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La candidata perfecta: ¿Difícil o imposible?

La rotura de una cañería a la entrada de un hospital hace que la llegada a urgencias (de hecho, al único centro que cuenta con este servicio en la localidad de Arabia Saudí donde transcurre la historia) sea toda una odisea. Puede que imposible no sea la palabra adecuada con la que referirse a dicha dificultad, pero sí la que mejor describe una absurda situación que perjudica a la mayoría de habitantes del lugar. Esta es la cuestión que palpita en La candidata perfecta: la asumida (e impuesta) imposibilidad de aquello que es ‘solo’ difícil.

La última película de Haifaa Al Mansour vuelve de nuevo a abordar la misma cuestión que en La bicicleta verde (Wadjda, 2012), su primer largometraje, y lo hace con unos planteamientos narrativos y formales similares: una mujer no puede alcanzar una meta personal o profesional al toparse con las restricciones impuestas por la sociedad en la que vive, lo que motiva una lucha por sus derechos que deja al descubierto la frustración, la desigualdad y la opresión en la que viven las mujeres. Así, el valor de ambas cintas reside en ese aspecto tan particular que parte de lo íntimo, de lo privado, para hacer pública esa parte que queda invisibilizada de puertas para dentro, al otro lado de la esfera ocupada por los hombres, donde no es necesario taparse el rostro con un velo.

Ambas películas pueden entenderse como un díptico que dialoga sobre las distintas posiciones de la mujer en dos edades diferentes: la infancia, por un lado, y su marcado carácter idealista e inocente; y, por otro, la entrada a la edad adulta, donde las experiencias (más crudas o dañinas) han ido forjando el carácter con una visión menos positiva, quizá, del destino. Dos etapas que la cineasta acierta a diferenciar en su forma de plasmarlas en pantalla: del tono luminoso y despreocupado de La bicicleta verde (una mirada esperanzadora vista con los ojos de una niña) a la visión desencantada que ofrece la perspectiva de la joven doctora protagonista de esta última cinta.

Es en el empeño de la realizadora por subrayar ciertos comportamientos o actitudes misóginos (o machistas) donde su aspecto didáctico (o activista) prevalece sobre el cinematográfico, haciendo de su mensaje (necesario y oportuno, indudablemente) el aspecto más significativo del conjunto.

Razor Film Produktion GmbH / Norddeutscher Rundfunk

El humor y la ironía (elementos que ya destilaba su ópera prima) de ciertas escenas (el vídeo de su campaña promocional, donde la candidata aparece con todo el rostro cubierto; o la separación de los espacios para hombres y mujeres en la boda) otorgan un cierto aire de provocación e ingenio a la película. Una prueba evidente de la habilidad de Al Mansour de pensar en términos cinematográficos y demostrar, además, que la mejor forma de combatir imposibles es siempre comenzando las batallas.

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