A pesar de que Derry Girls (2018), una de las más recientes producciones británicas en llegar a nuestras pantallas, sea una comedia y esté centrada en el curioso día a día de un grupo de adolescentes norirlandesas en los años noventa, su ambientación no parece casar bien con el género al que pertenece. Y es que la ciudad de Derry, también conocida como Londonderry, fue una de las localidades del norte de Irlanda que tuvo mayor protagonismo durante los llamados ‘The Troubles’, ese conflicto armado que se extendió durante tres largas décadas y que comenzó, precisamente, con la Batalla del Bogside, en Derry (1969).
Si bien es cierto que la introducción de su episodio piloto incide en el trasfondo histórico de la ciudad con imágenes de jóvenes saboteando la señal que marca la entrada a la misma, militares patrullando sus murallas, críos vestidos para recibir su Primera Comunión y con una fugaz instantánea al mural en memoria del Domingo Sangriento, Derry Girls ni es una serie con intenciones políticas, ni tampoco quiere transmitir un mensaje concreto. Este fenómeno de Channel 4 sólo pretende indagar en las vidas de un grupo de excéntricas adolescentes cuyas rutinas quedan inevitablemente marcadas por la localidad y el momento en el que nacieron.
Todo esto queda claro cuando conocemos a Erin Quinn (interpretada por la fantástica Saoirse-Monica Jackson), que enseguida establece el tono de la serie al ponerse a hablar de cómo cree que su prima va a empezar a robarle las bragas o menciona a Macaulay Culkin como si de un modelo a seguir se tratase, relegando así a un segundo plano toda connotación sociopolítica que pueda aparecer en los episodios venideros. Esto no significa que Lisa McGee, su creadora, se olvide del contexto histórico que empapa la serie, sino que la relación que establece entre éste y sus perfectamente diseñados personajes no resulta conflictiva. Sin ir más lejos, la madre de la protagonista –católica–, tras escuchar a su hija mencionar a Culkin inmediatamente asume que se trata de algún protestante y, después de que su padre les informe de que han puesto una bomba en un puente de la ciudad, a ella sólo le preocupa si su hija va a poder ir al colegio porque está ya harta de tenerla en casa.
Habrá quienes defiendan que Derry Girls peca de frívola por cómo utiliza el humor negro para reírse de las barreras que separaron a unionistas y nacionalistas durante tantos años, pero es difícil no caer rendido ante el disparatado día a día del grupo de estudiantes que la protagoniza. Tanto el personaje de Saoirse-Monica Jackson, como los del resto de jóvenes actrices, son tan ridículos y apasionantes, que la posible frivolidad que asoma detrás de cada broma políticamente incorrecta queda eclipsada por un humor gamberro – y no absurdo – que no sólo es difícil de ignorar, sino que además la hace accesible a todos los espectadores que no estén familiarizados con el conflicto armado. Por eso no es de extrañar que la serie, que va camino de su tercera temporada, haya alcanzado éxito internacional a través de Netflix o que ya haya un mural más en Derry: el de Erin Quinn y sus amigas.
Puede verse en Netflix.