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Festivales y Premios

Festival de Cine Europeo de Sevilla 2016: Acordes y desacuerdos

Nos hemos dejado caer por el Festival de Cine Europeo de Sevilla, una cita importante para el séptimo arte donde autores del viejo continente presentan algunas de las películas más importantes del circuito. Sin ser un festival de tipo A, el de la ciudad hispalense es un evento con cierta trascendencia y en él se hacen grandes descubrimientos cada año desde 2001. Por el momento, ese ha sido el caso este 2016, puesto que dejamos la ciudad de la Giralda con un muy buen sabor de boca.

A continuación, os contamos con detalle lo que vimos durante los cuatro primeros días de festival, jornadas y visionados que dieron lugar a todo tipo de debates, argumentaciones y réplicas. Acordes y desacuerdos, que diría el maestro Allen.

Para comenzar el periplo bien espabilados y a pesar de la nocturnidad y alevosía de la proyección, tuvimos el placer (¿culpable?) de ver The Lure, un cuento polaco sobre amores imposibles (el de sirenas con humanos) con un toque kitsch y hortera, momentos de lúcida y delirante frescura e identificables rasgos del cine de género visto en Sitges. Un «sí y un no» para empezar el circuito cinéfilo englobado en la sección Selección Europea Film Academy.

Una de las iniciativas más interesantes, por no caer en lo rancio de la palabra «necesarias», de esta edición del festival es la del ciclo Yo No Soy Esa, que busca dar visibilidad a formas de representación de la mujer en el cine que escapen del relato oficial sesgado, incompleto y dañino (no es recomendable someter al test de Bechdel al grueso de largometrajes de este festival a menos que uno quiera deprimirse). El clásico vanguardista de Vera Chytilová Las Margaritas es, aparte de pura transgresión psicodélica enfebrecida, una de las miradas femeninas más arrebatadoras, que descarta el grito de guerra y en su lugar adopta la carcajada burlona. Su actitud parte del hedonismo puro, resultado del desencanto generacional de una Checoslovaquia convulsa que dos años después viviría su Primavera de Praga. Las mujeres de Chytilová no piden permiso ni piden perdón, cogen las expectativas que el hombre ha colocado sobre ellas y les da la vuelta, se apropian de ellas, y de paso se echan unas risas a nuestra costa.

Fotograma de 'Las margaritas', dirigida por Vera Chytilová en 1966

Fotograma de ‘Las margaritas’, dirigida por Vera Chytilová en 1966

Es el turno de la Sección oficial, y nos adentramos en el concurso con Une Vie, fabuloso relato dirigido por Stéphane Brizé y basado en la apasionante novela de Guy de Maupassant. La película, un drama que esconde en sus peculiares formas la épica costumbrista del cine de Terence Davies o la trascendencia de Barry Lyndon (Stanley Kubrick, 1975), es un retrato que sorprende por su ejecución y el manejo del tiempo; posee en su metraje las mejores elipsis y algunos de los planos más inteligentes e intensos de todo el cine visto en 2016, además de contener la arrebatadora interpretación de Judith Chemla, una delicada actriz a la que la grandeza de un relato rodado en unos antropomórficos 4:3, la convierten en absoluta y rutilante figura del precioso film.

Sin abandonar la sección a concurso, nos topamos con una de las propuestas más arriesgadas y, a primera vista, más extravagantes de lo visto hasta el momento. Hablamos de Le fils de Joseph, un film teatralizado hasta el extremo que perturba durante su primera hora y descoloca por su desenlace final, una discutible metáfora que convierte al film dirigido por Eugène Green, en caldo de cultivo para el debate. Con retazos de la puesta en escena de Lanthimos o Haneke, el director de Toutes las nuits (2001), nos habla del vacío y los deseos de venganza, diseccionando la estructura de la película a base de episodios bíblicos cuyo punto de partida es El sacrificio de Isaac, de Caravaggio. El director juega con ideas menos sólidas de lo que se desearía, pero impacta con una acartonada e hipnótica puesta en escena.

Por otro lado, la sección Tour/Detour ofrece la oportunidad de rescatar obras del pasado que han sido recientemente restauradas y revivir, o más bien amplificar, la experiencia de su visionado en sala. Se abre de esta forma una línea diálogo entre el pasado y el presente, un espacio en el que preguntarnos por la vigencia o lo profético de sus propuestas, algo que cabría imaginar tremendamente interesante en el caso de Ikarie XB-1 de Jindrich Polák, fábula en clave de ciencia ficción futurista en plena Checoslovaquia comunista. Pero lo cierto es que su discurso sobre la búsqueda de una utopía social cae en lo meramente predecible o al menos queda ensombrecido por lo verdaderamente visionario de su guión, que no es más que la convivencia entre personajes obligados a coexistir en un espacio reducido con una amenaza externa, una semilla que daría sus frutos en posteriores ejercicios del género como Alien (Ridley Scott, 1979) o La Cosa (The Thing, John Carpenter, 1982).

Una de las películas que más público ha arrastrado a las salas en esta edición ha sido Toni Erdmann, posiblemente gracias al Premio Fipresci y al ruido que ha generado desde su paso por Cannes. La puesta en escena de Maren Ade es, salvo algún hallazgo visual aislado y su inquietante tendencia al plano largo, meramente rutinaria, una excusa para el guión (también escrito por ella) donde se esconden los verdaderos secretos de esta comedia alemana que pervierte el estereotipo de personaje mágico e incomprendido a «la Robin Williams». La bufonada de Toni no sólo no tiene cabida en el mundo del ultracapitalismo salvaje y la desensibilización moral, sino que su escapismo infantil cargado de buenas intenciones puede acabar siendo aún más nocivo que aquello a lo que se enfrenta.

Dentro de la sección Nuevas Olas se enmarca Correspondências, que con la excusa de la relación epistolar entre los poetas y amigos Jorge de Sena y Sophia de Mello Breyner asistimos a un artefacto cinematográfico que se construye a sí mismo a cada segundo, transitando entre la ficción, el documental, el material de archivo, el diario fílmico y demás etiquetas que se antojan innecesarias para este torbellino emocional e intelectual. Agotadora e inagotable, Rita Azevedo Gomes, que al final de la proyección se ha ofrecido a responder cualquier pregunta, canaliza al Chris Marker de Sans Soleil y parte de su individualidad para proyectarse en todas las direcciones posibles (decía Eugeni d’Ors que «por encima de los ojos soy infinito«). Es imposible encontrar una idea que sirva de compendio a todo lo que contiene Correspondências. Pero si hubiese que elegir una, podría ser la siguiente: no debe haber ningún intermediario entre el poeta y la realidad.

Otro plato fuerte lo hemos podido saborear en la Sección Oficial fuera de concurso. Se trata del imponente film de Albert Serra, La muerte de Luis XIV, un documento único en forma de lienzo cinematográfico que convierte sus dos horas de metraje en una experiencia inmersiva. La veracidad del retrato de la agonía construido por Serra, tiene dos pilares básicos: la escalofriante interpretación de Jean Pierre Léaud y la iluminación de cada uno de sus planos. En el caso del primero, el actor francés da una clase magistral de actuación, convirtiendo su veraz trabajo como «El Rey Sol» en uno de los papeles más destacados de su enorme carrera. En cuanto a la luz, la directa y la indirecta, se convierte en uno de los personajes más importantes y dota cada fotograma del film de una rigurosidad de dimensiones colosales. Cada disparo de la cámara, fotografía capitaneada por Jonathan Ricquebourg, es un sorprendente cuadro en movimiento, una oda al hiperrealismo y un placer para los sentidos.

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Albert Serra da instrucciones a Jean Paul-Léaud, actor encargado de interpretar a Luis XIV.

Volviendo al concurso oficial dimos con otro de los momentos álgidos del domingo. Heartstone, primer largo del director islandés Guðmundur Arnar Guðmundsson, es la conmovedora historia de dos niños, su amistad y el despertar sexual, no siempre un proceso fácil. La naturalidad de las interpretaciones de todos los jóvenes del film y una loable estructura del guión, dan como resultado una película rebosante de desgarradora humanidad. Ambientada en la hostil, aunque paradójicamente bella ruralidad islandesa, la película de Guðmundsson atraviesa con paso firme pero sutil por las sensaciones y sentimientos de la frontera entre la infancia y el complejo paso a la juventud, un limbo trascendental que aquí se endurece por la intrusión adulta, quizá el más peligroso enemigo de tan importante tránsito físico y espiritual.

Por su parte, el talentoso Xavier Dolan ha abierto esta semana con su Sólo el fin del mundo, y el enfant terrible parece estar empezando a tocar suelo en su propia madurez, algo que se traduce en una cinta formalmente más comedida de lo que cabría esperar, una obra de cámara con elenco reducido y escenario fijo en el que el protagonista encontrará su purgatorio antes de la muerte, emparedado entre las heridas familiares a medio cerrar y el peso del tiempo perdido.

Por Javier G. Godoy / Marcos Oteiza
@blogredrum / @marcosoteiza_
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