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J.M.C.

Feliz 50 cumpleaños, Lawrence

Cuando hablamos de clásicos nos referimos a obras (artísticas o de las que miran los jubilados desde las vallas) que por su calidad o calado entre el público, trascienden al tiempo y siempre están de actualidad. Este año se cumple el 50 aniversario del rodaje y estreno de la imperecedera “Lawrence de Arabia”, a la que si le quitas la música de Maurice Jarre (papito de Jean Michel Jarre), el casting de lujo, los paisajes evocadores, la duración de algo más de tres horas, la presentación como una ópera, y las reminiscencias históricas y revolucionarias, ¿qué nos queda? Efectivamente: nada. Pero es que esa es la base del cine que representa, como diría el Gañán: “LAS SUPERPRODUCCIONES! ”.

Lawrence de ¡¡¡¡¡YYYYYAAAAAJJJJAAAAAA!!!!!

Lawrence de Arabia no tiene nada que ver con las superproducciones que podemos ver hoy por hoy (con Pepa Bueno) en las salas. El inglés David Lean, culpable de ser el director que mejor ha sabido gestionar los grandes presupuestos, concibió a su hijo oriental con una mezcla de clasicismo y atrevimiento. No abusó de los efectos especiales, prefirió dotar a su cinta del mejor ambiente posible: la naturaleza pura y dura. El desierto no es solo un espacio, no es solo un escenario en el que situar a los héroes de esta odisea. Es un personaje más, es un actor que palpita, se queja, mata y embellece la historia. Estremece ver como se traga (literalmente) a los uno de los sirvientes del Teniente Lawrence (en la vida real militar inglés mantuvo una relación con uno de ellos, pero eso se lo dejamos a los de TMZ). Si el perro de ”Mejor… imposible” o “The artist” merecían una nominación al Oscar, los desiertos de Almería y Marruecos, donde Lean rodó, también tenían que haber esperado ansiosos en sus butacas del Santa Monica Civic Auditorium el veredicto leído por la ganadora del año anterior a Mejor Actriz Secundaria. Aunque en la gala de 1963, Lawrence de Arabia no se fue de vacío. Siete Oscars, la triunfadora de la noche.

Lawrence de Arabia tiene épica, tiene aventura, tiene lecciones de vida sustentadas en una historia real, en un personaje que existió, y que documentó su fabulosa locura. El rubiales de Peter O’Toole recogió el papel que Marlon Brando había rechazado. El bueno de Peter cumple con creces, pero en el reparto de secundarios están fieras como Anthony Quinn, Alec Guinnes y Claude Rains. El mexicano llena la pantalla con su presencia. Un lider tribal fanfarron, violento, patriarcal y, bajo su apariencia de analfabeto, un auténtico sabio. Guinnes es el Meryl Streep de los 50-60, da igual el acento que le echen, se mimetiza, y se erige como el maquiavélico príncipe Feisal. Mención a parte merece Omar Sharif, quien borda al valiente Alí, el pepito grillo del endiosado Lawrence. Porque la película también tiene que ver con el reverso tenebroso de los héroes reales. La bajada a los infiernos del mito, luces y sombras de la historia oficial.

El Lawrence real, antes muerta que sencilla
50 años hace que la Plaza Real de Sevilla pasó por cuartel general de los ingleses en el Cairo. 50 años de aventura, de revolución, de amistad, de una obra magna que aguanto el tirón de otras superproducciones como “Los Diez Mandamientos”, “Ben Hur” o “El puente sobre el río Kwai“. 50 años hace que Lawrence proclamaba desde la pantalla “Arabia es ya de los árabes”, y aún no se ha solucionado el conflicto.

Por J.M.C.

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