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Cine norteamericano

Dioses de Egipto: Desastre en la antigua civilización

En todo blockbuster veraniego hay siempre unas constantes innegables: un reparto con caras conocidas; Gerard Butler o Nikolaj Coster-Waldau, a ser posible algunas con ligero prestigio actoral; Geoffrey Rush o Rufus Sewell, un director con cierto nombre y alguna película recordable en su haber; Alex Proyas, y una trama que tenga cierto interés para el gran público; extraterrestres que nos invaden, monstruos salidos del fondo del abismo u olas gigantescas dispuestas a acabar con todo signo de civilización, en este caso el antiguo Egipto. Eso sí, ante todo efectos especiales digitales, muchos, mucho ruido, fuego, explosiones- sí, aunque parezca mentira aquí también hay explosiones- y entretenimiento. Insisto: entretenimiento. Pues no, ni un ápice de esto hay o funciona en Dioses de Egipto, una banalidad kitsch llena de artificiosidad gratuita y poco, muy poco gusto.

La película cuenta la historia –o lo intenta- de Beck (Brenton Twaites), una especie de Zack Morris en el Antiguo Egipto, un mortal que unirá sus fuerzas a Horus (Coster-Waldau) contra Set, tío de Horus, que ha sumido a Egipto en el caos. En su intento por arrebatarle el poder a Set los héroes recorrerán desde los Cielos hasta el más allá.

Todo lo que sucede en el film es excesivo, falso y resulta absolutamente recargado, de hecho hay momentos donde los efectos digitales llenan la pantalla sin sentido y con una calidad tan penosa que hacen grande a los puestos navideños de La Plaza Mayor de Madrid; de haber sido al contrario, el resultado podría haber sido espectacular, dada la propuesta visual. Aquí, la historia y su coherencia es lo de menos, los personajes escapan de las situaciones más surrealistas con una facilidad pasmosa y eso que tienen al universo en contra. Que ya es decir.

Se echa de menos el desenfado y la ironía que realmente debería haber tenido una producción así, que se hubiesen decidido por una epopeya totalmente “camp” que seguramente habría dado mucho mejor resultado.Y es que en ciertos momentos da la impresión de que podrían acabar apareciendo Mel Brooks y Carmen Miranda… pero no. Por momentos tediosa y sobre todo con una duración exagerada, uno no para de preguntarse qué demonios están haciendo algunos con su carrera y por qué ciertas productoras no se han atrevido a hacer la comedia paródica definitiva, que con estas proposiciones y planteamientos que rozan el ridículo, bien podrían crear escuela.

Lo mejor: esperar que no haya secuelas.

Lo peor: la duración y la absoluta falta de interés del conjunto.

Por Javier Gadea
@Javichul
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