Giuseppe Tornatorepasó el año pasado por Madrid a presentar La Mejor Oferta. Cuando le preguntaron en la rueda de prensa acerca de los galardones y los éxitos recibidos, resaltó que Cinema Paradiso en su estreno fue un fracaso total. Pero al año siguiente viajó fuera y se convirtió en el éxito que todos ya conocemos. Increíble, pero cierto.
De Cinema Paradiso ya se ha dicho todo, pero cumple un cuarto de siglo, y merece ser recordada. Qué fórmula perfecta consiguió el director: una retrospectiva hacia la infancia y hacia los amores de la adolescencia, hablando sobre el no mirar atrás, y con el séptimo arte como protagonista. ¿El resultado? Los sentimientos a flor de piel, pasional como sólo la cultura italiana sabe ser.
Alfredo no dio solamente una gran enseñanza a Salvatore -Totó- también nos la dio a nosotros: no dejarnos llevar por la nostalgia, ir para adelante siempre. Cuando nos reencontramos con un tesoro/recuerdo del ayer los esquemas se nos rompen, pero entendemos por qué seguir luchando. Una de las grandes moralejas que el cine nos ofreció: hay que vivir con pasión para que los sueños se hagan realidad, como reconoce el Salvatore adulto al ver el montaje con los recortes censurados. Escena ÚNICA.
Hay películas que deberían ser de obligado visionado en escuelas, y ésta debería encabezar la programación educativa. Es un canto a la libertad, a la lucha contra las mentes cerradas, un atisbo de aire fresco… Cuando Salvatore ve los besos prohibidos, nosotros recordamos los nuestros propios; o la niñez, la juventud y por supuesto, la primera vez que entramos en un cine; bienaventurada sea su poderosa magia.
En nombre de todos los cinéfilos, gracias Giuseppe por regalarnos esta obra maestra. Y gracias Ennio por engrandecerla con tus partituras.
Ahora debo irme, tengo que secarme las lágrimas.
Por María Aller
@Llesterday_Mary
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