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Cine Europeo

Aloys: La delgada línea entre lo real y lo onírico

Aloys Adorn es un detective privado que vivía y trabajaba con su progenitor. Es un hombre introvertido y solitario, su trabajo lo es todo para él; vive sumergido en las vidas de las personas que investiga. Un día le roban la bolsa donde lleva su cámara y varias cintas de vigilancia. Después recibirá una llamada donde una voz de mujer le dice que tiene sus cosas y que ha visto todo lo que él ha grabado; entonces iniciaran una extraña relación de codependencia donde se distorsionará  lo real y lo irreal. Y esta es la sinopsis de una cinta que arranca con los preparativos de un entierro, precisamente el del padre del protagonista.

El film ganó el premio Fipresci en la sección Panorama de la Berlinale y el Premio del Público en el festival de Las Palmas. El responsable es el realizador suizo Tobias Nölle, cuya trayectoria se antoja aún corta, aunque prometedora: en 2007 dirigió el premiado cortometraje René, y en 2015 participó en un proyecto colectivo que daría a luz la película episódica Heimatland. Aloys es su primer largo y es, además, autor del guión y del montaje.

Estamos ante un film para paladares muy peculiares. Aunque con un arranque convencional e interesante de película de género, enseguida rompe las pautas del cine convencional, tanto en tiempo como en estructura. Aloys es una película de pocas palabras, de ritmo pausado y de transiciones inconexas que se mueve dentro de lo onírico. Todo gira en torno a un inadaptado social, alguien que no encaja, que no sabe comunicarse con el mundo. Es por ello que se esconde detrás de una cámara, le gusta ser un espectador de la vida, se siente seguro, es su zona de confort. Las llamadas de la mujer que le robó sus pertenencias le sacaran de ese ensimismamiento, pero le sumergirán en un mundo irreal, donde se mezclan el mundo de la  imaginación y el mundo de los sueños. En la invención de esos dos universos es indispensable la labor de director de fotografía, con su creación de atmósferas, su uso de la luz y los planos que ayudan a aislar al protagonista.

Desde ahí y hasta el final también habrá una delgada línea este la cordura y la locura. En ese sentido se puede considerar como un alegato contra la invisibilidad de la enfermedad mental, lo poco considerada que está y cómo el enfermo lucha, además de contra ella, contra la vergüenza que produce. La trama se mueve, además, entre metáforas durante toda la película; son evidentes en los momentos con animales como el rebaño de ovejas, o esa preciosa foca blanca que mira y es mirada desde un cristal.

Lo mejor: algunos momentos emocionantes y el final.

Lo peor: posee problemas de ritmo.

Por Sandra Sedano
@ReggieHolly
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