El Padre (The Father, Florian Zeller, Reino Unido, 2020)
El mecanismo de funcionamiento de El Padre es doble y eficacísimo. Por un lado, se basa en una muy calculada subversión de los principios del montaje continuo, que consigue desorientar al espectador a cada paso. Por otro, permuta aleatoriamente las categorías de persona, rol y actante, las baraja y las reparte al azar para desconcierto de los protagonistas a ambos lados de la pantalla. Porque no solo el mejor Anthony Hopkins de la última década es el centro de esta antinarración: también lo es el público que empatiza con él y vive en propias carnes, durante poco más de hora y media, la agonía de la enfermedad de Alzheimer. Una película de terror invisible, saturada de ternura. Rubén de La Prida
Estoy pensando en dejarlo (I’m Thinking of Ending Things, Charlie Kaufman, USA, 2020)
Bienvenidos al cerebro de Charlie Kaufman, un parque de atracciones existencial que se nutre del mundo onírico para construir escenarios surrealistas y sorprendentes… incluso a veces terroríficos. Cuántas cosas pasan en su fabulosa película, tantas que es fácil perderse en su laberíntica narración. Y sin embargo, que placentero resulta buscar el por qué de muchos de sus diálogos, de sus gestos, de sus cambios de escenario y contexto temporal. Así juega Kaufman con el público, como el prestidigitador que es, cuyo repertorio de trucos parece inagotable y que parafrasea con soltura a Zemeckis, Lynch, Buñuel o al Cassavetes de Una mujer bajo la influencia. Sí, es posible. Javier G. Godoy
Corpus Christi (Jan Komasa, Polonia, 2020)
Un puñado de fotos, poco antes del durísimo epílogo del film, le sirven a Jan Komasa para resumir su tratado sobre el libre albedrío, entendido como una tierra de nadie entre los abismos de grandeza y de miseria que esconde el corazón humano. El film ha dividido a los críticos católicos entre la alabanza y la descalificación. A unos les resulta blasfema, a otros les recuerda que solo Dios puede juzgar la intención. Se trata, en cualquier caso, de una nueva muestra de cine religioso bajo el signo de Silencio (Silence, 2016), que defiende que la fe es una realidad más profunda (y más humana) que las fórmulas, las sotanas o los rituales. Rubén de La Prida
Under the Skin (Jonathan Glazer, Reino Unido, 2013)
Este ha sido un año atípico para todo. Tanto que una de las mejores películas del año es de 2013. Jonathan Glazer, director de Sexy Beast (2000), nos regaló este film de ciencia ficción en el que un ser alienígena, para conseguir presas fáciles, adquirirá el cuerpo de una atractiva mujer –tremenda Scarlett Johansson-. «Ella», un ser frío y distante, encuentra todo un vergel patriarcal plagado de masculinidad tóxica. Precisamente, al ir perdiendo esas características de ser inmutable e insensible, se da de bruces con su mayor depredador: el hombre. Under the Skin es un film fascinante donde la transfiguración de la carne, la perdición en forma de mujer o una piscina negra como metáfora de la extinción, recuerdan a las enfermizas imágenes del cine de David Cronenberg o Lynch. Javier Gadea
Jojo Rabbit (Taika Waititi, Nueva Zelanda, 2020)
Es la ternura, es la crudeza, es bailar Bowie cuando la guerra ha terminado, es narrar una cuestión tan delicada de una forma tan inteligente. Hacer comedia con el nazismo es como tratar de freír un huevo en una barbacoa, y Taika Waititi lo borda en la dirección, en la escritura de un guion de Óscar, e interpretando a un Hitler que podría acompañar a los Hermanos Marx. Espléndida Scarlett Johansson, pero el que se roba la película en cada escena que aparece es un Sam Rockwell que completa un lustro prodigioso que le confirma como uno de los mejores actores del momento. Javier Martín Corral
Martin Eden (Pietro Marcello, Italia, 2019)
Algunas películas nacen con vocación universal. No solo porque tienen la rara capacidad de abarcar a través de sus recursos formales todas las épocas, todos los tiempos, sino también porque aciertan a expresar ciertas constantes humanas, invariables a través de los siglos. En la historia de Martin Eden (extraordinario Luca Marinelli) se resumen los anhelos trascendentales, los sueños rotos, la obcecada tendencia de unos grupos humanos a dominar sobre otros, y el problema central de la existencia, el del afecto. Marcello entrega un film inundado de una sorprendente y revolucionaria poesía, majestuoso y humilde a la vez. Cine con mayúsculas. Rubén de La Prida
Saint Maud (Rose Glass, Reino Unido, 2019)
Hay una atmósfera asfixiante que domina cualquier escenario de esta ópera prima que apuesta por el lado más siniestro del ser humano, cuando la línea que separa la locura de la devoción religiosa se desdibuja para una joven enfermera. Se trata, por tanto, de una cinta de terror psicológico que prefiere la inquietud al sobresalto fácil, predominando el aspecto sensorial de la puesta en escena: el sonido perturbador continuo y la putrefacción de los cuerpos ante la cámara. Una cinta donde lo fantástico (y lo místico) convive con lo mundano, con un dolor (y la idea de la muerte) que condiciona la vida de quienes lo padecen. Cristina Aparicio
Sin señas particulares (Fernanda Valadez, México, 2020)
La película comenzó su andadura en la sección «Cine en construcción» del Festival de San Sebastián. Y de allí a poder ser financiada y acabada, la mejor de las noticias para la talentosa Fernanda Valadez. Gracias a esta oportunidad, pudimos bucear en una historia que, como tantas otras en México, sigue la lógica de la desesperanza: por cada escenario terrible, cabe imaginar uno peor. En 2020 han desaparecido más de 5 mil personas y muchos de los casos investigados acaban acumulando polvo. Esto es tan normal como las propias ausencias, un hecho aberrante convertido en cotidiano porque las historias de búsqueda, casi todas con final trágico, terminan por confundirse o diluirse en el imaginario. Sin señas particulares es, en realidad, un thriller que con asombrosa economía del diálogo aprovecha todos los recursos del lenguaje audiovisual. Un trabajo valiente sobre la rendición del Estado, el silencio impuesto por el miedo y la existencia de pueblos secuestrados por el narcotráfico. Javier G. Godoy
Cómo sobrevivir en un mundo material (Kajillionaire, Miranda July, USA, 2020)
El cine (bueno) tiene la curiosa capacidad de generar mundos que no solo acogen a los personajes, sino en los que el espectador es invitado a pasear durante un rato. Si la lógica interna de un film es, además, coherente en sí misma e irreal al mismo tiempo, el universo paralelo de la diégesis toma la consistencia de un sueño, en el que pueden emerger toda suerte de ideas reprimidas. De este modo, la solvente Miranda July ofrece en Kajillionaire una finísima crítica del materialismo consumista a través de un mundo propio e irrepetible a medio camino entre lo real y lo simbólico. Una delicatessen estética al servicio de la necesaria denuncia de un mundo inhumano. Rubén de La Prida
Richard Jewell (Clint Eastwood, USA, 2019)
Justo arrancando el 2020, cuando aún no podíamos ni sospechar lo que estaba por llegar, llegaba la cita anual con el cine del mayor clásico vivo y en activo que nos queda en Hollywood. Clint Eastwood continúa en su irregular reivindicación de los últimos héroes americanos, centrándose esta vez en la historia de este personaje anónimo, humilde, naif, e incluso detestable en ocasiones, que fue usado como cabeza de turco tras el atentado perpetrado durante los Juegos Olímpicos de Atlanta en 1996. La creación de todos los personajes, su interpretación (especialmente la de la todopoderosa Kathy Bates), la sensibilidad del guion, el ritmo de los diálogos, ese juego de verdades y mentiras que comprometen moralmente al espectador… una nueva joya de un maestro del que solo queremos más. Javier Martín Corral
El año del descubrimiento (Luis López Carrasco, España, 2020)
Una de las grandes sorpresas del año es un documental de tres horas y media, de estructura y forma genuina, que devuelve a la memoria las protestas obreras de 1992 en Cartagena para terminar elaborando una compleja reflexión sobre la pérdida de derechos de la clase trabajadora en el proceso de globalización. El director utiliza los gestos y las palabras de muchos de los que allí estuvieron de una u otra forma, y acompaña sus opiniones y experiencias con las reflexiones de jóvenes millennials que lamentan el inmovilismo y la situación actual. De esta forma, consigue sumergir al espectador haciéndole partícipe de cada frase y ademán de los personajes que desfilan por un tradicional «bar de pueblo», mientras su cámara homenajea aquellos días con un nostálgico -pero efectivo- formato Hi-8. Javier G. Godoy
1917 (Sam Mendes, Reino Unido, 2019)
Pasada la fiebre del plano secuencia queda una película seria y muy bien rodada, apoyada en una fotografía entre las mejores del año, y la reivindicación de un conflicto un tanto eclipsado en el cine por la Segunda Guerra Mundial. Con un ritmo endiablado, y transmitiendo la angustia, el terror y las condiciones infrahumanas de las trincheras, Sam Mendes es capaz de llevarnos al frente, de hacernos reflexionar sobre la valentía y la responsabilidad y, sobre todo, nos deja dos horas de cine inolvidables. Javier Martín Corral
Las niñas (Pilar Palomero, España, 2020)
Las niñas es un recorrido íntimo y personal por la España de los años noventa. Pilar Palomero se adentra en esa difícil etapa del tránsito entre la infancia y la adolescencia donde el propio entorno, con sus pequeñas fronteras, es un universo entero. Y lo hace sin estridencias ni melodramatismos, desde la sencillez de los primeros planos y el trabajo con el gesto de sus actrices. Todo ello para retratar una época marcada aún por la tensión entre una recién conquistada libertad (representada en la omnipresente campaña «Póntelo, pónselo» sobre el uso del preservativo) y el peso de la tradición encarnada en un firme pero nunca caricaturesco colegio religioso. Juanma Ruiz
Ema (Pablo Larraín, Chile, 2019)
Cuando parecía imposible que el reguetón resultase seductor en cualquiera de sus formas, llegó Pablo Larraín para adueñarse de sus sonidos y transformarlos en melodías sensuales e insinuantes. Y para darle cuerpo, las sinuosas maneras de Mariana Di Girolamo, la actriz que pone rostro a Ema, sin duda, uno de los personajes más poderosos del cine reciente. El realizador chileno se lo juega todo a una carta, pues su película no es fácil de digerir; sus numerosas metáforas sobre el empoderamiento femenino, el patriarcado y su aniquilación apelan más a lo sensorial que a lo racional y eso convierte a Ema en una experiencia a la que el espectador se entrega… o no. De ahí su controversia, su energía, su sexualidad tácita. En definitiva, el veneno de una sibilina serpiente. Javier G. Godoy
System Crasher (Nora Fingscheidt, Alemania, 2019)
La potente ópera prima de Nora Fingscheidt es la destilación de un tema enormemente complejo: el abandono, las familias desestructuradas y las fatales consecuencias de ello. ¿Qué se hace con una niña de nueve años, por muy vulnerable que sea, cuando utiliza un cuchillo de cocina para amedrentar a los miembros de la casa de acogida? ¿Qué ha ocurrido y cómo puede cambiarse el rumbo de ese comportamiento? Retazos de La infancia desnuda (L’Enfance nue, 1968) y Ponette (1996) se dejan ver en esta impactante radiografía de una niñez golpeada y sin promesa de salvación que resulta, al mismo tiempo, la insólita expresión de un anhelo de libertad individual. Ah, quédense con este nombre, Helena Zangel, responsable de uno de los mejores trabajos de interpretación del cine reciente. Javier G. Godoy