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Cine francés: Culpables por prestigio

Vaya por delante que nunca me han gustado mucho las listas en esto del cine, ya que siempre me han parecido culpables de que algunos cineastas sean muy populares, y otros con los mismos, o incluso mayores, méritos permanezcan todavía prácticamente en el anonimato. Si a esto le sumamos que mi cinematografía predilecta es sin duda la francesa, imaginaros lo complejo que ha resultado para este servidor destacar SOLO 11 cineastas de tan prolífica nación que, seguramente junto a EEUU, haya sido la que mayor número de obras maestras ha regalado al cine. Pese a que falten centenares de creadores (algunos de una importancia tremenda) que merecerían formar parte de esta lista, resultaba imposible incluirlos a todos así que la criba ha sido salvaje y el resultado lo tenéis a continuación, y supone un pequeño (y muy superficial) recorrido cronológico por la Historia del Cine Francés. 

LOUIS LUMIÈRE

Conocido mundialmente junto a su hermano Auguste por ser los creadores del cinematógrafo (aunque con ciertos matices) el 22 de Marzo de 1895 con la proyección de Salida de los obreros de la Fábrica, los famosos hermanos no suelen tenerse en cuenta más allá de por este histórico hecho, pero si se indaga un poco más se descubrirá que Louis, el autor de la mayoría de sus films, fue un auténtico cineasta. En sus breves grabaciones aparecieron por primera vez algunos de los recursos formales que marcarán el devenir de todo el cine posterior (panorámicas, travellings (captados encima de vehículos, uso del escorzo para ofrecer profundidad a los planos), creando además el cine de ficción como tal (y casi del slapstick) con El Regador Regado, e incluso la primera película experimental jamás filmada con Demolición de un Muro, en la cual la imagen será rebobinada construyendo de nuevo la pared que acaba de ser derribada.

MAX LINDER

Sin duda alguna el cómico más famoso del cine francés (y probablemente del europeo) durante el período mudo y que influyó en el archiconocido personaje del vagabundo interpretado por Charles Chaplin, el cuál declaró a Linder como su maestro y principal referencia. El actor y director creó el personaje de Max, un elegante mujeriego cercano a la figura de un dandy envuelto en mil y una desventuras, y que se convirtió en el personaje más importante (y mejor pagado) del cine francés de la época, explotado por el propio Linder al adoptarlo como su alter ego incluso fuera de la pantalla. La agitada vida y trágico final del cómico (se suicidó junto a su esposa) pudo influir en el terrible olvido en que cayó para la historia la mayoría de su obra, que no sería redescubierta (parcialmente, ya que ha desaparecido más del 70%) hasta mediados de los 60 gracias a los esfuerzos de su hija.

ABEL GANCE

La década de los 20 en Francia se caracterizó, entre muchas cosas, por la aparición del Impresionismo cinematográfico, el cual pretendía desvincular el cine del resto de las artes esgrimiendo que este disponía de sus propios y autónomos recursos que lo libraban del servilismo hacia dichas disciplinas, destacando, entre otros, la noción cinética del movimiento mediante el montaje y la manipulación de las imágenes como representación de las emociones en los personajes. Y si existió un principal representante de dicha escuela ese fue sin duda Abel Gance, ambicioso cineasta considerado de los más innovadores de la época ya que buscó incansablemente nuevos recursos para la paulatina construcción del lenguaje cinematográfico, como la sobreimpresión de imágenes para asociar ideas, la división en 3 de la pantalla o el uso de cámaras ligeras que colocaba encima de animales o proyectiles. 

JEAN EPSTEIN

Y si de innovadores hablamos, no podemos olvidarnos de Jean Epstein, cineasta polaco que pese a ser relacionado habitualmente con el Impresionismo superó con creces los límites del movimiento contribuyendo a la madurez expresiva del, por entonces, joven cine gracias a la enorme importancia de su corpus teórico que, entre otras cosas, rompía con los canónicos 24 fotogramas por segundo. Los manipulaba continuamente para que cobraran toda su dimensión, intentando hallar imágenes que alteren las concepciones temporales violentando el movimiento (mediante ralentís y aceleraciones), dando lugar a percepciones y sensaciones totalmente nuevas, que iban más allá de la esfera de lo real o visible (según el cineasta, auténtica finalidad del cinematógrafo), y que progresivamente acabó evolucionando, paradójicamente, en cierto naturalismo poético limítrofe entre la ficción y el documental de su etapa final en la Bretaña francesa.

JEAN RENOIR

Siendo seguramente el director francés más reconocido en toda la historia, el hijo del célebre pintor Impresionista Pierre-Auguste, se erige como figura fundamental en la primera mitad del siglo XX. Aunque nacido bajo la eclosión Impresionista (se puede apreciar cierta influencia en La Cerillera) pronto el cineasta galo basó su cine en el realismo (incluso adelantándose al Neorrealismo con Toni) inundado por un tremendo humanismo (claramente heredado de Chaplin), para progresivamente convertirse en el principal baluarte, junto a Jean Vigo y Marcel Carné, del conocido como Realismo Poético (que se desarrolló en el país vecino durante la década de los 30, aplicando una mirada realista, con cierta conciencia política, pero no exenta de un importante lirismo) ofreciendo alguna de las más bellas películas de todos los tiempos (incluyendo su infravalorada etapa americana).

ROBERT BRESSON

Y si Renoir es el más reconocido, sin duda Bresson es el más importante. Teórico que perseguía, mediante su peculiar concepción del universo cinematográfico, alejar a lo que él llamaba «cinematógrafo» de las eternas ataduras literarias y dramáticas que arrastraba el medio desde prácticamente sus inicios, creando un lenguaje exclusivo para el cine, y haciendo de la elipsis, el uso del sonido directo (con especial énfasis en el del fuera de campo), y el ascetismo cinematográfico (los mínimos planos explican la máxima información sin aspavientos ni florituras) e interpretativo (célebres son sus modelos, intérpretes anónimos sin apenas gestualidad ni entonación), sus principales herramientas fílmicas. Creó con ellos una filmografía breve (13 largometrajes) pero de una importancia capital en el desarrollo cinematográfico (y en el de las Artes en general), con algunas películas que ya forman parte de los anales del 7º Arte.

JEAN-LUC GODARD

L’enfant terrible que más regueros de tinta ha hecho correr a favor y en contra de su cine. Inconformista por naturaleza y en continua evolución (no en vano cuenta con una de las filmografías más radicales, extensas y, curiosamente, coherentes jamás filmadas), Godard ha acabado erigiéndose en el cineasta más talentoso e innovador (aunque no el más vigente) de la Nouvelle Vague, el movimiento que hizo temblar los cimientos clásicos del cine a principios de los 60. Desde su debut con Al Final de la Escapada se propuso romper con todas las reglas escritas (comenzó por crear el famoso montaje sincopado o jump-cut), pasando por una etapa ensayística política/maoísta con el grupo Dziga Vertov, volviendo a la ficción pero con especial interés por la conciencia de representación en la imagen y logrando, a sus 83 años, realizar la única película en que el 3D es totalmente necesario (aunque de una forma discursiva y no narrativa). Se odiará o se amará, pero sin lugar a dudas, Godard tiene un puesto privilegiado en la Historia del Cine, como Malievich lo tiene en la pintura o Joyce en la literatura.

ALAIN RESNAIS

Habitualmente relacionado erróneamente con la Nouvelle Vague, Resnais formaba parte de la Rive Gauche, movimiento coetáneo al surgido desde Cahiers du Cinema (de hecho, nació en otra famosa revista, Positif), con similar afán reformista del lenguaje cinematográfico pero con una óptica más preocupada por la experimentación en las estructuras narrativas. Cineasta visionario como pocos, sus tres primeros largometrajes (tras un brillante paso por el documental creativo) suponen alguno de los mayores hitos de toda la historia, alejándose de los preceptos clásicos, cuestionando el concepto tradicional de montaje, la condición de los personajes y de su representación, o la gestión del tiempo cinematográfico y desembocando en, probablemente, la película más radicalmente innovadora realizada hasta aquella fecha, como es El Año Pasado en Marienbad.

CHRIS MARKER

Probablemente el cineasta más misterioso de la historia (apenas existen fotografías o entrevistas suyas) y a la vez, de los más creativos. Surgido, como Resnais, de la Rive Gauche y emparentado con el documental de creación o ensayo, Marker dispone de una enorme obra que sobrevuela algunos de los sucesos políticos más importantes de la segunda mitad del siglo XX, pero siempre reflexionando directamente sobre los mismos gracias a su excelso uso de la voz en off (incluso incluyendo estructuras tecnológicas como contexto de las imágenes en Level 5). Pero no sólo de ensayo vive su obra, ya que seguramente guarde una de las cintas de ciencia-ficción más extrañas y sublimes de toda la historia, La Jetée, realizada mediante fotos y que inspiraría a Terry Gilliam para dirigir 12 Monos. Un cineasta que continuó trabajando hasta los 80 años (gran parte de sus obras están en Youtube) con una forma de captar/narrar sucesos sin igual.

JEAN-PIERRE MELVILLE

Aunque su carrera cinematográfica se inició con anterioridad a sus tres precedentes, la importancia del cine de Melville (todo y tener filmes enormes en sus inicios como Le Silence de la Mer con gran influencia para la Nouvelle Vague) no alcanzaría sus mayores cotas hasta mediados de los 60 cuando se convirtió en el principal y más importante representante del Polar Francés.  Este género es la adaptación del cine negro/policíaco norteamericano en terreno galo, pero diferenciándose de este por la predilección en colocar a los delincuentes como protagonistas ambiguos aunque moralmente superiores a la policía, una mayor atención a los cambios internos de los personajes más que en persecuciones o tiroteos, junto a un marcado laconismo en sus protagonistas, como Alain Delon en Le Samourai (sin duda, deudor de Bresson e influencia en Winding Refn) y cierta aspereza narrativa al distanciar al espectador de los personajes.

JACQUES AUDIARD

Y para no dejar huérfanas de talento las últimas 2 décadas de cine galo, añadimos a esta lista al, probablemente, último gran cineasta de industria que ha dado el país vecino: Jacques Audiard, director surgido a mitad de los 90 y que resulta complejo ubicarlo en un género concreto, ya que ha pasado de la comedia, al drama romántico o social, pasando por el neo-noir hasta llegar a realizar la película francesa sobre mafia más importante del nuevo siglo: Un Profeta. Recurrente en el uso de los elementos cinematográficos (como el del sonido en Lee mis Labios) y alejado de la parafernalia y la narrativa pseudo-hollywoodiense tan típica en muchos de los cineastas galos actuales y que, recientemente, le ha valido su primera Palma de Oro por Dheepan. Siempre a tener en cuenta.

Por Jose Antonio Bracero
@Bracero666

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