Cuando uno, como cinéfilo, se encuentra que tiene que realizar la crítica de Heidi, lo primero que puede tener es cierta sensación de «¿Por qué demonios me ha tocado a mi?». Después, entra en la sala y se topa con una película alemana dirigida por el poco conocido por estos lares Alain Gsponer, con una fotografía preciosista bastante cuidada que ensalza los paisajes provocando sana envidia estos días de estío, y con el siempre respetable Bruno Ganz. Entonces piensa que, tal vez, la película no esté tan mal.
Heidi nos cuenta la historia de una huérfana (Anuk Steffen) que es enviada a los Alpes a ser cuidada por su abuelo (Bruno Ganz); allí conocerá a Pedro, un niño cabrero, con el que descubrirá la vida libre de la montaña y la responsabilidad que eso implica. Un día todo cambiará cuando aparezca su tía Dete y decida llevarse a la niña para ser educada por una adinerada familia.
Me rindo, lo reconozco, me ha gustado Heidi, por esa niña que es una maravilla -¿quién no quiere una niña así?- por Bruno Ganz, por Katharina Schüttler que interpreta a la señorita Rottenmeier y sobre todo por la lectura que deja la película en estos tiempos de gratuita opulencia: los niños no necesitan todo para ser felices. En estos momentos en que la violencia de género es una lacra social, es importantísimo educar a las niñas dándoles la confianza y la libertad para que elijan su destino, sea cual sea; necesitamos niñas libres que, como Heidi, puedan valerse por sí mismas, disfrutar de las cosas sencillas y poder elegir ser princesas o pastoras. Es un film que podría estar ambientado en nuestros días y sería igual de valido, puesto que, a su manera, incide en la trascendencia de la educación en la igualdad.
La película de Gsponer llegará a todos los nostálgicos empedernidos y también a los niños y las niñas de ahora. Eso sí, me produjo un pensamiento inquietante al no parar de venirme a la cabeza La Cinta blanca del gran Haneke; cuando esos niños tan adorables tuviesen mi edad, serían los responsables del Tercer Reich… En fin, cosas de la cinefilia y estas irritantes temperaturas.
Lo mejor: Heidi, es decir, Anuk Steffen.
Lo peor: el prejuicio fácil. Para niños y mayores es tan válida como cualquier film de animación.