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Cine norteamericano

Batman v. Superman. El amanecer de la Justicia: Anabolizantes y fuegos artificiales

Zack Snyder se ha empeñado en insistir en dos cosas que acaban por lastrar sus dos últimas películas. En El hombre de Acero (Man of steel, 2014) y ahora en Batman v. Superman: El amanecer de la justicia, el director estadounidense no quiere dejar de plantear la disyuntiva de un superhéroe que fue concebido en el papel para ayudar a la raza humana en su intento de no aniquilarse a sí misma. Snyder insiste repetitivamente en preguntar al propio Superman, a los habitantes del planeta Tierra y al público que observa desde la butaca, si su misión es verdaderamente necesaria. Si en el fondo más que una ayuda es un peligro.

En El hombre de acero ya asistimos a esta duda existencial, así que los que esperábamos la nueva entrega del alienígena de la capa roja y la «S» en el pecho, pensábamos que en gran medida ya estaría aclarada. Sin embargo, no solo no es así, sino que el guión de Chris Terrio y David S. Goyer reincide en la irritante pregunta hasta límites que rozan lo admisible. Queríamos ver una película de superhéroes clásicos, de aquellos a los que admiramos desde las páginas del cómic, o desde la película de Donner, incluso las de Nolan o Burton, no deseabamos ver al alter ego de Clark Kent pedir un psicoanalista a gritos.

Afortunadamente para el film y atónito ante los destrozos inmobiliarios causados en la primera entrega de la nueva etapa de Superman, entra en escena un ofuscado Ben Affleck encargado de dar vida a la enésima versión de Batman, otro conocidísimo superhéroe de DC con un talante bastante diferente al del habitante de Krypton. La razón del enfado del hombre-murciélago le sirve a Snyder para montar el numerito y es este, quizá, el aspecto más acertado de Batman v. Superman. La descripción del personaje de Bruce Wayne, con un acertado Affleck maduro (más cerca del perfil creado por Bob Kane) y su trayectoria hasta decidirse por el enfrentamiento total e inevitable, obedece a una lógica bien planteada por el guión que, posiblemente y a grandes rasgos, sea más completo y complejo en esta nueva película que en El hombre de Acero.

Mientras esta crítica se acerca peligrosamente al segundo aspecto responsable del lastre de Snyder, el director salva su película con un cóctel de sabor más o menos agradable. Algunas escenas de acción realmente conseguidas (Batman se enfrenta contundentemente a unos cuantos matones) y un Lex Luthor diferente, inspirado descarada y conscientemente por el Joker de Heath Ledger que interpreta Jesse Eissenberg, son virtudes que dignifican el nuevo acercamiento de Zack Snyder a las aventuras de los superhéroes de DC Comics. También es loable su rectificación en lo que a la fotografía se refiere; en El hombre de acero, el realizador se empeñó en volvernos locos a todos con unos movimientos de cámara sin pies ni cabeza. Estos bailaban acompañados de un uso del zoom absolutamente arbitrario e histérico, por lo que ciertos tramos de aquella película se convertían en fuente de mareos. En esta ocasión y muy inteligentemente, la cámara permanece en su sitio, mostrándonos la acción con detalle y sin brusquedades innecesarias.

© Warner Bros Pictures

© Warner Bros Pictures

Es ya en el tramo final cuando Snyder decide poner el pie en el acelerador. En este momento, el tempo de la película, que más o menos seguía un patrón coherente, se revoluciona artificial y excesívamente. Ese es el segundo lastre del director, justo cuando cree que a su película le faltan más fuegos artificiales. La aparición de nuevos personajes no hace otra cosa que forzar la máquina pidiendo ser presentados con calzador. Snyder se ve superado por las circunstancias y, como ya hiciese en El hombre de acero, enciende la mecha de una dinamita pasada de tonelaje siendo casi imposible no saturarse con este desfile de fuego y roca, bofetadas y adrenalina al ritmo de la machacona música compuesta por Hans Zimmer y Junkie XL.

Si todo esto es la preparación para la llegada de La liga de la justicia, podríamos pensar que, al final, la fórmula sencilla, directa y mucho menos compleja de Los vengadores, es más efectiva si lo que se pretende es montar al público en una divertida y apasionante montaña rusa. La saga de Snyder parece flojear por lo anabolizado de una propuesta que tiene buenas intenciones pero que no se decanta por un lado o por otro, que se excede en el metraje y que deriva en lo de siempre, otra delirante batalla campal.

Lo mejor: el Batman de Affleck.

Lo peor: que Snyder repita la misma y extenuante fórmula.

Por Javier G. Godoy
@blogredrum
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