«Bienvenido a mi morada. Entre libremente, por su propia voluntad y deje parte de la felicidad que trae»
Con esta escalofriante frase, el Conde Drácula recibía en su castillo al joven e ingenuo Jonathan Harker, interpretado por Keanu Reeves. Era aquí cuando realmente nos convertiríamos en testigos del drama que viviríamos los siguientes minutos de esta maravilla del cine contemporáneo, quizá la última gran película de un director que después de aquello ha sido incapaz de ofrecerle al público algo parecido a las obras cumbre de su filmografía: La saga de «El Padrino«, «Apocalypse Now» o «Cotton Club«, entre otras.
De cualquier manera, seamos justos, Francis Ford Coppola puede morir tranquilo, su legado lo permite.
Es por esto que, coincidiendo con los 20 años de su estreno, debemos hablar de la que es una adaptación única, quizá la mejor, del libro de Bram Stoker sobre el mito de Drácula, esa figura de la literatura en la que aquí se mezcla con Vlad Tepes, también conocido como Vlad El Empalador. Esta mezcla entre ficción e historia servirá para ofrecer al espectador un prólogo sencíllamente espectacular, donde ya uno empieza a ser consciente de la fuerza que destila el filme.
Tres Oscar de la Academia premiaron la excelencia técnica de la película que, si bien renunció a efectismos megacostosos, sí se jactó de una elaboración minuciosa y detallada de todos los recursos visuales que pueden verse a lo largo del metraje. Es esta un maravilloso ejemplo de efectos artesanales a la antigua usanza donde las nuevas tecnologías se aplicaron en poquísima medida. Solo estudiadísimos giros de cámara y un maquillaje de altísimo nivel, complementaron el resto de técnicas que hacen de la cinta de Coppola un canto a los FX de toda la vida.
Greg Cannom y su equipo de maquilladores, la visionaria Eiko Ishioka por el magnífico vestuario y Tom C. McCarthy y David E. Stone como editores de sonido, recogieron la estatuilla dorada en representación de todo un espléndido y esforzado equipo técnico.
Para Coppola, la película supuso una recuperación profesional y económica importantísima tras los fiascos de la tercera parte de «El Padrino» y «Apocalypse now» que, aunque curiosamente hoy forman parte de las grandes de la historia, en su momento ni crítica ni público las vieron con buenos ojos, obviamente esto se tradujo en una mala recaudación en taquilla. Al principio, los productores del filme, pensaron en William Friedkin (El Exorcista) o John Carpenter (La Cosa) para la dirección, pero finalmente optaron por Coppola. Nunca se imaginarían lo bien que habían elegido. Dirigió, sí, pero no escribió. Ese honor se lo llevo James V. Hart, que en ese momento andaba adaptando la novela original de Stoker y que parecía que podía escribir un guión que convenciese a todos. Las diferentes versiones a lo largo del cine no saciaban a muchos seguidores, por lo que tras el estreno la mayoría coincidieron en que esta vez se había logrado.
Y es que en «Drácula de Bram Stoker» todo fue tan perfecto como evocador, mágico, místico… Un reparto fantástico, liderado por el siempre grandilocuente Anthony Hopkins, transforma muchas de las escenas de la película en poéticas demostraciones de fuerza actoral. Desde la secuencia más romántica hasta la más terrorífica están interpretadas con pasión y credibilidad, a pesar de que muchos de ellos eran jóvenes y con poca experiencia. Tal es el caso de Keanu Reeves, que fue criticado por su trabajo como Jonathan Harker. Por otro lado, Mónica Bellucci hizo aquí su primera aparición en el cine ejerciendo de vampiresa residente en el castillo. Y qué decir de la ya mítica interpretación de Gary Oldman como el conde Drácula, el joven caballero y el viejo dueño del castillo transilvano. Su actuación es sencillamente magistral y el esfuerzo para dotar al Drácula viejo es extraordinario, ya que, por ejemplo, tuvo que bajar una octava la tonalidad de su voz para hacer más creíble el cambio, incluso imitó a un vecino suyo de la infancia para crear el acento rumano que requería el personaje anciano. Todo esto se quedó, en otra de esas injusticias de la Academia norteamericana, sin nominación al Oscar, que ese año precisamente se llevaría Al Pacino por su trabajo en «Esencia de Mujer«. Cosas del Cine.
Ahora cumple 20 años desde que llegara a los cines y uno tiene cierta nostalgia por no poder volver a ver este clásico del terror en una sala, disfrutando de aquel homenaje al cine (tiene detalles como la escena en la que las gentes de Londres disfrutan de ese nuevo invento de los hermanos Lumiere) De momento, podemos verla en nuestras casas y en una gran edición en DVD plagada de interesantes extras y de escenas eliminadas. También podremos poner en nuestro equipo de música la magistral banda sonora, que el polaco Wojciech Kilar compuso para el film. Una sucesión de temas de inspiradísima composición que, también de manera inexplicable, se quedaron sin nominación al Oscar. En definitiva, una película imprescindible, que dejó huella en los espectadores de todo el mundo y que demostró que el buen hacer no necesita de efectismos escandalosos para crear una obra completa. Un filme que contribuyó a agrandar la leyenda de una director cuya filmografía, tan irregular como esencial, aportó con «Drácula» infinidad de escenas para la memoria colectiva de la Historia del Cine.
Por Javier Gómez