Es imposible no pensar en Tiburón (S.Spielberg, 1975) al ver el plano que abre En el Corazón del Mar. Se trata de un paseo por los fondos oceánicos que termina en un grupo de escualos que nadan en círculos. Estos tiburones parecen criaturas minúsculas al ser comparadas con la enorme ballena que irrumpe en el plano. El opening de la película resulta toda una declaración de intenciones ya que el clásico de su amigo Spielberg posiblemente siga siendo de alguna manera la mejor adaptación cinematográfica del espíritu de Moby-Dick. Gracias a internet el lector ya sabrá que el término “Dick” tiene múltiples significados en inglés. Así que no hace falta ser Freud para pensar que tras esta secuencia Ron Howard está más interesado en medir su adaptación de Moby-Dick con la de Spielberg o con la de John Houston que en contarnos una historia.
La ballena que inunda la pantalla del cine es una espectacular recreación digital. Un impresionante despliegue de efectos generados por ordenador que nos anticipa lo que vamos a ver. La nueva película de Ron Howard es tan épica y apoteósica como su enorme ballena, pero también se muestra fría y falsa. Pese a estar bien realizada, al igual que los impecables efectos digitales, de alguna manera la historia se percibe como artificial y nunca llega a importarnos lo suficiente. El espectador en ningún momento se encuentra a bordo de aquella aventura ya que los personajes resultan lejanos y poco profundos.
Es curioso que el creador de Tiburón fuese también el que abrió la veda de las películas donde importaban más las criaturas generadas por ordenador que los personajes con su Parque Jurásico (1993). Vivimos en una época donde la cartelera está repleta de películas 3D con personajes planos. También parece otra extraña coincidencia del destino que En el Corazón del Mar sea estrenada el mismo fin de semana que El Puente de los Espías (S.Spielberg, 2015) con la que tendrá que luchar por hacerse un hueco en la taquilla.
En el Corazón del Mar bebe de diferentes clásicos del género, contiene una subtrama que no acaba de desarrollarse de manera natural y que parece extraída de cualquiera de las versiones que narran el motín del Bounty. Lo más interesante de este cuento inspirado en hechos reales, son los momentos en que se dedica a describir las locuras que se cometían para conseguir combustibles en aquella época y que hoy en día sigue lamentablemente de actualidad. Aunque la película resulta más que digerible no acaba de apasionar y puede resultar en ocasiones tediosa. Cabe recordar que esta no es la primera historia en la que Ron Howard narra la aventura de un hombre obsesionado con una criatura marina, en 1984 ya dirigió Un, dos, tres… Splash, pero aquella película era menos pretenciosa y también más entretenida. Quizá a Howard se le ha olvidado que no vale con tener una gran historia entre manos sino que también hay que saber utilizarla.
Lo mejor: el homenaje que rinde al género de aventuras marinas.
Lo peor: pese a estar basada en hechos reales ningún personaje tiene ni la mitad de interés que cualquier versión del capitán Ahab.
Por Alberto Sierra
@Albegto