Se respira cine en la ciudad vasca de San Sebastián. Cerca del Kursaal, su palacio de congresos, huele a mar, pero también a un festival que, una vez más, acoge a cinéfilos de todo el mundo -prensa y público- para celebrar su edición número 69. Nosotros, como es tradición, ya andamos por aquí viendo el panorama cinematográfico -también series- que el equipo de José Luis Rebordinos ha elegido para este año a la vez que elegimos como portada de esta primera crónica a la gran Marion Cotillard, flamante y sonriente Premio Donostia.
El antaño gran realizador Zhang Yimou dio el pistoletazo de salida a la Sección Oficial con Un segundo (Yi miao zhong, 2020), un homenaje al cine como evento social que, a pesar de ser utilizado como herramienta política para la manipulación de las masas, se revelaba en el fondo como una ventana al mundo y un lugar para poder soñar durante un rato en la China del régimen comunista más implacable. El trabajo de Yimou, a pesar de sus virtudes, no pasa de correcto, aunque paradójicamente ha resultado ser una de las mejores películas inaugurales del evento donostiarra que acostumbra a no empezar de la mejor manera posible. Sea como fuere, muy atrás quedaron La linterna roja (Da hong Deng long Gao gao Gua, 1991), El camino a casa (Wo de fu qin mu qin, 1999) o Hero (2002), representantes de la edad dorada del realizador chino.
La francesa Lucile Hadzihalilovic presentaba, también en Sección Oficial, su película Earwig (2021), una oscura fábula que no resulta nada fácil descifrar y con la que se corre el riesgo de desconectar definitivamente. A pesar de un interesante diseño de producción y una puesta en escena lúgubre y con trazas góticas, la historia se antoja críptica en exceso, incluso pretenciosa. Es descaradamente deudora del cine de Peter Strickland pero con un resultado confuso e infinitamente peor.
La historia de Maixabel Lasa nos recuerda los horribles sucesos del asesinato de su marido, el dirigente socialista Juan María Jáuregui. La directora Icíar Bollaín (Te doy mis ojos) se propuso relatar los encuentros de Lasa con los terroristas que perpetraron el crimen, un cara a cara que merecía ser contado y cuya complejidad obligaba a manejar el material con suma delicadeza. El resultado es un trabajo emocionante y conmovedor, que tiene en las interpretaciones de Blanca Portillo y Luis Tosar los dos pilares sobre los que se sustenta una película que, sin embargo, no arriesga demasiado. Formalmente convencional y en algunos tramos dirigida con piloto automático, Maixabel (2021) se queda algo corta no por sus buenas y constructivas intenciones, sino por adoptar un peligroso look de TV movie.
Con la Palma de Oro del pasado Festival de Cannes llegaba Titane (2021) a la sección Perlas, la controvertida película de Julia Ducournau que no había dejado indiferente a nadie en el certamen francés. La impresión en Donosti tras su proyección era ligeramente dispar, pues se trata de un largometraje que pone toda la carne en el asador (casi literal) para hablar del #MeToo. Claro, todo con las formas de la realizadora de Crudo (Grave, 2016), es decir, impactando al público con algunas secuencias para estómagos a prueba de bombas. Lo que sí se saca en claro tras ver la película es que hay mucho discurso entre las líneas de Titane, un trabajo que necesita ser digerido y analizado muchas horas después de ¿disfrutarlo?
Mucho más comedido y siempre elegante es el nuevo trabajo de Terence Davies, una película delicada y con mucha poesía sobre la vida de Siegfried Sassoon, literato antibelicista y homosexual, cuya historia retrata Davies con su clase habitual. Sin embargo, el director se alarga en exceso esta vez, provocando cierto hartazgo con la ampulosidad de los diálogos y algunas elipsis un tanto repetitivas (y de formas técnicamente discutibles). La conclusión al ver Benediction (2021) es que Davies parece no haber medido bien los tiempos, dejándose cierta trascendencia del relato por el camino a base de exceso de metraje y cierta autocondescendencia.
Como de costumbre, el cine latinoamericano da muchas alegrías en este festival, y la argentina Camila saldrá esta noche (2021), de Inés María Barrionuevo, ha resultado uno de los visionados más interesantes de lo que llevamos de Sección Oficial. Con el trasfondo de la lucha feminista -«Mi cuerpo, mi kiosko«-, Barrionuevo relata la experiencia de Camila, una adolescente idealista y con carácter que cambia de colegio. Los vínculos con sus nuevos compañeros y compañeras y las realidades sociales de las instituciones educativas asociadas a la Iglesia, le sirven a la directora para dar a luz una radiografía de la sociedad actual, confundida, hipócrita y, por qué no, expectante ante un cambio de paradigma del comportamiento por parte de las nuevas generaciones.
Retrato de una mujer en llamas (Portrait de la jeune fille en feu, 2019) nos dejó a todos esperando el nuevo proyecto de Céline Sciamma, una directora con mucho que decir. En tiempos en los que las realizadoras están recogiendo los frutos de una lucha que clamaba por la igualdad de condiciones y oportunidades y que aún continúa, talentazos como Sciamma demuestran una y otra vez la injusticia de su invisibilidad. En Petite maman, una película que crece con el paso de las horas, la francesa juega con la realidad y la fantasía a la vez que dota su cuento de un minimalismo muy seductor. Eso es precisamente lo que parece querer transmitir al público, la sensación de que somos un niño más que juguetea en el pequeño universo mágico construido por ambas protagonistas.