¿POR QUÉ VAMOS AL CINE?
Ir al cine es una experiencia que trasciende al hecho de “ver una película”. Entendido como ritual social y comunitario, el cine es un lugar de entretenimiento (para planes de fin de semana), que compartir con familiares y amigos. El contexto condiciona lo visto en pantalla debido a ese contagio de energía producido en el patio de butacas (y que recibe el nombre de interconducta). Otro extremo de la experiencia que se aleja del matiz colectivo es aquel que se centra en la el aspecto personal e individual de este tipo de actividad. Son los cinéfilos los que se sitúan en este grupo, aquellos que necesitan de esa ambientación idónea que proporcionan las salas de cine (oscuridad envolvente, cómodas butacas, grandes pantallas) y que les permite sumergirse plenamente en la película maldiciendo cualquier ruido que se produzca en la sala. En ambos casos, el visionado de la película en una sala de cine resulta ser una experiencia distinta a la que se experimenta con el consumo de films desde otro tipo de soporte (las nuevas pantallas). Directamente condicionados por el lugar de exhibición, espacios públicos y privados, las nuevas modalidades de consumo cinematográfico suponen un acercamiento distinto al cine, y en ningún caso, de inferior calidad. La película es un elemento más de todos lo que intervienen en la decisión de ir al cine, elemento en consonancia con la dicotomía, nada excluyente, de ocio y cultura, base de la motivación del público para acudir a las salas, y que hoy se encuentra en una verdadera crisis.
¿DÓNDE ESTÁN LOS ESPECTADORES?
En los últimos años, la asistencia a salas de cine ha caído estrepitosamente en España. Los datos registrados en 2014 (aún no están recogidos los del 2015), indican que, a pesar de los años en caída consecutiva de espectadores, se aprecia un ligero ascenso (un incremento de 13%, lo que se traduce en 87 millones de espectadores), aun muy lejos de los 143 millones registrados en 2004, último año antes del declive. Ante tal situación, la opinión mayoritaria se decanta por culpabilizar al factor económico de este descenso, un factor directamente relacionado con las medidas adoptadas por el gobierno para paliar esta crisis o a la tan perseguida piratería.
Pero si existen distintas motivaciones para ir al cine, limitarse a encontrar una única razón a esta crisis cinematográfica aportaría una explicación incompleta (e inexacta) de la realidad, algo peligroso teniendo en cuenta que las posibles medidas a adoptar para combatir las salas desérticas tendrán como referencia unos resultados sesgados.
OBJETIVO SALVAR AL CINE… ¿MISIÓN IMPOSIBLE?
Resulta inevitable en este análisis no atender al factor económico, ese que impulsó la subida del IVA del cine del 7 al 21%, y que ha promovido la mayoría de las medidas adoptadas para suavizar esta alarmante situación.
En esta línea, la iniciativa que goza de mayor popularidad es la multitudinaria Fiesta del Cine (el próximo mayo será la X edición). Esta medida es promovida por la FECE (Federación de Cines de España), FEDICINE (Federación de Distribuidores Cinematográficos), el ICAA (el Instituto de Cinematografía de las Artes Audiovisuales) y la Confederación FAPAE (de producción de cine), y supone la rebaja del precio de las entradas a 2,90 euros durante tres días. En la pasada edición se contabilizaron más de dos millones de espectadores y, a raíz de estas cifras, la conclusión parece simple: a menor precio, más espectadores. Si el objetivo que persiguen estas iniciativas es la asistencia masiva a las salas de cine, ¿por qué no vender siempre las entradas a este precio?
Ante el clamor popular que suplica por entradas siempre a 2,90 euros, los que se encuentran detrás de esta iniciativa no tardan en alertar sobre la fugacidad de este tipo de medidas. En realidad, no le falta lógica al razonamiento. El llenazo masivo de salas se corresponde, en gran parte, a la esencia que envuelve toda la Fiesta del Cine: su carácter puntual. Durante tres días, ir al cine es la prioridad y se reorganizan las agendas, posponiendo habituales ocupaciones, de manera que se pueda aprovechar la iniciativa. Desde la perspectiva del marketing, mantener en el tiempo una oferta hace que esta pierda su atractivo, por lo que no parece acertado suponer que el incremento del 550% registrado en la última Fiesta del Cine fuera a ser lo habitual, ya que esto responde, fundamentalmente, al “efecto llamada”.
Durante los tres días que dura este evento, todos estos agentes implicados llegan al acuerdo de asumir conjuntamente la reducción del precio de las entradas. Estos mismos organizadores son los que ven inviable mantener dichos precios basándose en la ruina económica que esto les supondría. Ante tales argumentos cabe preguntarse ¿adónde va a parar el dinero de una entrada de cine?.
Resulta complejo establecer un porcentaje exacto del reparto del botín, aunque una aproximación sirve para esclarecer cada agente implicado. Los precios de las entradas varían de unos cines a otros, cada uno fija su precio, y sobre ese coste se realiza el siguiente reparto de porcentajes (porcentajes estimados): un 21% corresponde al IVA fijado por el gobierno; un 3% es destinado a la gestión de derechos de autor, es decir, a la SGAE; entre el 35 y el 42% es el destinado a los exhibidores, las salas; y las distribuidoras y productoras se embolsan un porcentaje que oscila entre el 40 y el 50%. Teniendo en cuenta la variabilidad de precios fijadas por los exhibidores, (que oscila entre los 6 y 12 euros), redondeamos el precio de una entrada a 9€, para aplicar estos porcentajes, y observar cómo quedaría el reparto real, así, cuando compras una entrada el dinero se reparte de la siguiente manera: 1,89 euros de IVA; 27 céntimos para la SGAE; 4,14 Euros para las distribuidoras y productoras, y 2,7 Euros para las salas de exhibición.
Todas la medidas basadas en la bajada de precios, entre las que se incluye el día del espectador, tarjetas de fidelización, pack de familia o descuentos para siguientes visitas, dependen únicamente de los exhibidores, y son descuentos que se ven limitados por los gastos fijos que deben afrontar mensualmente (las salas alegan que los gastos por alquiler y luz son costosos, por lo que se ven imposibilitados a mantener la entrada a 2,90, además de ser un factor que no depende únicamente de ellos). Parece que a la hora de pagar, nadie quiere responsabilizarse.
¿HAY LUZ AL FINAL DEL TÚNEL?
Es incuestionable que ir al cine es una actividad que resulta cara por lo que, evidentemente, abaratar las entradas activa la “llamada del público a las salas”. A la luz de los datos, sería erróneo pensar que la opción del cine gratis (descargas «ilegales») es la que le roba espectadores a las salas, sobre todo si fijamos la atención en las listas de películas más taquilleras y descargadas del 2015, donde la mitad de los títulos aparecen en ambas listas. Puede que esta luz arrojada sobre la cuestión subraye la necesidad de abaratar las entradas de cine. Dejando a un lado los utópicos 2,90 euros, sería viable un precio más justo donde el porcentaje rebajado se asumiera conjuntamente, y así las pérdidas fueran las mínimas y la venta de entradas muy elevada.
La realidad en la que estamos inmersos demanda una reflexión mucho más amplia que sea capaz de contemplar aspectos relacionados con el nuevo tipo de espectador, los nuevos espacios de representación y las nuevas formas de consumo cinematográfico, las cuales no parecen ser excluyentes. Siguen proliferando nuevas formas de relación con las películas, algo importante en la historia del cine que no debería temerse.
Mantengamos la calma, los cinéfilos tenemos claro que la experiencia de ir al cine sigue siendo insustituible, y si encima nos sale barato, mejor.
“Creo que la experiencia de ir al cine y ver una película rodeado de un montón de gente también forma parte del poder de transformación de la película, y equivale al viejo chamán que cuenta historias a un grupo de gente a la luz de la hoguera. Resulta destacable que cuando gritas y el resto del público grita, te das cuenta de que no eres el único que siente ese miedo, y eso resulta extrañamente reconfortante. Sin embargo, en la televisión también puedes ver películas con tus amigos. Ahora vemos las películas en muchos medios diferentes y creo que todos ellos se complementan«.
Wes Craven (Director de cine)
Por Cristina Aparicio
@Crisstiapa
