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Anna Allen: sexo, mentiras y Big Bang Theory

Fingir ser alguien que no se es. Uno de los pecados capitales, el mismo que le costó la vida a Kevin Spacey y la cabeza a Gwyneth Paltrow en Seven, la envidia, provoca grados de enajenación tales que llevan a tomar a todo el mundo por idiota, y minusvalorar la labor de esos maravillosos “jeiters” que viven de meme en meme, y destapo porque me lleva la corriente. “A veces es más fácil vivir en la mentira” decía el agente Carl Hanratt, interpretado por Tom Hanks en la sublime Atrápame si puedes de Spielberg.

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Anna Allen, la actriz de la polémica en su posado para la falsa Alfombra Roja de Los Oscar

Tratar de vivir la vida de los otros, o hacerte una a medida, tiene menos de patético de lo que todos pensamos. El pecado no está en la fantasía, si no en que esta sea descubierta y lanzada al infinito por un túnel de viento. Jimmy Saville fue una de las personas más queridas por el público británico durante décadas: un ejemplo de carisma que en su tiempo libre se paseaba por las morgues para saciar su necrofilia. Meses después de morir, docenas de personas denunciaban haber sufrido abusos sexuales de Saville cuando era una estrella. La diferencia entre este caso, y el de Bill Cosby, por ejemplo, es que el británico murió siendo alabado y llorado por una nación, y el patriarca de los Huxtable va a acudir a la justicia en vida. Como decía Woody Allen en Delitos y faltas, un humano solo recibirá un castigo por sus pecados, si es atrapado cometiéndolos.

El mundo del cine ha estado lleno de bulos y mentiras: ratones usando el recto de Richard Gere como si fuera un caleidoscopio, el pene de Jaime Lee Curtis, las huidas de James Dean o Elvis a Matalascañas alejados de la fama y los focos, Sonia Monroy en la alfombra roja, o el corrillo de resabidos que se reunía en la barbería de El príncipe de Zamunda que no consentía que su botarate amigo alardeara de haber mantenido una amistad con Frank Sinatra.

Tony Curtis se vestía como debía hacerlo Onassis para conquistar a una wannabelovedbyyou Marilyn, que nunca estuvo mejor. Antes ya había unido fuerzas con Jack Lemmon con el mismo objetivo.

Toda Galilea está ocupada por los romanos… ¿Toda? ¡No! Un grupo de irreductibles señoras se mesan las barbas y resisten todavía y siempre al invasor, mientras apedrean a blasfemos que apuntan que el bacalao era digno del mismísimo Jehova.

José Coronado llevando una doble vida, alternando oscurantismo y hogar, hasta que los planes se tuercen en esa joya española que es La vida ajena.

Cuando Anna Allen se despertó aquel día, todo había cambiado. Su azarosa vida no era sino un instrumento para la provocación, una mentira poco creible que se había propagado como las ladillas en Woodstock. Su bagaje en la televisión era un fantasma, y el futuro le deparaba una realidad no muy alejada de otrora grandes estrellas de la pequeña pantalla, como Desy y Bea de Verano azul, o Quimi y Valle de Compañeros: no importa lo alto que llegues en Cuéntame, en esa serie solo sobreviven los Alcántara.

El caso de Anna Allen es un acto desesperado en un entorno cainita y depredador, una estrategia más que, de haber salido bien, ¿a quién le habría importado? Porque si no nos pillan, ¿quién nos juzga?

Por J.M.C.
@Jatovader

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