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Cine Documental

Blackfish: la cruel memoria del agua

Hay quien dice que el nombre de “ballena asesina” («killer whale» en inglés) comenzó a utilizarse como resultado de un malentendido lingüístico. Hace ya muchos años, los marineros españoles acostumbraban a llamar a la orca “asesina-ballenas” por eso de que, cumpliendo con su posición en la cadena alimenticia, se alimentaba de otros cetáceos como delfines o ballenas de menor tamaño. En un intento por adaptar este concepto al habla inglesa, se acuñó el término «killer whale» en lugar de «whale killer», fomentando así – aunque parezca mentira – la construcción de un perjuicio hacia un animal que, lejos de ser violento, comparte más características con sus primos los delfines que con, por ejemplo, las ballenas.

Gracias a Blackfish (Blackfish, 2013), documental dirigido por Gabriela Cowperthwaite y nominado al BAFTA el año de su estreno,  todos los perjuicios que se tenían sobre las orcas no sólo se desmoronaron, sino que además se vieron severamente afectados por un relato en el que se aborda la problemática referente a la cautividad animal a raíz del trágico accidente ocurrido en Febrero de 2010 en el parque marino llamado SeaWorld, en Orlando.

Fue en aquel parque, uno de los tres que hay distribuidos por todo Estados Unidos, donde la criatura Tilikum, una orca criada en cautividad famosa por los espectáculos que protagonizaba en el centro, provocó la muerte de una de sus entrenadoras: Dawn Brancheau (Estados Unidos, 1969). El suceso, inicialmente atribuido a un descuido de la propia entrenadora, poco a poco fue puesto en entredicho hasta que, en el año 2013, Cowperthwaite estrenó su documental, difundiendo así una información por la que uno asume que, independientemente de que en este tipo de espectáculos pueda haber errores humanos, la cautividad de las orcas ni es segura, ni tampoco éticamente correcta. Y es que lo que hace Blackfish es, basándose en aquel terrible accidente, construir una imagen sobre la cautividad de las “ballenas asesinas” que hasta entonces, o bien no era conocida, o sobre la que, simplemente, se hacía oídos sordos.

Tal y como nos enseña Cowperthwaite, estas criaturas, de las que no se han registrado agresiones a humanos en su hábitat natural, son seres sociales, pacíficos y neurológicamente superiores a otros animales similares. Por lo tanto, parece lógico argumentar que la cautividad sea el motivo por el que las orcas desarrollen conductas agresivas o, como dicen ellos, “psicóticas”. Y aunque realizar esta afirmación pueda parecer pretencioso, en el documental no se alcanzan conclusiones sólo con la trágica muerte de Dawn, sino con un detallado registro de los accidentes ocurridos en parques similares a SeaWorld (uno de ellos Loro Parque, localizado en las Islas Canarias) y una interesante reflexión sobre la conducta de las orcas en cautividad, el desarrollo de anomalías tanto físicas (véanse las alteraciones de su aleta dorsal) como – digamos – psicológicas, y los testimonios de testigos de los accidentes, entrenadores y profesionales de la materia.

Sin embargo, a la hora de hacer juicios de valor sobre lo que Blackfish presenta, hay que ser cautos y reconocer que estamos ante una herramienta no sólo de concienciación (que lo es, pues SeaWorld – desde el estreno de la película – ha experimentado pérdidas económicas), sino ante un peón más de la industria del entretenimiento. Por lo tanto, toda sentencia hecha en el documental – con su muy buena banda sonora, efectos de sonido y montaje – debe ser contrastada o, por lo menos, analizada. Al fin y al cabo, la sala de edición y las aspiraciones de los realizadores de todo largometraje también deben ser introducidas en la ecuación. Porque si se tienen en cuenta, la experiencia de ver Blackfish es mucho más enriquecedora y apasionante. ¿O acaso, a pesar de que con ella quede claro que la cautividad de las llamadas “ballenas asesinas” y su explotación en espectáculos de entretenimiento es más que cuestionable, no es interesante reflexionar sobre si estamos ante una sobresaliente obra de divulgación o ante una herramienta sensacionalista más?

Por Nicolás G. Senac
@JerryF_
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