectiva, el director no renuncia al uso de la música como elemento cinematográfico para enmarcar momentos o realizar cambios de secuencias, además de ser él mismo la voz en off que nos hará transitar entre lágrimas y risas. De igual manera, planteará una premisa al comenzar su viaje cuya resolución sólo sabremos cuando termine el recorrido en la pantalla del pequeño Jan.
Lo mejor: la naturalidad y frescura al contar una realidad conocida.
Lo peor: habrá quien piense que es una historia que no les aportará nada.
Por Sandra Sedano
@ReggieHolly
