No todo el mundo entiende que una plataforma de vídeo como puede ser YouTube no sólo funciona como fuente de entretenimiento para millones de personas en todo el mundo, sino también como una valiosísima herramienta para empezar una carrera profesional que, con el tiempo, puede conducir a sus usuarios a las puertas de una industria como la cinematográfica.
Ese fue precisamente el caso de Joe Penna (Sao Paulo, 1987), un famoso youtuber brasileño que, después de haber cosechado éxitos a base de vídeos caseros y de haber participado en campañas publicitarias de compañías como Coca-Cola, ha dado el salto a la gran pantalla con Ártico (Arctic, 2018), una película que despertó pasiones en el Festival de Cannes de 2018 y que ha sido recientemente estrenada en selectivas salas de nuestro país.
En ella seguimos los pasos de Overgård, interpretado por Mads Mikkelsen, un hombre que lucha por su vida en el Ártico y que tendrá que decidir entre mantener su precaria rutina hasta que alguien vaya a rescatarle o arriesgarlo todo por una joven que ha resultado herida en un accidente de helicóptero cuya misión era dar con él.
Tal y como como han hecho a lo largo de su filmografía directores como Duncan Jones con Moon (Moon, 2009), Steven Knight con Locke (Locke, 2013) o Rodrigo Cortés con Enterrado (Buried, 2010), Penna ha optado por empezar su carrera en el mundo del cine desarrollando un drama que carga todo su peso sobre los hombros de su protagonista. Y, siguiendo la estela de Rockwell, Hardy y Reynolds respectivamente, en Ártico el que una vez consiguió helar la sangre del público con su versión de Hannibal Lecter para la serie de televisión de NBC, ahora nos ofrece una de sus mejores interpretaciones hasta la fecha.
Ayudado por el evidente rigor y la falta de pretensiones de un cineasta que aún tiene que terminar de definir su estilo y conocer las virtudes de su arte, Mikkelsen ha sido capaz, sin apenas decir palabra, no sólo de ensalzar la calidad de un filme que, de haber estado protagonizado por otro, quizás no habría dado tanto que hablar por lo –reconozcámoslo– poco revolucionaria que es su premisa, sino también de conseguir que el espectador apueste por la empresa del protagonista y sufra con las previsibles dificultades que éste se encuentra en aquel paraíso helado.
Por eso mismo, Ártico es un dignísimo representante de ese subgénero de dramas en los que el hombre se enfrenta a la naturaleza: porque aunque su historia no sea del todo novedosa, aun así consigue hipnotizar al público y arrastrarle a aquellas montañas donde las inclemencias de la fauna, el viento, la nieve y el frío contagian al espectador auténtica angustia. Y ese logro no es nada desdeñable para alguien que ha salido de un lugar tan infravalorado como YouTube.