El 12 de abril de 2014 es ya otra de esas fechas infames. Comenzaban los enfrentamientos en el este ucraniano, muy tocado tras las protestas que dieron lugar a lo que se conoce como Euromaidán: Un año antes, el 20 de noviembre de 2013, el gobierno del país había suspendido la firma de acuerdos con la Unión Europea. Por ello, primero los universitarios y después gran parte de los sectores de la sociedad ucraniana, lograron echar del poder al presidente Viktor Yanukóvich tras varias jornadas de violentos disturbios.
Pero aquello no quedaría ahí. En el este de Ucrania, la reacción opuesta al Euromaidán, mediante protestas prorrusas y la declaración de independencia de Donetsk y Lugansk, dio lugar a la Guerra en el Donbass. Precisamente ese nombre, que sirve para denominar a la región ucraniana de la cuenca del Donets, es el elegido por el director Sergei Loznitsa para titular su película, una crónica hiperrealista sobre el día a día de una zona sumergida en lo delirante de un conflicto complejo y caótico que ha sacado lo peor de muchos de los que allí conviven con la dignidad adulterada.
Ganadora del Premio al Mejor director de la sección Una cierta mirada del pasado Festival de Cannes y Giraldillo de Oro (Mejor película) en el Festival de Sevilla, Donbass (2018) utiliza el lenguaje que lanzó a la Nueva ola rumana; formas en la línea de películas como La muerte del señor Lazarescu (2005) o California Dreamin’ (2007). Cine que se esfuerza, como Donbass, en exponer realidades sociales a través de secuencias que componen un conjunto aparentemente anárquico. Nada más lejos de la realidad, pues en esa sucesión de escenas, a veces delirantes, se esconde una verdad que se torna cruel y despiadada; una certeza incómoda mostrada con la inteligencia que se revela a partir del caos ordenado.
Con el último plano como bandera de la sencillez formal de todo el film, Loznitsa rueda su crónica negra sin ninguna intención de manipular. El espectador asiste a un desfile de situaciones grotescas que sirven como catalizadoras de las consecuencias de un conflicto protagonizado por marionetas de uno y otro bando. La desinformación, la corrupción y la impunidad imperan en los cuadros que dibuja el director durante su disparatado recorrido. No hay nada en Donbass que de lugar a la esperanza de un final temprano; quizá por esto el país quiera dar un vuelco al sistema haciendo inverosímil presidente a Volodímir Zelenski, el cómico más célebre de ucrania.
Lo mejor: Su narrativa desapasionada, una mirada objetiva que aúna habilidad en la dirección y mordacidad en el relato.
Lo peor: Aunque el conjunto funciona, no siempre consigue su objetivo.