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Javier G. Godoy

El Atlas de las Nubes: cuando las cosas quedan grandes

Desde el principio del proyecto se sabía que iba a ser complicado, que las novelas de David Mitchell, en las que está basada la película, no son peccata minuta, que el texto es denso, enrevesado y los personajes son muchos y variados…, en este caso, estrambóticamente variados. Ya lo entenderéis.

Los hermanos Wachowski, responsables de la trilogía «Matrix«, y el director alemán Tom Tykwer, encargado de llevar al cine ese impresionante libro que es «El Perfume«, se embarcaron en adaptar al cine la novela del escritor inglés «El Atlas de las Nubes» pensando que el resultado sería una película majestuosa, de opulentos efectos visuales, cuyo reparto de primer nivel, coronaría una historia coral a la altura de un libro grandioso.
Sin embargo, el fruto de esta espectacular mezcla de talentos técnicos y artísticos no ha sido el esperado. Ha quedado muy lejos de la grandeza que todos suponíamos.

De «El Atlas de las Nubes» es difícil hasta realizar una sinopsis. Lo que nos cuentan son las historias de varios personajes, que están relacionados entre sí en mayor o menor medida y en diferentes épocas: pasado, presente y futuro.
Con semejante premisa, no es fácil imaginar qué es lo que vamos a ir a ver al cine pero el tráiler nos insinuaba que podía ser interesante. Pues bien, seguramente saldréis decepcionados, porque la adaptación les ha quedado grande a estos tres talentosos directores.

Desde el principio, el filme es incómodo de digerir. Todo parece cogido con alfileres y los continuos saltos en el tiempo no facilitan la comprensión de la historia. Esto, provoca un esfuerzo extra para intentar situarnos e intentar comprender un guión que aspira a tesis filosófica pero que se queda en intrascendente reflexión universal, vamos, un batiburrillo de ideas, teorías y cuestiones metafísicas de medio pelo, que lo único que provoca es una manifiesta sensación de aburrimiento que acaba en falta de interés según avanza el metraje.

Para más mayor escarnio, tamaño casting de actores se ve ensombrecido, incluso me atrevería a decir ridiculizado, por unos maquillajes que en algunos casos son más parecidos a caretas que a prótesis de látex, con la intención de hacernos creer que ha pasado mucho tiempo o (agarraos) que los actores pertenecen a otra raza.
Entre la caracterización de Leo DiCaprio como J.Edgar y esto, sigo absolutamente convencido de que el maquillaje avanza con poca efectividad y que, hoy en día, lo mejor que he visto en este sentido, es la caracterización de Gary Oldman como el conde Drácula viejo del «Drácula» de Coppola. Insuperable.

Así que, ojo al espectacular cartel o al llamativo tráiler de «El Atlas de las Nubes», porque lo único que veréis es un relato empantanado y farragoso que roza el ridículo en diversos momentos y que nunca consigue lo que pretende. Un largometraje tan excesivo como desacertado. Un caso evidente de cuando el Cine se olvida del Cine.

Por Javier Gómez

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