“En el espacio nadie puede oír tus gritos”. Esta era la frase promocional de Alien, el octavo pasajero (Alien, 1979) y hacia ese punto lejano del espacio parece llevarnos firmemente decido Ridley Scott (South Shields, Inglaterra, 1937), al reencuentro con la Nostromo y la teniente Ripley que supondrá la trilogía-precuela iniciada con Prometheus (2012). Además, el viaje parece ser también estilístico, porque Alien: Covenant (2017) es también un paso evolutivo para esta nueva trilogía que la conecta de lleno con el universo Alien.
Si la denostada Prometheus se perdía en divagaciones y pensamientos universales, esta segunda parte pasa por esos territorios transitados para acabar siendo una apuesta por la vuelta al espíritu terrorífico (que parece, será definitivo en la tercera entrega) de la primera serie de películas. Aparcada, parece que de forma definitiva, Alien 5 de Neill Blomkamp, el monumento fílmico en que se está convirtiendo Alien pasa de lleno a ser controlado por su creador, Ridley Scott. Como en el film, éste, se muestra preocupado por controlar sus creaciones y que estas, por imperfectas (que vendría a ser lo mismo que “humanas”), se vuelvan contra él. Resulta un dilema recurrente en la carrera del director británico, porque ya ocurría en Blade Runner (1982), donde aparece el miedo a que las criaturas creadas tomen autonomía, tengan capacidad de decisión y muerdan la mano que les da de comer.
En la película, nos encontramos con la nave Covenant que se dirige a Origae 6, un lejano planeta muy parecido a la Tierra. En ella viajan su tripulación y dos mil colonos en estado de hibernación, y su misión será comenzar una nueva vida allí. Entre ellos se encuentra Walter (Michael Fassbender), un “sintetico” que se dedica a las funciones de mantenimiento. En un punto del viaje, la tripulación despertará por accidente para más tarde detectar una señal humana que les hará desviarse de su camino para, tal vez, afincarse en ese nuevo destino. Allí se toparan con los restos de la nave Prometheus.
Scott apuesta por más acción, por más sangre y más vísceras, y el film sale claramente beneficiado de ello. Porque, no nos engañemos, lo que queremos es ver muertes y a los xenomorfos, y esos son los mejores momentos de la cinta; los tramos de mayor tensión son donde la película nos conquista. El director acierta al volver a inclinarse por el género de terror, no de manera definitiva pero sí lo encamina todo hacia el mismo punto, aquel en el que se es consciente de estar ante unas criaturas implacables y la sensación de no poder hacer nada contra ellas. Esta etiqueta de terror no acaba en los aliens, pero les evitaré más información para no caer en los temidos spoilers.
Otro punto que no hay que pasar por alto es el mayor protagonismo de Michael Fassbender, aquí con doble papel y perfecto en ambos. Aparte de las muchas referencias culturales a Wagner, Robinson Crusoe y a Percy Bysshe Shelley y su soneto Ozymandias (¿qué fan de Breaking Bad puede olvidarlo ya? el capítulo 14 de la quinta temporada dirigido por Rian Johnson es unos de los mejores de la historia de la televisión), el personaje de David, el ciborg que formaba parte de la tripulación de la nave Prometheus, es en sí mismo una referencia, enlazando directamente con los Nexus 6, sobre todo, con el Roy Batty de Blade Runner. Lástima que en la mitad del metraje haya un nudo narrativo que hace que el ritmo decaiga, pero, afortunadamente, toma la decisión de volver a la acción y a la sangre y queda en un mal menor.
Alien: Covenant supera a su antecesora, es más divertida y a la vez más interesante. No abandona las reflexiones filosóficas pero están mejor manejadas; el otorgar entidad de patógeno a los xenomorfos es un acierto y el rumbo que toma la historia hace que estemos esperando a la tercera entrega desde ya. Salvo algunos personajes desdibujados, el resto funciona correctamente, en especial Katherine Waterston en el papel de Daniels, que podría ser pariente lejana de Ripley. Ya solo queda un paso para unir temporalmente esta trilogía con Alien, el octavo pasajero, pero para ello habrá que esperar la llegada, en casi dos años, de Alien: Awakening. Mientras tanto, vayamos abriendo boca (y pechos, literalmente) con Covenant.
Lo mejor: Scott no escatima y regresa al gore.
Lo peor: una pequeña caída de ritmo a mitad del metraje.