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Cine Europeo

El cuento de los cuentos: El imaginario según Matteo

Difícil es la fantasía de bordar, pues requiere perfección técnica e inspiración narrativa; es decir, más dinero y talento del que muchos tendrán nunca a su disposición. El cuento de los cuentos supone la sorprendente incursión en el género del realizador de la multipremiada Gomorra (2008), el italiano Matteo Garrone, quien honra así a su compatriota Giambattista Basile, célebre autor de relatos cortos del siglo XVII. Presentada en el Cannes de Dheepan y Carol, esta cinta franco-italiana entrelaza las historias de los monarcas de tres fantásticos reinos, pero evita las conexiones entre ellas, lo que se traduce en tres relatos cortos unidos en la sala de montaje. Y es precisamente en la falta de cohesión —del conjunto, no de las historias sueltas, cuya lógica interna es intachable— donde reside la principal lastra de una obra que presta bastante más atención al plano visual que al narrativo.

El cartel lo auguraba, el tráiler lo confirmada y la película no ha decepcionado: el diseño de producción de El cuento de los cuentos está entre los más especiales del año. No tanto por su perfección y magnificencia (que también), sino por su aportación a las tres historias —y sí, sigo hablando de tres y no una—, fundidas todas ellas en peculiares atmósferas difíciles de olvidar. Cada rincón de decorado, pieza de vestuario y tono de maquillaje está, no sólo cuidado con mimo, sino perfectamente coordinado con los demás, confeccionándose así un universo de cuento muy personal. Para ello resulta clave, tanto la experiencia de Garrone como pintor, como la influencia de la obra de Goya, que, al igual que los cuentos de Basile (escritos, eso sí, dos siglos antes), mezcla lo real con lo fantástico y lo trágico con lo cómico. Nace así una dimensión tan bella como grotesca que, bien puntuada por la evocadora música de Alexandre Desplat, tiene mucho que decir sobre unos personajes de moral poco clara.

Los internacionales Salma Hayek, Vincent Cassel y Toby Jones encabezan con carisma los variopintos repartos de cada reino, pero ni sus personajes ni ninguno de quienes los rodean consiguen algo clave de toda gran película (sea cual sea su género): provocar empatía hacia sus protagonistas, por bizarros o despiadados que estos sean. Y es que no es la espectacularidad visual, sino los personajes, lo que convierte en fenómenos de masas a la trilogía de El Señor de los Anillos o los capítulos de Juego de Tronos. Sean brujas, elfos o hadas, aprendemos a identificarnos con ellos y, claro está, a preocuparnos por sus destinos: queremos que sobrevivan a los males que los acechan, que salven los obstáculos del camino y que alcancen sus complicados sueños. En cada pelea, persecución o batalla, peleamos, correamos y luchamos a su lado; en cada conversación, romance o desgracia, nosotros también debatimos, amamos y lloramos. No es así en El cuento de los cuentos, cuyas historias, aunque indudablemente imaginativas, carecen de verdadero interés para el espectador contemporáneo.

© Coproducción Italia-Francia; Archimede / Le Pacte

© Coproducción Italia-Francia; Archimede / Le Pacte

Empero, cierto es que nos encontramos ante la adaptación de unos cuentos escritos hace cientos de años y ambientados, por tanto, en un mundo muy distinto al nuestro (no sólo en lo que a localizaciones se refiere: también con respecto a la moral y las motivaciones). Como admirador de la obra del autor napolitano, Garrone ha prescindido de la moral contemporánea y optado por un acercamiento crudo a historias normalmente abordadas con bastante más azúcar. En este sentido, resulta inevitable la comparativa con la reciente Into the Woods (2014), en la que Disney decidió, por una vez, contar la historia con toda su crudeza. Basada en varios cuentos de los Hermanos Grimm, la cinta de Robert Marshall sí logra, tanto interrelacionar sus distintas historias, como ganarse la empatía del espectador, constituyéndose así como una obra mucho más disfrutable pese a no carecer tampoco de baches. Sin embargo, antes de cuestionar los resultados de Garrone, conviene preguntarse si los defectos enumerados no son parte de una decisión autoral que, aunque cuestionable, conjuga bien con la provocativa fantasía confeccionada.

Lo mejor: la magia nacida de la combinación entre el espléndido diseño de producción y la envolvente banda sonora.

Lo peor: la escasa empatía generada por los personajes.

Por Juan Roures
@JuanRoures

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