Las relaciones y tensiones paterno-filiares han sido una constante en el cine de Gavin O´Connor; cómo el futuro se verá afectado por la conexión con los padres y cómo marcará la unión entre los hijos, envidias, complejos, faltas de atención. Ya en Cuestión de honor (2008) ahondaba en el tema, aunque fue con Warrior (2011), en opinión del que escribe su mejor película hasta la fecha e incomprensiblemente no estrenada en nuestro país, donde mejor quedó plasmada la idea del director neoyorquino. Aquella cinta mostraba la tensa relación de dos hermanos, magníficamente interpretados por Tom Hardy y Joel Edgerton, con la sombra del padre alcohólico volando sobre sus conciencias. A Nick Nolte, su interpretación le valió una nominación al Oscar. En El contable vuelve a establecer esas relaciones como núcleo y origen de la historia.
En El contable nos encontramos con Christian Wolff (Ben Affleck), hijo menor de un militar divorciado, que se dedica a blanquear dinero y detectar fugas de capital para diversas organizaciones criminales; también es un especialista en lucha y armamento, cualidades que tendrá que aprovechar debido a las enemistades adquiridas por su trabajo.
Gavin O´Connor infiere al film un aire de thriller de escuela, con empaque, que completan unos secundarios excelentes a los que uno se queda con ganas de ver mucho más en pantalla, actores de la talla de John Lithgow, inolvidable como uno de los villanos de Dexter, Trinity; Jeffrey Tambor espectacular como Maura en la serie Transparent o el recientemente oscarizado J.K. Simmons. El director se esfuerza en mantener el interés por el film en todo momento e intercala muy bien los momentos de tensión con algunos más relajados (véanse las apariciones de Anna Kendrick). El bueno de Affleck, que intenta dar vida al hierático contable, pone todo su empeño, sin embargo, en algunos tramos resulta todo un acto de fe creerte al personaje.
Ese reproche no es el único, ya que el guión emplea varias argucias argumentales y giros inverosímiles que restan credibilidad al conjunto y ponen al espectador en una posición incómoda: la de tener que participar en un juego tramposo (¿alguien se cree que ese niño, con su problema, pueda llegar a convertirse en ese frio e implacable asesino?). A pesar de esas triquiñuelas, el conjunto resulta tremendamente entretenido y su duración (128 minutos) no supone un lastre para la cinta. El contable, en definitiva, acaba por ser una buena opción si alguien quiere un rato divertido siendo consciente del descarado y a veces absurdo juego que nos propone el realizador.
Lo mejor: el resultado final es puro entretenimiento.
Lo peor: con ciertos trucos es difícil mantener la verosimilitud.