Alguien en los pasillos de los estudios de Hollywood debería decirle a los peces gordos que parasen ya de hacer remakes, no digo para siempre pero sí durante una temporada más bien tirando a larga. Y lo digo por la sensación que da ver a gente gastando montañas de dólares en películas ya vistas y en la mayoría de los casos bastante mejores. Y es que parece que, o lo hacen por pereza o lo hacen por estupidez y agotamiento de ideas que, además de poco elegante, dice muy poco de los grandes directivos y estudios del Hollywood actual. Los resultados en taquilla no están siendo los deseados y a nivel artístico la mayoría de las veces no dejan de ser burdas copias o meros ejercicios de pseudocinefilia que no nos llevan a descubrir nada.
Por supuesto que hay excepciones, por ejemplo, el Scarface de De Palma con un antológico Pacino, La cosa de John Carpenter o La mosca de Cronenberg, también El amanecer de los muertos de Zack Snyder o más recientemente Infiltrados del maestro Scorsese que le supuso un Oscar a la mejor película (cuando realmente lo hubiese merecido por alguna otra antes que esta, pero eso es otra historia). El problema del film que nos ocupa no es ya la calidad, que me parece un remake digno y bastante entretenido cuando en realidad me esperaba algo parecido a un ladrillo, sino la osadía de enfrentarse a una cinta que trasciende lo cinematográfico; es posiblemente la película más televisada de la historia, todas las Semanas Santas nos la ponen, es un arquetipo, un icono. Sería como plantear un remake de Ciudadano Kane, Cantando bajo la lluvia o El padrino, a pesar de que el Ben-Hur de William Wyler, que es el que todos tenemos en mente, ya era un remake. Tampoco ayuda la época en la que se estrena- la versión de 1925 se estrenó en Navidad y la de Wyler de 1959 se estrenó justo antes de las fiestas navideñas- ya que la estival es una temporada más juvenil y más dada al cine comercial y de puro entretenimiento.
Esta Ben-Hur, que ha dirigido el ruso Timur Bekmambetov, es una versión entretenida y se esfuerza por no caer en la copia, error garrafal que la hubiese llevado a hacer aguas por todas partes; desde el fracaso de Cleopatra (1963) los estudios se dieron cuenta que llevar a la pantalla historias hechas de aquella manera no serían rentables por ningún lado y cuando lo intentaron, véase La puerta del cielo del desaparecido Michael Cimino, el tiro les salió por la culata. Tiene partes bastante decentes y un par de escenas realmente conseguidas, por supuesto la carrera de cuadrigas y –ojo- la escena de las galeras, absolutamente espectacular y muy disfrutable. Modula muy bien el uso de los efectos especiales pero tiene ciertos momentos en los que se nota que el director no los sabe manejar o le superan por su grandilocuencia, por ejemplo, la parte de Jesucristo, un mero esbozo. Uno echa de menos a un actor con más peso en el papel de Messala, a Toby Kebbell realmente le queda grande. Por su parte, a Jack Houston en el papel de Ben-Hur -espectacular en la serie Boardwalk Empire donde hacía un enorme trabajo de voz y de contención- se le nota su esfuerzo, pero tal vez no sea su tipo de personaje. Amigos, no todos pueden ser Hamlet, también tiene que haber enterradores.
Lo mejor: la secuencia de las galeras.
Lo peor: la aceleración de algunos tramos y un final edulcorado.