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San Sebastián 2018: Tramo final

Naomi Kawase aterrizó en la Sección oficial con uno de los trabajos más ambiguos vistos hasta el momento, una propuesta de corte reivindicativo que promueve el respeto por la naturaleza. A lo largo de la cinta se suceden los momentos en que el bosque (el escenario principal del relato) es invadido por un clamor de voces ininteligibles de forma muy tenue y sin estridencias. Priman los sonidos de la naturaleza (los árboles, la lluvia, el crujir del suelo), imponiéndose a todos esos ecos de quienes albergaron las tierras. Porque Vision (2018) no es la búsqueda de una planta, ni la expiación de un amor destruido, como tampoco lo es el encuentro amoroso entre sus protagonistas. Vision se adentra en el desequilibrio actual entre el ser humano y la tierra, buscando una felicidad que, a pesar de encontrarse en el interior de uno mismo, se nutre del entorno que oxigena.

Tras su paso por el Festival de Cannes, se proyecta dentro de la sección Perlas, Ash Is Purest White (2018) el último largometraje de Jia Zhang Ke. En su octava colaboración con el director, Tao Zhao da vida a la joven protagonista con una solvencia impecable: con cada elipsis temporal, y sin perder identidad, las circunstancias matizan el carácter, la actitud corporal e incluso sus posturas vitales, todo ello bien sostenido por la interpretación de Zhao. Todo en la cinta se construye a base de suaves movimientos: desde las transiciones de época a los movimientos de cámara.

Uno de los platos fuertes de estas jornadas era la presencia de Roma (2018) en la sección Perlas. El film de Alfonso Cuarón, que venía con el León de Oro de Venecia bajo el brazo, no ha decepcionado en sus diferentes proyecciones. El mexicano se pone íntimo y personal sin dejar de lado la excelencia técnica que ha consolidado los cimientos de su cine; Roma es épica y cruel; profunda y hermosa. Además, nos descubre a una de las actrices de la temporada: Yalitza Aparicio, eje central del relato y catalizador del contexto histórico en el que el realizador sitúa a un público al que no le queda más remedio que sumergirse en las vivencias de burgueses y obreros que conviven en los blancos y negros de la imponente fotografía de la película. Sin duda, un trabajo por el que Cuarón seguirá recibiendo reconocimientos más que justificados.

Por su parte, la cineasta Claire Denis ha sido la responsable de descolocar al festival con su propuesta High Life (2018), finalmente premiada por la crítica internacional del certamen con el Premio Fipresci. Protagonizada por Robert Pattinson y la omnipresente Juliette Binoche, tiene las señas de identidad de la cineasta: secuencias de sexo o violencia casi explícitas, exposición de los personajes a contextos extremos o ausencia total de subrayados o resoluciones argumentales definitorias. Todo en el cine de Denis se construye en base a personajes de texturas rugosas y miradas turbias, aunque, esta vez, la realizadora estiliza sus trazos para darle a la producción un ligero toque «Sci-Fi» que parece -pero sólo parece- un ligero cambio de rumbo en sus temáticas. Sin duda, la fuerza del film radica en sus espacios claustrofóbicos y las aristas de su áspero guion, que contiene los siempre interesantes discursos críticos que tan bien oculta y muestra aleatoriamente la directora francesa.

Secuela de La leyenda del tiempo (2006), Entre dos aguas (2018) es una obra honesta que se apoya en su imponente autenticidad para salir adelante. Con esta inmersión cinematográfica, Isaki Lacuesta logra que el espectador comparta incondicionalmente las encrucijadas de Isra y Cheíto, dos personajes para no olvidar y que dio a conocer hace 12 años. De esta manera, como un Boyhood crudo y marginal que salta para ahorrarse los trámites del tiempo, el director gerundense construye un relato mezcla de realidad y ficción que podría pecar de exceso de metraje pero cuyos valores humanos y sociales -también cinematográficos- priman y capitanean el triunfo de un cine marcado por su carácter de autor.

Es una lástima que una de las propuestas más interesantes de la Sección oficial se presente fuera de concurso. Creada por Enrique Urbizu para Movistar, este es, probablemente, el trabajo más sólido y personal de un director que parece haber estado entrenándose con cada uno de sus largometrajes hasta culminar en Gigantes. La historia de los Guerrero comienza con la muerte de una madre. Censuradas las lágrimas, Abraham Guerrero (José Coronado) es el encargado de criar a sus tres hijos, unos aspirantes a mafiosos que indefensos terminan en el oscuro y corrupto mundo que dirige su padre. La carnicería en el pub que el descontrolado personaje de Coronado llevó a cabo en No habrá paz para los malvados (2011) es el preludio perfecto de Gigantes, e incluso del propio Abraham. Las imágenes crudas y descarnadas se suceden en este reino de corrupción testosterónica, mafias folclóricas, enfrentamientos raciales y rencillas familiares. Un western con tintes noir y una buena dosis de conflicto paternofilial freudiano que convierten el último trabajo de Urbizu en uno de los grandes valores cinematográficos del festival.

Dentro de la Sección Nuevos directores, se presenta la cinta vietnamita The Third Wife (2018). Ambientada en el siglo XIX, la realizadora Ash Mayfair se inspira en hechos reales para contar la historia de May, una niña de 14 años que se convierte en la tercera esposa de un terrateniente. Lejos en el tiempo, el relato sirve para poner en tela de juicio la situación de muchas mujeres determinadas por el país en el que viven y que aun se rigen por anticuados códigos de conducta. La solidaridad femenina es uno de los valores más destacables de un relato iniciático y de descubrimiento con una fuerte carga sensorial (abundan los planos de las manos acariciando las piernas, el agua que baña los cuerpos) que, con su último plano, termina por increpar al espectador y su estática posición de observador pasivo.

También a concurso se ha presentado Illang: La brigada del lobo (In-rang, 2018), el nuevo trabajo de Kim Jee-woon (Encontré al diablo). Siempre grandilocuente, Jee-woon divierte a medias con un trabajo de alto presupuesto, ruidoso y violento. Una distopía muy «made in Korea» donde la batalla a tres entre dos cuerpos de seguridad diferentes y un grupo terrorista es el eje central de una narración efectista y no siempre eficaz. La película se une a ese cine de excesiva duración que tanta presencia está teniendo en el festival, aunque aquellos que más disfruten con la lluvia de balas y explosiones no habrán sufrido el lento pasar de los minutos. Lo que es indiscutible es la capacidad del director coreano para crear secuencias adrenalíticas y argumentos farragosos, aspectos que hacen inevitable la siempre apasionante división de opiniones.

A veces, a la hora de hacer cine, el riesgo marca la diferencia. El festival nos ha dejado estas últimas jornadas dos ejemplos situados en extremos dramáticamente opuestos: Por un lado, Blind Spot (Blindsone, 2018), película que agita y deja exhausto; ópera prima intensa, firme y peligrosamente audaz, contenedora de una interpretación demoledora, la de Pia Tjelta. Por otro, Ha nacido una estrella (A Star is Born, 2018), pastiche que supura mediocridad al que inunda lo previsible tras su media hora inicial; ni Lady Gaga actúa ni Bradley Cooper dirige. Y ahora imaginen, amigos lectores, cuál de las dos reventará la taquilla.

Clausurando la sección Horizontes LatinosNuestro tiempo (2018), el último largometraje del mexicano Carlos Reygadas, un film donde, nuevamente, se adentra en las complicaciones surgidas en el matrimonio. Reygadas y su esposa interpretan a la pareja protagonista complicando, en parte, para el espectador la distancia entre obra y creador, más aún si se tiene en cuenta las antipatías que el personaje de Juan suscita. Pero la maniobra no es casual ni aislada: en Post Tenebras Lux (2012) los niños que aparecen son los del propio Reygadas. Que el mexicano parte del realismo para contar sus historias se hace patente a través de la forma: conversaciones no guionizadas, actores no profesionales, así como el uso de los planos largos y los planos secuencia. El reconocible estilo visual de Reygadas se impone en una historia que termina siendo más convencional de lo que pretende inicialmente, quizá más simbólica esta vez y con menos impacto que la ya mencionada Post Tenebras LuxNuestro tiempo se toma el suyo para construir los pilares de una relación erosionada, una empresa temeraria en un ejercicio de egolatría que desluce el conjunto.

En la sección Perlas, el nuevo trabajo de Jaime Rosales: Petra. El director de la Hermosa juventud (2014) descoloca los episodios vividos por su protagonista, quien da nombre al film, una Bárbara Lennie capaz de mantener la tensión dramática en situaciones imposibles y disyuntivas existenciales de gran profundidad. A pesar de su falta de interés por crear sorpresas y golpes de efecto, Rosales se pierde en un interminable rizo argumental que imposibilita la verosimilitud o, lo que es peor, la empatía de un relato de frías relaciones y traumas paternofiliales.

Ha cerrado el certamen la película de Drew Goddard Malos tiempos para El Royale (Bad Times at the El Royale, 2018), que ha logrado entretener al respetable con una premisa en la que el misterio y las situaciones imprevisibles parecían ser los principales atractivos -además de las siempre gozosas tablas de las que hace gala Jeff Bridges-. Sin embargo, y a pesar de no fracasar del todo, el trabajo de Goddard huele demasiado a sucedáneo del cine de Tarantino, al que parece querer imitar descaradamente en algunos tramos. Personajes y realidades rocambolescas son la mezcla de este atípico -aunque no por ello demasiado original- thriller en el que nada es lo que parece (o sí).

Por Javier G. Godoy (@blogredrum) y Cristina Aparicio (@Crisstiapa)
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