¿Hay tema más antagónico que el eterno conflicto entre Israel y Palestina? Y sí… hemos de sincerarnos. A veces se nos hace difícil comprender todos los matices de esta polémica lucha y a causa del desconocimiento, no entendemos por qué sigue sin poder resolverse. La sucesión de noticias que día a día nos hablan de ello queda, desgraciadamente, en segundo plano, porque la hostilidad y la violencia se han convertido en algo cotidiano.
Debido a ello, el mundo del cine tiende a reflejarlo desde una perspectiva más dramática, mostrando el dolor, la lucha y la pérdida entre ambos bandos enfrentados y a veces, claro está, posicionándose. ¿En qué se diferencia Todo pasa en Tel Aviv (Tel Aviv on Fire, 2018) del resto de películas que tratan este tema? En que, sorprendentemente, lo aborda desde el género de la comedia irónica, simpática y costumbrista y no nos obliga a elegir un bando. Lo único que tiene de incendiario es el título, ya que, os adelantamos: ningún personaje se presenta como villano o mártir. Quizás cometen errores y torpezas, pero eso le da el sentido más humano y creíble al largometraje.
Esta “ardiente” comedia no está exenta de polémica, pero quizás por eso mismo es tan necesaria. Denuncia, desde el chiste irreverente, la autocensura que acompaña a la comunicación de lo políticamente correcto, según qué lado responde a los intereses de cada cual. Así, nos presenta al protagonista, Salam (Kais Nashif): un treintañero palestino fracasado que aún vive con su madre en Jerusalén. La definición de torpe se queda corta, aunque es imposible no sentir cierta simpatía por él a medida que la película avanza. Salam consigue (gracias a su tío) un puesto de ayudante de dirección en la exitosa telenovela Tel Aviv on Fire. La serie es popular tanto entre el público israelí como entre el palestino, y narra el “triángulo” amoroso entre Rachel, una espía palestina infiltrada en Israel, que colabora con Marwan, un terrorista/libertario (nótese cómo se le entiende dependiendo del bando en el que se vea), para aprovecharse de un general israelí, Yehuda, con la Guerra de Los Seis Días (1967) como telón de fondo. ¿Ya os tenemos enganchados a este salseo?
El director, Sameh Zoabi apuesta por la telenovela dentro de otra telenovela, que poco a poco se va alejando del melodrama y acercándose más a la sitcom, donde la desgracia es graciosa. Pero… ¡ojo! No entenderemos todas las sutilezas de la película si antes no repasamos un poquito de historia sobre el conflicto entre ambos estados. Es por ello una película exigente para el público, y aunque se presente en formato de comedia ligera, no lo es. Al contrario, está plagada de clichés que quizás no hacen gracia o no se entienden si por ejemplo no se sabe qué ocurrió durante la Guerra de Los Seis Días, qué significa sionismo o en qué consistieron los Acuerdos de Oslo (1993). Esperemos que esta advertencia no os disuada de darle una oportunidad. La situación actual de desconcierto e incertidumbre debido al COVID19 puede aprovecharse para desconectar un momento de los miles de directos de Instagram y ponerse al día de lo que está pasando en el mundo. Y si luego rematamos con películas que predican la paz a través del humor, ya hemos aprovechado el día de una manera estupenda.
Lo mejor: El delirante trauma del humus en lata.
Lo peor: Si se desconoce el conflicto, la película podría sentirse como caótica y larga.
