Ignorante y abrumada. Así me sentí tras ver el documental Habitación 237 (Room 237, 2012) ante tal aluvión de datos e información. Que Kubrick no dejaba absolutamente nada al azar y que El Resplandor (The Shining, 1980) es una oda visual y cinematográfica excepcional, no es nada nuevo, pero este trabajo dirigido por Rodney Ascher hace que esta obra maestra se convierta en una experiencia a través del tiempo, de la historia e incluso de la realidad. Las referencias y las alusiones son tantas, que necesitaríamos horas, incluso días o meses, para resolverlas todas. El genocidio de los indios americanos o todo un subtexto que nos habla del holocausto, son solo algunos ejemplos de la multitud de lecturas que se nos ofrece de El Resplandor.
Algunos expertos aseguran que la película no es más que el siguiente paso de un genio aburrido que ya lo había conseguido todo cinematográficamente hablando. Su anterior película, Barry Lyndon (1975) sería el mejor ejemplo del tedio absoluto al que había llegado el director. Así, el documental nos muestra como Kubrick quiso experimentar y jugar con todos nosotros al realizar esta atípica película de terror. Se interesó por las técnicas de la publicidad subliminal y las aplicó a lo largo de todo el film. Es realmente estimulante descubrirlas. Jugó tanto con nuestra aceptación de la información visual como con nuestra ignorancia, conduciéndonos a su antojo a través de ese universo.
El documental nos muestra también por qué era el maestro de la profundidad de campo, capaz de mantener multitud de elementos en foco para jugar con la capacidad del espectador para apreciar todos los detalles. Incluso se plantean un par de escenas con posibles errores de continuidad, cosa prácticamente imposible tratándose del director estadounidense: hay significado para absolutamente todo. Como el mítico travelling de Danny con su triciclo a través del hotel, que nos sirve, por ejemplo, para darnos cuenta de que estamos ante un set completamente real.
Y es precisamente en este recorrido cuando nuestro pequeño preferido repara en la habitación 237, donde todo lo que pasa no es real por que se trata de la habitación de la luna. Otra de las abrumadoras conclusiones que nos ofrece el documental y que nos hace plantearnos hasta donde llega la locura o fascinación hacia la obra del maestro Kubrick. Otros aseguran que El Resplandor está escrita desde el punto de vista más freudiano. Algunos insisten en las influencias de Nabokov. En el universo de The Shining, hay para todos los gustos y colores, por disparatados que parezcan. El caso, es que todos parecen tener sentido. Increíble el experimento del Cine Spectacle: proyectar la película hacia adelante y hacia atrás al mismo tiempo, de forma superpuesta, como en un espejo. Los resultados son alucinantes.
Así, y con la ayuda de este trabajadísimo aunque profundamente subjetivo documental (nominada a Mejor Documental en los Premios Gotham), podemos apreciar de nuevo la meticulosidad y genialidad de Stanley que, a través de una película de terror psicológico cargada (abotargada) de símbolos y significados, nos habla sobre el pasado, sobre las atrocidades a lo largo de la historia, sobre como superarlas y no convertirnos en víctimas. Incluso nos enseña que somos nosotros mismos los que cometemos los peores actos para olvidarlos a continuación, continuando con nuestras vidas sin reparar en nuestros propios monstruos.
El documental vuelve a poner de manifiesto la importancia de este film, que decepcionó a algunos de los más fieles seguidores del director en un primer momento, pero que se convirtió en un objeto de culto e incluso de pura obsesión por su revisión a lo largo de los años, siempre con detalles nuevos a los que reparar atención. Piezas de un puzle que se va conformando y que no nos deja otra opción que el de la reverencia pura y dura ante el genio de Nueva York.
Por Adriana Díaz
