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Cine norteamericano

Dope: Frescura contra prejuicios raciales

La nueva película de Rick Famuyiwa se centra en la vida de Malcolm, un joven afroamericano que sobrevive en un barrio difícil de Los Ángeles mientras se prepara para su futuro en la universidad. De pronto, una oportuna invitación a una fiesta clandestina le lleva, junto a sus inseparables amigos (un latino de suficiente ascendencia negra para usar el término “negro” y una lesbiana que sólo quiere ser “one of the guys”) a un mundo nuevo, instándole a preguntarse si es posible encontrar un punto común entre la fascinante rebeldía y un sensato mundo de libros que poco puede hacer por él cuando se convierte en el blanco del bullying. Dope es, en apariencia, una convencional historia de autodescubrimiento y, si bien hay mucho cliché en ella, también hay peculiares toques de originalidad que le otorgan una esencia propia.

El realizador nigeriano-estadounidense de Colegas (1999), Brown Sugar (2000) y la denostada La boda de mi familia (2010) es uno de miembros más reivindicativos del Director’s Guild of America en lo que a desigualdad racial se refiere. De hecho, no se cansa de cuestionar el trato que Hollywood da a los afroamericanos, desde los estereotipos con que se representan en la mayoría de producciones, hasta los problemas de producción y distribución que atraviesan las películas creadas o protagonizadas por ellos. Obviamente, sus films tratan de mantener determinado tipo de tópico a raya, lo que las vuelve muy populares entre el público afroamericano, pero no por ello se alejan por completo de la convencionalidad (lejos queda el cine revolucionario de Spike Lee, quien precisamente recibirá un Óscar honorífico este año). Dope es probablemente el mejor trabajo de Famuyiwa, a lo que ayuda mucho el peculiar punto de vista de la narración, pero sigue lejos del refinamiento.

Encabezado por los geniales Shameik Moore (estrella debutante), Tony Revolori (descubierto el año pasado en El gran hotel Budapest) y Kiersey Clemons (impulsada por la serie Transparent), el reparto ofrece interpretaciones sinceras, emotivas e hilarantes, pero parece a menudo perdido en un guion que sólo es consciente de su meta cuando desemboca en ella. La conclusión resulta refrescantemente sorprendente, pero sólo para quienes no hayan perdido el interés por el camino, donde las subtramas se lían consigo mismas y las motivaciones de los propios personajes no están siempre del todo claras. Así, el interesante y divertido planteamiento da paso, poco a poco, a la confusión.  Aun así, la energía de los diálogos y la vibrante puesta en escena mantienen un buen nivel hasta el final, lo que explica su buen recibimiento en el pasado Festival de Sundance.

Entre la comedia y el drama, entre la ternura y la sátira, la historia de Dope no es demasiado novedosa (de hecho, cae a menudo en la narrativa de Hollywood más manida, especialmente en lo que a las relaciones amorosas se refiere), pero la frescura de su protagonista (por quien nos preocupamos, no por sentimentalismo, sino por su fuerte personalidad) salva la mayoría de las escenas. Producida, entre otros, por Forest Whitaker y Pharrell Williams (quien también aporta un par de canciones a la energética banda sonora), la última creación de Rick Famuyiwa es un producto tan afroamericano como universal, lo que da un toque de esperanza a una cinematografía que todavía tiene un largo camino por delante (lastrada por los prejuicios, pero también por sí misma). Aunque el difuso guion lo enturbia, el mensaje final de Dope está claro: “poco importa tu condición a la hora de perseguir tus sueños”.

Lo mejor: la frescura de los diálogos.

Lo peor: un guion poco definido.

Por Juan Roures
@JuanRoures

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