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El amor está en el agua: Polos opuestos

Puede que, para desarrollar una radiografía acerca de la filmografía de Masaaki Yuasa, fuera acertado poner sobre la mesa una comparativa: la de su último título, El amor está en el agua, y, posiblemente, su gran obra hasta el momento: la serie Devilman Crybaby (2018). Este binomio es un claro ejemplo de cómo dentro de la misma filmografía conviven estilos y temáticas radicalmente opuestas. Y no solo eso. La sensación es que, para el formato de carácter televisivo, el creador es uno, y para el cine, donde todo parece ir a ritmo más lento (pero seguro), otro. En definitiva, la sensación es que en los seriales parece que el realizador se dedica a crear antes que a narrar, mientras que en el largometraje prima lo segundo antes que lo primero.

Hinako es feliz con su vida de surfista -importancia metafórica del mar, que ejerce tanto de instrumento arrebatador como de bálsamo tranquilizador- y comiendo sus tortillas. Un día, en el medio de un incendio, conoce a Minato. El flechazo entre ella y él, que es bombero, es inminente. Desde entonces, su vida en pareja acaparará toda la energía de ambos, hasta que un terrible accidente cambia sus vidas para siempre.

Durante la primera mitad, la película contrasta llamativamente con Devilman Crybaby gracias a sus imágenes imaginadas para la narración, ya que todo está pendiente de la sencillez del amor de la pareja y sus acciones. Por contrario, en Devilman, Yuasa está pendiente de crear la atmósfera estilística adecuada que mimetice al mismo tiempo tanto a los personajes y la historia como, sobre todo, a su estilo casi psicodélico. Y es que, sin este punto de vista, es posible que las virtudes de El amor está en el agua pasen de largo. Es en su aparato formal sencillo, apostando por los trazos limpios e hiperrealistas a la vez que de una animación casi stop motion, donde verdaderamente se puede leer la capacidad del director para crear una historia profunda, de múltiples capas y donde lo aparentemente optimista esconde un mensaje triste, pero realista. En El amor está en el agua la voz subjetiva y diferente de su director habla sobre cómo romper, a su debido momento, con los lazos del pasado. También, y por encima de todo, sobre las decisiones que sometan el futuro.

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