La obsesión de las grandes productoras del cine norteamericano por resucitar de cualquier manera algunas películas que fueron éxitos en tiempos pasados, ha llevado a Sony y a Columbia Pictures a versionar uno de los blockbuster ochenteros más simpáticos de aquella década. Emitida infinitas veces en televisión y causante de un gran número de productos de merchandising, Los cazafantasmas, de Ivan Reitman, se metió al público en el bolsillo con una película basada en el humor, la acción y los efectos muy especiales, que relataba las andanzas de un grupo de científicos obsesionados con las visitas de aquellos que no han acabado de cruzar el túnel una vez muertos. ¿A quién vas a llamar? rezaba el eslogan que capitaneaba el cartel del merecido taquillazo de Reitman.
Muchos años después de aquello, allá por 2015, se anunciaban las nuevas intenciones. Tras la primera noticia de la aparición del nuevo proyecto, con la impactante decisión de sustituir a los famosos Bill Murray, Dan Aykroyd, Harold Ramis y Ernie Hudson por un reparto íntegramente femenino (a excepción de Chris Hemsworth), las Redes Sociales (en un amago estúpido de paranoia machista) y parte de la crítica, se encendían ante otro nuevo sacrilegio de Hollywood en forma de «reinicio» del film de 1984. La polémica por todas las decisiones estaba servida, así que Paul Feig, director de la cinta, tenía la arriesgada misión de captar la atención de dos generaciones: la que conoció el éxito de la primera entrega, y la que no está familiarizada con los Moquete, Ecto 1 o el Ghostbusters, de Ray Parker Jr.
Ante el reto de devolver a las transitadas calles de Nueva York al grupo de científicos convencidos de la presencia de formas del más allá, Feig y la guionista Katie Dippold respetan todos los conceptos de los personajes creados por Harold Ramis y Dan Aykroyd, pero reinventan y rearman al avezado equipo y caricaturizan con cierta habilidad la aguda personalidad de cada una de sus miembros. Era difícil igualar el carisma de los Bill Murray y compañía, pero en favor de esta nueva entrega hay que decir que las cuatro cazafantasmas no sólo se defienden con eficacia de los agresivos espectros, sino que reivindican la idea con buenas interpretaciones, una aceptable administración del humor y la construcción de unas identidades relativamente sólidas.
Melissa McCarthy, Kristen Wiig, Leslie Jones y Kate McKinnon, han sido las actrices elegidas para componer el nuevo equipo. Mientras las dos primeras ejercen de figuras más experimentadas (dentro y fuera del film), Jones y McKinnon utilizan su tirón en el famoso programa Saturday Night Live para abrirse camino con dos papeles de más protagonismo que los que habían desarrollado anteriormente. A destacar el caso de la segunda, que en Cazafantasmas exprime su capacidad para la imitación y se convierte en una divertida e inteligente genio de la electrónica. También aporta su granito de arena Chris Hemsworth, que le da la vuelta a la tortilla e interpreta al recepcionista torpe pero simpático y tierno; una pequeña e «inocente» mutación del personaje femenino de antaño.
El entretenido cóctel que, siendo realistas, no se convertirá en el paradigma de la diversión y la creatividad, se revela positívamente ante la inmovilidad de muchos de los productos cinematográficos que se producen a lo largo del año y que tienen la misma finalidad (ya hay rumores de un remake de El precio del poder, que dirigiría Antoine Fuqua), por lo que, al menos, merece el justo reconocimiento por el esfuerzo. En un símil olímpico, inmersos como estamos en las competiciones de Río 2016, podríamos decir que no conseguiría el oro, ni la plata o el bronce, pero sí un diploma que acreditaría sus intenciones de agradar y divertir al patio de butacas de la manera menos tramposa posible.
También hay lugar para la nostalgia en esta Cazafantasmas del siglo XXI. Sin perder jamás el humor, cimientos de la producción, la película nos guiña el ojo con los cameos de muchos de los protagonistas de las dos primeras y exitosas películas. Todos aquellos que nos sorprendieron en 1984, a excepción del fallecido Harold Ramis, desfilan fugazmente por diferentes partes del metraje del remake que ha dirigido con cariño Paul Feig. Sorpresas como esas apariciones estelares, unos escandalosos aunque creíbles efectos digitales y algunos chascarrillos ocurrentes, conforman este agradable entretenimiento para toda la familia que, si bien no iguala en ningún momento la singularidad de sus predecesoras, sí cumple la tarea de complacer sin corromper la taquillera idea primigenia.
Lo mejor: sus aciertos, suficientes para resultar entretenida.
Lo peor: el hartazgo general en torno al concepto de remake.
Por Javier G. Godoy
@blogredrum
