Podría decirse que hay dos películas en Diré tu nombre (The Last Face, 2016), la última incursión en la dirección de ese magnífico actor que es Sean Penn. Una, la que trata la historia de amor con tintes «malickianos»; y una segunda, en la que el director nos muestra la barbarie de zonas en conflicto como Sudan o Liberia. La primera vertiente de la película, la más denostada y que más reacciones en contra provocó (en Cannes fue despedida con abucheos), es muy posiblemente la más floja. Adolece de un exceso de adorno provocando que el ritmo decaiga pero, en contra de los comentarios producidos tras su paso por el festival de cine francés queriendo vapulearla argumentando que Sean Penn pone a la misma altura el sufrimiento del pueblo africano que el dolor provocado por la historia de amor, no encuentro en el film una love story, sino una historia de supervivencia y una búsqueda de la manera de manejar el horror y de esa forma salvar el alma.
La incomprendida trama nos habla de cómo dos personas de aquí (de Occidente, me refiero) son capaces de convivir con la locura y la destrucción y lo que eso provoca en ellos. Diré tu nombre no trata del conflicto en sí, sino acerca del trauma que este produce en esa cooperante (Charlize Theron) de Médicos del mundo -e hija privilegiada del fundador de la ONG- que creé en los estamentos occidentales de ayuda y colaboración, y en un médico (Javier Bardem) entregado en cuerpo y alma de forma casi adictiva a su trabajo. Es en esa difícil y extrema situación en la que estos dos personajes se encuentran, y no surgirá el amor cortés, no; el encontrarse aliviará el trauma y el tremendo dolor que causa una guerra olvidada por las organizaciones que manejan los designios de “el mundo civilizado”. En un momento del film el personaje que interpreta Theron, le pregunta a Miguel (Bardem) ¿Existiría un “nosotros” si no fuese por la guerra?, y es ese interrogante el que definirá su historia de amor.
La «segunda» película que nos encontramos es en la que Penn alza la voz para enseñarnos el horror de la guerra y el trabajo muchas veces olvidado de los cooperantes. De una intensidad y realismo que incomoda, mantiene el pulso y el ritmo y no da respiro. Es duro lo que vemos e imaginamos durante esos momentos en lo que asistimos a la incomprensión e incredulidad que originan los ataques de niños absolutamente drogados y pervertidos, que matan únicamente por el hecho de sentirse poderosos y ser alguien dentro de un grupo. Penn no trata de agradar, de hecho, es un tipo comprometido políticamente y un gran activista que nos pone de frente a un conflicto que no interesa porque económicamente no es viable. En Diré tu nombre nos transporta a ese África abandonado a su suerte con una crudeza difícil de ver, produciendo en el espectador una mezcla de culpa y pudor ante semejante despropósito.
Los que esperen una tierna historia de amor con rosado final, haciendo honor al equívoco título español, lo pasarán bastante mal visionando la cinta ya es un film que remueve e incomoda, y si no que se lo pregunten a los que silbaban en Cannes. Nos hace pensar en unos conflictos y en unas gentes a las cuales se les suele dar la espalda. No deja indiferente ya sea por su dureza o porque se deteste, provoca, y eso es algo a tener en cuenta.
Lo mejor: las escenas que se desarrollan en momentos de conflicto.
Lo peor: que se pueda confundir con un film romántico.