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Críticas

Dos otoños, tres inviernos: fragmentos de melancolía y actualidad.

Para ser una historia de amor y que en el título no mencione la primavera sino otras dos estaciones, ya indica por dónde irán los tiros… ¿Una love story empalagosa con mogollón de azúcar y doble ración de drama?

Sébastien Betbeder escribe una ópera prima habla sobre un tema más que masticado en el celuloide: el amor en tiempos de la treintena. Revisa el sentimiento universal por medio de dos amigos, Arman y Benjamin.

El cine galo se gira hacia su querida Nouvelle Vague. Mucho decorado natural, cierto estilo de improvisación, técnica fuera de los cánones tradiciones, etc. La película está acompañada por voz en off de los personajes. Dividida en pasajes que van por capítulos, el argumento habla de las vivencias de estos dos chicos y de Amélie, la chica que se cruza en la vida de Arman. Primeros planos, personajes hablando a cámara directamente… Sí, hay trazados del movimiento francés.

Esta crónica de amor y desamor posee un punto crítico y ácido hacia lo que le rodea: postureo hípster de los últimos años, inconformismo, desgana,… siempre dentro de la perspectiva de la nostalgia. Más que narrar dos relaciones de amor, lo que transmite es el cariño y el afecto, y con esa sensación se va el público de la sala.

Arman es la antítesis del guaperas asiduo en las comedias románticas. Con kilos de más, pelo grasiento, él es un don nadie al que se le toma cierta estima. Vincent Macaigne, un rostro recurrente entre los jóvenes realizadores galos (Edén, Un verano Ardiente, La chica del 14 de Julio) cristaliza muy bien los sentimientos de este pobre hombre cuyo destino parece ir a la deriva. Benjamin (un notable Bastien Bouillon) está igual de perdido que su amigo aunque no parezca tan decadente. Y Amélie (una serena Maud Wyler) no tiene muy claro lo que desea en ese camino a la plena madurez. Ellos tres dibujan una historia urbana con varias reminiscencias al cine clásico.

Betbeder es menos satírico y extremo que Antonin Peretjatko en La chica del 14 de Julio, la otra película que miraba a la Nouvelle Vague. El guion posee anécdotas tristes y momentos del día a día bastante cómicos. El realizador sabe reírse muy bien de las situaciones modernas en las que estamos inmersos, al igual que de los momentos duros que irrumpen en nuestra vida.

Envie de Tempête Productions

© Envie de Tempête Productions

Arranca bien; el ritmo –que no la historia- contiene partes que se hacen más difíciles para el espectador al ahondar en la vida de secundarios (como el viaje a la nieve). No obstante, el estilo es lo que pone el motor a la película. Sin él, el discurso sería una revisión anodina.

Pero Betbeder humaniza a los personajes, se les entiende y se les comprende en sus vidas: están perdidos dentro de esa madurez supuesta en la que por edad les toca vivir: se enamoran, se encuentran viejos amigos de la facultad, y observan la vida pasar mientras ven producciones de Judd Apatow o devoran series como The Walking Dead

Efectivamente, esta degustación se localiza en el menú de los romances, pero es un postre que no está hecho para todos los paladares.

Lo mejor: el estilo.
Lo peor: lo mismo, el estilo, pero sólo para aquellos que esperen un esquema de amorío Made in Hollywood.

Por María Aller.
@Llesterday_Mary

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