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Bandas Sonoras

2020 en 10 bandas sonoras

The Rental, de Danny Bensi y Saunder Jurriaans

El interesante y atípico perfil bajo de Danny Bensi, que bien podría haberse vendido ya a las bondades del Hollywood más grandilocuente, confirma su intención de hacer perdurar su carácter musical frente a otras ofertas económicamente tentadoras. De esta forma, y tras componer realmente bien en La autopsia de Jane Doe (The Autopsy of Jane Doe, 2016), Enemy (2013), El regalo (The Gift, 2015) o LA 92 (2017), Bensi se vuelve a asociar con el músico Saunder Jurriaans para realizar otro trabajo multiinstrumental plagado de acordes graves y oscuros. Un trabajo perfecto que consolida los cimientos del suspense -incluso del terror- del debut tras las cámaras del pequeño de los hermanos Franco.

Madre, de Olivier Arson (publicada en 2020)

El compositor francés y habitual de Rodrigo Sorogoyen demostró que podía escapar de las partituras frenéticas y de sonidos eminentemente electrónicos (Que Dios nos perdone, El reino) para dar forma musical a la extraña e hipnótica historia que Madre (2019) relata. Arson se recrea con melodías new age que complementan a la perfección los grandes angulares y movimientos de steadycam de la película. Todo un placer para oídos sensibles a los sonidos ambient y la instrumentación experimental.

Kajillionaire, de Emile Mosseri

Con The Last Black Man in San Francisco (2019), Mosseri ya se hizo notar entre los nuevos talentos de la música para el cine. Un año después, se ha confirmado que el compositor, de 35 años de edad, puede dar muchas alegrías gracias a sus maneras melancólicas y elegantes. Para muestra, este Love Theme que acompaña a la perfección la genuina historia que narra la película de Miranda July. Nostalgia, delicadeza y un toque indie que hermana sin complejos los sonidos clásicos del piano, voces y acordes de sintetizador.

Saint Maud, de Adam Janota Bzowski

El importantísimo aspecto sonoro de la perturbadora película de Rose Glass tiene en la composición de Bzowski (qué sigue la línea de trabajos como Hereditary, de Colin Stetson) una potentísima baza. El artista entiende a la perfección la propuesta narrativa del film y da a luz un trabajo de contundente minimalismo basado en sonidos que nacen de recursos digitales (se pone de manifiesto su faceta como creador visual) para crear atmósferas malsanas.

Patria, de Fernando Velázquez

El compositor vizcaíno hace un ejercicio de autocontrol que, por fin y con permiso de su más que aceptable trabajo en Un monstruo viene a verme (2016)- le ha permitido realizar una partitura con las dosis necesarias de épica, emoción y sentimentalismo. Precisamente es este último factor el que generalmente aparecía de más en sus composiciones, pero esta vez es diferente. El resultado es una banda sonora de sonidos clásicos, equilibrada y muy emotiva, capaz de llegar al corazón del espectador, de conmover en los momentos más delicados y de trasladar del pentagrama a la pantalla la tensión acumulada tras tantos años de sinrazón terrorista.

Palm Springs, de Matthew Compton

En 2015 y para la película canadiense Turbo Kid, el grupo Le Matos renovaba los sonidos del electro ochentero para marcar una nueva senda a la que se unirían artistas como Kyle Dixon o Michael Stein, que compondrían en esa línea el exitoso soundtrack de Stranger Things (2016). En vista de la buena aceptación, mezcla de nostalgia y atracción por la vanguardia vintage (si es que esto existe), músicos como Matthew Compton se han aventurado de la misma forma. Para Palm Springs (2020), Compton evita referenciar constantemente esta corriente, por lo que el resultado de su trabajo es un álbum equilibrado y heterogéneo en el que ha hecho convivir sin complejos más de un género musical.

Ema, de Nicolas Jaar/Varios

La arriesgada película de Pablo Larraín es todo un desafío sensorial en el que la banda sonora juega un papel fundamental. Para ello, el director chileno ha conjugado con habilidad el reguetón (Perra del futuro, de Tomasa la Real), con pop (Por las noches, de Lein), electro industrial (Alarm, de Against All Logic) y temas del joven músico Nicolas Jaar. Todo forma parte de un heterogéneo compilado de estilos tan radicalmente diferentes como la propuesta argumental de una película que seduce los sentidos y apela a los más oscuros instintos a través de la música y la expresión corporal.

Wonder Woman 1984, de Hans Zimmer

El compositor alemán repite aventura con la Mujer Maravilla y se marca otro ejercicio de energía imparable, lleno de acordes que nos traen a la memoria tantos y tantos trabajos del todopoderoso artista de Fráncfort. No hay nada nuevo en su trabajo, pero es inevitable empaparse de la fuerza de cada uno de sus temas, sobre todo este Themyscira, que nos traslada a golpe de percusión y trompetas directamente a la ciudad-estado de la que es oriunda la protagonista. No cabe ninguna duda: Hans Zimmer sigue en plena forma.

Déjales hablar (Let Them All Talk), de Thomas Newman

El maestro Newman se disfraza de Henry Mancini para componer esta elegantísima banda sonora, llena de vitalidad y sonidos jazzísticos. Ecos de Mr. Lucky (1959) o Hatari! (1962) se dejan entrever en el trabajo del compositor estadounidense, que demuestra una vez más esa versatilidad que refuerza su posición como músico de primer nivel. Más alejado que nunca de sus sonidos habituales, Newman parece referenciar los trabajos de su padre, Alfred Newman, para aproximarse con clase -¡qué órgano!- a las partituras del Hollywood clásico más desenfadado.

Soul, de Jon Batiste, Trent Reznor y Atticus Ross

Uno de los mayores aciertos de Pixar en su última producción ha sido encargarle al dúo más eficiente de la última década en Hollywood realizar parte de su banda sonora. Los ganadores del Oscar Trent Reznor y Atticus Ross (antaño Nine Inch Nails) sustituyen al irregular Michael Giacchino para, junto a Jon Batiste, parir una de las mejores partituras de la filmografía de Pixar, acostumbrada a grandes logros también musicales. Mientras que Batiste se luce con sus lecciones de un jazz mitad ancestral mitad renovador, Reznor y Ross hacen lo propio con su inconfundible estilo: modernidad, enérgicas cadencias, sintetizadores y sonidos electrónicos en la línea de trabajos como Watchmen (2019), Perdida (Gone Girl, 2014) o Millennium: Los hombres que no amaban a las mujeres (The Girl with the Dragon Tattoo, 2011).

El toque new age de Reznor y Ross.
Born to Play, de Jon Batiste.
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