Hay filmes en los que parece como fin último satisfacer los pensamientos lúbricos del director que los perpetra. Dar rienda suelta a sus ideas para lograr un desarrollo y un clímax más o menos provocador, en el que se éstos se dejan llevar por referentes idealizados o gustos puramente personales. A partir de ahí, dejan volar su visión onanista para, con sentido o sin él, llegar al punto deseado, introduciendo, en este caso, desde el hard metal o el giallo italiano a paralelismos lisérgicos con el mundo del arte.
Esto es lo que sucede con Bliss (2019) de Joe Begos. El director trata de contar una historia donde el argumento es lo de menos. El cuentito vampírico con tintes narcóticos es lo que menos preocupa a Begos más esforzado en mostrar recursos visuales que referencian al Panos Cosmatos de Mandy (2018) o al Darren Aronofsky de Requiem for a Dream (2000). Sin embargo, donde aquellas era innovación y originalidad, Bliss es reiteración y vacuidad; también, por qué no decirlo, vejez formal.
Actuaciones de baratillo que recuerdan a trabajos de Serie B, con el único fin de llegar a un delirio gore de veinte minutos donde se agradece el estallido de violencia y sangre, aunque el camino hasta llegar ahí se hace largo y tortuoso.
Lo mejor: Su corta duración y el estallido gore final.
Lo peor: Que tenga que transcurrir una hora, sin interés alguno, hasta llegar a lo rescatable.
