“Finge hasta que lo consigas”. Esta es la premisa con la que parte el centro de reconversión homosexual donde un adolescente (Lucas Hedges) es obligado a ingresar para “curarse”. Fuera de contexto, podríamos llegar a pensar varias hipótesis antes de ver Identidad borrada (Boy Erased, 2018): Que estamos ante otra persecución de la Inquisición o en la América profunda hace siglos; que asistiremos a la demonización de padres homófobos y al martirio de un joven que niega su identidad. Y si vamos más allá… que vamos a ver una película de miedo, al estilo Déjame salir (Get Out, 2017) pero con la homofobia como telón de fondo, y algún que otro ritual salvaje (que los hay en alguna escena).
Nada más lejos de la realidad. Identidad borrada parte de un tema controvertido basado en hechos reales relatados por Garrard Conley, uno de los muchos/as jóvenes que sufrieron estas terapias. Esto hace que el filme, dirigido y escrito por Joel Edgerton, tenga grandes aciertos y algunos errores.
Comencemos por los aciertos: Lo que más impacta es el hecho de que aún 36 Estados de Estados Unidos sigan permitiendo las terapias de conversión en menores. El argumento tiene gran poder expresivo e incide en la necesidad de un activismo más intenso para erradicar injusticias como esta. Durante toda la película nos esforzamos en buscar culpables, hasta que comprendemos que solo hay un villano: la mente cerrada que impone su visión. El desarrollo de los personajes hace que no podamos odiarlos. Simplemente son producto de su entorno, bajo un velo de fanatismo religioso y el intento de conservar un ideal de vida irreal y caduco.
El padre de familia (un maravilloso, aunque algo ausente Russell Crowe) es un predicador tradicional de Arkansas, con miedo al escarnio público; la madre, una cristiana devota y sumisa esposa, vivo reflejo de Dolly Parton, encarnada con éxito por Nicole Kidman. Si esta familia tiene potencial para la sátira y la caricatura, Joel Edgerton intenta humanizar a cada personaje y expresar que, a pesar de todo, son padres que aman a su hijo y se preocupan por él.
La exploración de los sentimientos de cada miembro es un viaje introspectivo. Hedges atraviesa una evolución que nos es tristemente familiar: desde que se hace consciente de su orientación sexual e intenta negarla debido a las angustiosas imposiciones sociales, se avergüenza e incluso pide disculpas, hasta que comprende la necesidad de la libertad sexual. Crowe lo clava como fanático religioso, perdido por no poder comprender a su hijo. El papel de Kidman es aún más sorprendente, ya que se trata de una madre que despierta, reacciona. Acepta a su hijo, reconoce su culpa y se revela contra su entorno, donde su libertad de elección también está limitada.
No obstante, Identidad Borrada peca de lenta, gris y monótona, aunque no sin aparente justificación, ya que el mundo que quiere mostrar es el que rodea a Jared: un mundo que no avanza. Hay ciertas escenas demasiado largas y diálogos superficiales, que no parecen aportar significado y deshumanizan la trama, un drama que debe ser contado y que tiene un poder de concienciación excepcional, pero que en ocasiones pierde fuelle y hace que nos quedemos con ganas de ver más allá de la punta del iceberg.
Lo mejor: Las emocionantes escenas donde se confrontan padre e hijo
Lo peor: La monótona forma de contar la historia