Lampedusa es una isla italiana del Mediterráneo que ha llegado a ser fácilmente situada en el mapa por sus constantes apariciones en los medios de comunicación. Lo que cuentan los mass media sobre este punto de Europa a 70 millas de la costa africana es reducible a números y estadísticas: 400.000 migrantes en veinte años y más de 15.000 muertos. El problema de la traductibilidad numérica de las cuestiones “humano sociales” es que limita la visión de la realidad y la reduce a tragedia que abordar solo cuando las cifras son lo suficientemente alarmantes. Dado que la situación lleva siendo urgente mucho tiempo, lo justo es empezar por afrontar la tragedia, su cotidianidad y emergencia, a partir de su visibilización.
Con el objetivo de mostrar este panorama, llega a las pantallas Fuocoammare, documental avalado por el Oso de Oro obtenido en la última edición del Festival de Cine de Berlín (hecho determinante para la distribución de la cinta en un total de 64 países). Gianfranco Rosi firma esta película que sigue la línea formal de su anterior trabajo Sacro Gra (2013) para poder extraer una misma verdad: en un mismo plano existencial pueden cohabitar dos realidades distintas. Determinadas por la localización geográfica, Rosi confronta ambas realidades para hacer palpable la verdadera situación que se vive ante las migraciones que se suceden, esto es, la inconsciencia (¿voluntaria?) de una Europa cercada por fronteras de agua y sal.
El realizador adopta la posición de tácito observador que le permite construir una narración con elementos de la cotidianidad que se respira en Lampedusa, desde la vida de sus ciudadanos hasta la muerte de sus migrantes. Esta distancia formal, desde la que captura las imágenes, busca la implicación de un espectador al que conduce, continuamente, de la vida de los sicilianos a la de los náufragos rescatados. Este vaivén que alterna extrañeza y horror, encuentra su máximo punto de desconcierto en el tratamiento de las imágenes por parte del cineasta, quien, haciendo uso de todas las posibilidades expresivas que le ofrece el medio, muestra la situación con la misma dantesca belleza con que las percibe su cámara.
Quizá sea presuntuoso suponer que un documental es suficiente para visibilizar un conflicto, esclarecer sus términos o desvelar verdades diluidas entre tanta información mediática. Pero lo que sí se puede afirmar es que Fuocoammare es capaz de hacer visible una de las grandes atrocidades del siglo XXI sin construcción física: las fronteras divisorias de dos realidades que conviven, fronteras invisibles con la capacidad de incomunicar y confinar.
Lo mejor: la capacidad de Rosi para tomar distancia y desaparecer del relato sin dejar rastro.
Lo peor: que se requiera tiempo para que termine de asentarse la propuesta.