Aunque el año pasado nos confirmó una vez más que la calidad de una película no tiene por qué reflejarse en el número de nominaciones que recibe a cualquier galardón que se precie (véanse Black Panther [Black Panther, 2018] o Bohemian Rhapsody [Bohemian Rhapsody, 2018]), el caso de Cadena Perpetua (The Shawshank Redemption, 1994) es una excepción. Y es que, si bien es cierto que el primer largometraje dirigido por Frank Darabont se fue con las manos vacías de la 67ª gala de los Oscar, todas y cada una de las nominaciones que recibió sirven para confirmar la incuestionable valía de la que es una de las mejores películas de las últimas décadas.
Todo comenzó cuando Darabont, después de conseguir los derechos de un relato corto escrito por Stephen King para producir su primer cortometraje, volvió a contactar con el maestro del terror para que su ópera prima también fuese una adaptación de una de sus novelas cortas, concretamente de la llamada Rita Hayworth and Shawshank Redemption (1982). A pesar de la aparente simplicidad de su historia y de que el propio King no entendía qué era lo que le veía Darabont a una obra como esa, el que posteriormente volvería a coronarse con La Milla Verde (The Green Mile, 1999) y La Niebla (The Mist, 2007) se aferró al proyecto y dio forma a un filme que –fruto del trabajo de un novato– consiguió reunir siete nominaciones a los Oscar, incluyendo la de Mejor película.
Narrada en primera persona por Red (fantástico Morgan Freeman), Cadena Perpetua se adentra en los terrenos de la prisión de Shawshank aprovechando la llegada de Andy Dufresne (Tim Robbins), un joven banquero condenado a dos cadenas perpetuas por el asesinato de su mujer y el amante de ésta. Dufresne, que inicialmente opta por pasar desapercibido entre sus compañeros de pasillo, no puede ocultar durante mucho tiempo sus interminables inquietudes y termina revolucionando la rutina de la cárcel, entablando una férrea amistad con Red y demostrando al resto de convictos que la esperanza no es peligrosa, sino necesaria para poder mirar hacia al futuro.
Gran parte de la belleza de este filme, además de su fotografía (firmada por el reconocido Roger Deakins) y su apasionante banda sonora original (primera nominación al Oscar de Thomas Newman), yace precisamente en cómo Darabont –que no sólo dirigió, sino que también se responsabilizó del guion– consigue que el espectador se olvide de la condición de criminales de sus protagonistas trasladando el papel de antagonista al alcaide de la cárcel y centrando su atención en la amistad que se forja entre Red y Dufresne. Así, el que podría haber sido un drama convencional ambientado en una cárcel norteamericana, termina funcionando como una oda a la perseverancia, a la amistad y a la esperanza que, aunque durante el tiempo que estuvo estrenada en los cines estadounidenses no fue capaz de recaudar lo suficiente para cubrir los gastos de producción, sin duda ha conseguido ganarse un hueco de honor entre los títulos favoritos de infinidad de cinéfilos en todo el mundo. Y es que, como muy bien reflejan todas y cada una de sus nominaciones a los Oscar, Cadena Perpetua es una de esas películas a las que el tiempo las termina poniendo en su sitio: lo más alto.