Había casi la misma curiosidad que expectación por saber si Peter Jackson sería capaz de ofrecernos un producto a la misma altura de la magistral trilogía de «El Señor de los Anillos» pero para muchos era impensable que el director neozelandés, junto a los ya conocidos guionistas Philippa Boyens y Fran Walsh, más el añadido Guillermo del Toro, no consiguiese saciar el hambre tolkiniano de las legiones de fans que aquella lejana trilogía dejó por todo el planeta. «El Hobbit» vuelve a brindarnos un espectáculo único con todos los ingredientes necesarios para volvernos a enganchar a otra aventura épica en La Tierra Media. Paradójicamente, nos vuelven a dar la bienvenida para trasladarnos 60 años antes de la batalla por el Anillo Único.
Todo parece seguir igual por los platós de rodaje, por las salas de postproducción, por la caravanas de maquillaje… «El Hobbit» es más de lo mismo, incluso técnicamente aun más perfecta si cabe. La película de Peter Jackson es otro derroche de esfuerzo y duro trabajo de muchos aquellos que, años atrás, se empeñaron en ofrecer al mundo una de las trilogías más exitosas de todos los tiempos (como colofón a la misma «El Retorno del Rey» se llevó la friolera de 11 Oscar)
Han pasado 11 años desde que comenzase el rodaje de «La Comunidad del Anillo» y hoy podemos comprobar que la ilusión, la capacidad y el talento, permanecen intactos. «El Hobbit» es una lección de Cine, con mayúscula.
Os aseguro que cuando salgáis de la sala, estaréis deseando ver la segunda entrega y eso, si hacéis memoria, era lo mismo que pensabais cuando salisteis de la primera y segunda parte de «El Señor de los Anillos«. Curiosa y agradable sensación que hace tiempo no tenía (la sensación que no es tan buena es la del 3D y los 48 fotogramas por segundo, ambas opciones totalmente intrascendentes ya que, pese a lo que la productora o el propio Jackson puedan asegurar, el aporte cualitativo es ínfimo. Tengo claro que la segunda parte la veré en 2 dimensiones y en 24 fotogramas)
Algunos hablaban de cierta falta de ritmo en los primeros compases del filme, pero nada más lejos de la realidad. La película enseña sus credenciales nada más comenzar, pues nos introduce elegantemente en la historia con un prólogo breve pero meticuloso que es muestra evidente del nivel de detalle que mostrará la cinta en todo su metraje. Este hecho es uno de los puntos destacados de esta nueva trilogía y es que la perfección técnica parece imposible de igualar, Jackson no ha dejado nada sin pulir. Las diferentes secuencias están cuidadas al detalle, nada chirría y el despliegue de efectos de todo tipo (diseño por ordenador, CGI, maquillaje, atrezzo, vestuario…) es sencillamente espectacular.
Weta Workshop vuelve a dar un puñetazo en la mesa con el personaje de Gollum, que, interpretado por el siempre hiperexpresivo Andy Serkis (ojo, director también de la segunda unidad), nos ofrece una de las mejores secuencias de la película: el encuentro con Bilbo. Absolutamente magistral.
«El Hobbit: un viaje inesperado» es un fantástico dèjá vu que, si bien adolece de personajes con tanto carisma como «La comunidad del Anillo«, nos mantiene, gracias a otros aspectos que sustituyen este defecto, con el mismo interés durante los 170 minutos de duración del filme. Quizá pueda haber algún despistado al que algunas partes le parezcan más o menos tediosas (como el polémico principio) pero quizá ese espectador no pertenezca a la masa que, diez años atrás, soñó con épicas batallas y valientes hobbits, con elegantes elfos de rubio cabello (pobre Orlando Bloom, vaya carrerita a partir de aquello) o bravos hombres que desafiaban al poder oscuro de Sauron.
Yo he vuelto a disfrutar como antaño, aun sabiendo que lo que he visto no es nuevo. Valoro poder volver a verlo, poder volver a sentir la partitura casi nueva de Howard Shore, poder ver las majestuosas panorámicas de Andrew Lesnie, volver a recorrer Hobbiton, esta vez de la mano de un acertadísimo Martin Freeman como Bilbo Bolsón, volver a escuchar la voz imperial de Ian McKellen interpretando de nuevo al gran Gandalf, o volver a ensimismarme con las criaturas (los trolls, trasgos y orcos) que el ingenio de Richard Taylor y su magnífico equipo han creado.
Sí, amigos, tengo nuevamente esa estupenda sensación; quiero que llegue ya «La Desolación de Smauq«, la segunda parte de esta nueva trilogía. Es la droga de La Tierra Media y estoy enganchado a ella.
Por Javier Gómez