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Año cero: Miradas desde los márgenes

A pesar de su capacidad como visionarios es muy posible que los Lumiere, cerebros iniciáticos del séptimo arte, nunca pensasen en un lugar apasionante pero intangible, donde casi todo estaría al alcance de cualquier ciudadano del mundo. Esa posibilidad, hoy real, está permitiendo que muchos luchadores y luchadoras consigan hacer ver su obra y su talento, sin tener que recorrer el planeta con sus descubrimientos, sus inventos o sus creaciones. A los Lumiere, afortunados o desafortunados ellos, sí les tocó.

Así que esa posibilidad infinita hizo que, hace ya un tiempo, surgiesen lo que hoy conocemos como plataformas de vídeo bajo demanda (VOD en su término técnico), sitios web que ofrecen todos aquellos contenidos cuya distribución en salas se hace imposible, ya sea por la supremacía de las producciones que llegan desde Hollywood, o la torpeza de algunos distribuidores, que se empeñan en no ver más allá de sus narices, sin permitir al gran público elegir si lo que quiere ver necesita un bol de palomitas, o no. Pero esto funciona así, es la globalización, dicen, aunque siempre nos quedará París. Y París es Filmin, por ejemplo. Os proponemos reflexionar sobre vuestros intereses cinéfilos, porque esta (buena) gente tiene mucho que ofrecer. Estrenos comerciales, ciclos, retrospectivas, temáticas de todos los colores… y estrenos como el de Año Cero, la película de la que queremos hablaros. Cine desde los márgenes, hecho con pasión, sin patrones, sin cadenas. Ese que, a lo mejor, también les gustaría a los Lumiere.

El film, que se ha contextualizado mostrando el Madrid céntrico del año 2013, describe la figura de Miguel, un joven español de clase media que, de la noche a la mañana, se queda sin trabajo. Como tantos otros de su generación, el problema al que se enfrenta el protagonista no es una cuestión económica (que también) sino un peligroso vacío que altera la autoestima y pule las expectativas del presente y el futuro. Miguel, como un zombie social, marcado por unas dificultades que no eligió, tendrá que decidir entre volver a coger las riendas de su propia existencia, o dejarse llevar por las circunstancias que devoran poco a poco los cimientos de su personalidad y todo lo que había conseguido hasta ahora.

Premiada en el Festival Internacional de Cine de Iquique (Chile), y proyectada de manera especial en el Festival de Cine de Madrid-PNR, la película está dirigida por Mario Jara (Santiago de Chile, 1973) realizador que definitivamente se establece en nuestro país allá por el año 2005 para encarar la recta final en su formación cinematográfica. Debuta en 2009 con el cortometraje La líneaa lo que suma el estreno del falso documental Regression, que pudo verse en el año 2013 en la Cineteca de Madrid. También guionista, Jara asegura hacer «cine de guerrilla«, de ese que se abre paso a machetazos de pasión y de historias cotidianas, de las de hoy (o quizá también ayer), de las que sirven de espejo, de toque de atención, o de alarma de reloj, la que nos despierta cada mañana y nos obliga a no volver a cerrar los ojos.

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Año Cero, de argumento y temática con la que es sencillo identificarse, está protagonizada de manera muy efectiva por la madrileña Esther Rivas y Jorge Machín. Ambos intérpretes, con experiencia en otras producciones, trasladan con total humanidad sus diferentes sensaciones a lo largo de toda la trama, aumentando la impresión de autenticidad que destila la película de principio a fin. Dentro de un contexto social complejo como es en el que se mueve Año Cero, no hubiese sido raro que ciertas situaciones corriesen el peligro de parecer artificiales, pero Jara, que dirige con sencillez aunque de manera enérgica, logra que su texto tenga vigencia no sólo desde el papel, sino también al trascender más allá de sus propias imágenes. Con algún momento reservado para el humor, pero con un evidente toque de nostalgia, incluso de dura crítica, Año Cero nos traslada tanto a la realidad del paro y sus terribles consecuencias, como a la necesidad de desaparecer de aquellos lugares antes conocidos. El guión de Jara nos obliga a recordar los movimientos migratorios, aspecto hoy ya tan común como la experiencia vivida por el propio director.

Rodada entre la capital madrileña y Galicia, la película es, por qué no, un canto a la esperanza, a aquella que siempre está presente en los momentos en los que nuestros propios cimientos se tambalean. Cuando la vida nos pone a prueba (que aunque no lo creamos, siempre lo hará), es necesario encontrar nuestro camino y saber cuál será nuestro rumbo. Mirar atrás nos ayudará poco. Mario Jara no lo hizo y estamos seguros que Año Cero es, sin lugar a dudas, el comienzo de un periplo apasionante, la prueba de que el cine es un sinfín de miradas, como esta, que nos observa desde los márgenes.

Por Javier G. Godoy
@blogredrum
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