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Reportajes

Repasando 2019: Nuestras 20 favoritas

Border (Gräns, Ali Abbasi, Suecia, 2018)

Cualquier cosa que uno se imagine sobre Border cuando ha comenzado a verla -y además tiene la suerte de no haber leído nada o casi nada de ella- será diferente a lo que, en realidad, va a suceder. El fabuloso film de iraní Ali Abbasi es una rareza que hace aflorar sensaciones encontradas; se da un impulso inevitable por mirar de soslayo cuando se produce cierto asqueo por lo que se ve, pero, en una lección ejemplar de interpretación, guion y dirección, el juicio por lo que ocurre se va humanizando entre la perplejidad y la impresión indiscutible de estar viendo algo único. Border es, desde luego, atrevida y arriesgada en tiempos de peligrosos conservadurismos.

Érase una vez en… Hollywood (Once Upon a Time in… Hollywood, Quentin Tarantino, EE.UU, 2019)

Dobles de acción, rodajes de cine, incursiones en episodios históricos, exacerbación de la cultura pop predominante de una época, culto a los subgéneros, especialmente al spaghetti western y al cine de explotación… Érase una vez en… Hollywood puede verse como la sublimación más depurada del estilo tarantiniano. El director inunda la pantalla de referencias cinematográficas de manera apabullante, con menciones explícitas, apariciones estelares, e incluso recreaciones ficticias de escenas de películas y series de TV de la época. La dupla DiCaprio-Pitt, toda talento y carisma, llena la pantalla en cada escena y en algunos segmentos hasta se descubre la vena más emotiva del cineasta como nunca antes la habíamos visto.

El traidor (Il traditore, Marco Bellocchio, Italia, 2019)

Marco Bellocchio entrega con El traidor un opus magnum sobre el fin de la mafia siciliana, en particular, y del género judicial, en general. Se trata, sobre todo, de un film sorprendente. Sorprendente en su sutilísimo equilibrio entre lo cómico y lo trágico, que cimbrea de continuo el ánimo del espectador entre la gravedad y la sonrisa. Sorprendente en su huida de todo maniqueísmo, haciendo solo juicios del calibre más sutil, llegado el caso. Sorprendente por su hondura humana en la descripción de los procesos de destrucción y redención. Y sorprendente, también, por el plano más sobrecogedor que estos ojos recuerdan haber visto en los últimos años.

Green Book (Peter Farrelli, EE.UU, 2019)

Cuenta con una de las mejores interpretaciones en la carrera de Viggo Mortensen. Cuesta creer que se trate de la misma persona que ha interpretado al gran Aragorn en la saga El señor de los anillos (The Lord of the Rings, 2001-2003), sobre todo por su aspecto físico y por tratarse de un neoyorquino criado en Argentina. En el film de Peter Farrelli, Mortensen, que interpreta a un actor americano de ascendencia italiana llamado  Toni Lips, es parte de una historia real sobre dos personajes antagónicos con guion escrito por el hijo de Lips (Nick Vallelonga) que también produce la película. Esto aporta el realismo y el empaque necesario para darle credibilidad a un relato que aborda un tema tan grave como el racismo en 1962.

El joven Ahmed (Le joven Ahmed, Jean-Pierre Dardenne, Luc Dardenne, Bélgica, 2019)

Fieles a un estilo muy definido, los hermanos Dardenne continúan con su incursión en los claroscuros de una sociedad fracturada, cuyos márgenes recogen los restos que va robándole a sus individuos. Cámara en mano, el cuerpo de Ahmed ocupa un primer plano, una fisicidad que atraviesa la pantalla, haciendo corpóreo un dolor interior, unas inquietudes que le aíslan de un contexto que no cesa de ir a su encuentro. Un cine social, comprometido y esperanzador que llega al límite de un discurso que parece advertir de las terribles consecuencias de estar expuesto a cualquier tipo de dogma e ideología, cuando es asumida radical y ciegamente.

Vengadores: Endgame (Avengers: Endgame, Joe & Anthony Russo, EE.UU, 2019)

Después de tantos estrenos durante la última década, la misión de realizar el crossover de los crossovers, (redundancia lícita y necesaria) se apreciaba tanto ambiciosa como difícil. Los hermanos Russo recibían el testigo de Joss Whedon y el objetivo de encajar las piezas de un universo que cada vez presentaba más personajes y más tramas que introducir. Para la gran despedida de las primeras fases de Marvel decidieron dividir este adiós en dos títulos. Primero estrenaron Vengadores: Infinity War (Avengers: Infinity War, 2018), y Vengadores: Endgame. Con este último, los Russo han realizado, posiblemente, la mejor película de superhéroes hasta la fecha. Todo funciona, desde los diferentes dispositivos formales según clímax narrativos, hasta el manejo del propio discurso, explotando en una parte final de cine de acción, inmejorable.

¿Dónde está mi cuerpo? (J’ai perdu mon corps, Jérémy Clapin, Francia, 2019)

Quizás el nombre de Jérémy Clapin no sea demasiado conocido, por el momento. Sin embargo, ha conseguido ganarse el interés de seguidores de la animación en formato cortometraje gracias a cortos como Skhizein (2008), donde el existencialismo y la deshumanización eran abordados desde unos esquemas atípicos. Si en dicho corto Clapin desplazaba 91 centímetros de su propio cuerpo al protagonista, aquí le despoja de su mano para darle a ésta vida propia y acompañarla en una aventura sobre la búsqueda de la identidad, los valores y el entendimiento de la psique personal. Un ejercicio de arte plástico brillante, introspectivo y arriesgado que se convierte en una película altamente recomendable.

Ad Astra (James Gray, EE.UU, 2019)

Gracias a la destreza de un James Gray en estado de gracia y a la siempre espectacular dirección de fotografía de Hoyte van Hoytema, esta odisea espacial protagonizada por Brad Pitt y Tommy Lee Jones que parecía tan convencional por su desafortunada campaña de marketing, es una de las experiencias visuales más emocionantes de los últimos años. Si a esto se le añade la espectacular banda sonora compuesta por Max Ritcher, la capacidad de Pitt para emocionar sin tener que hacer uso de otra cosa más que su mirada y la inesperada –pero sumamente efectiva– reflexión a la que invita, entonces no hay duda de que Ad Astra es fácilmente uno de los filmes más apasionantes de este 2019.

La hija de un ladrón (Belén Funes, España, 2019)

Deudora de los hermanos Dardenne, Belén Funes aborda la soledad como ya lo hicieran en su momento los realizadores belgas en Rosetta (1999): desde la corta distancia, evidenciando el dolor y la desesperación a través del rostro y la rutina de su protagonista. Toda la película se construye desde ese estado de indefensión en el que vive Sara: desde su inestabilidad económica hasta su carencia afectiva. Existe una urgencia, una necesidad constante de equiparar su vida con la del resto, una no aceptación de la diferencia (estigma de clase) que se evidencia desde pequeños detalles con que la realizadora compone su relato: una oído dañado, autolesiones y otros golpes, y, sobre todo, en los abrazos forzados.

Joker (Todd Phillips, EE.UU, 2019)

El final de Joker -con su toque chaplinesco y sus macabros indicios- es toda una declaración de principios, una síntesis del sadismo nihilista que impregna la cinta entera. Una crueldad que emana de un sistema enfermo, torturador para quienes no encajan en él, abocándolos a la desesperación, acaso al vértigo de la violencia. Desde el arranque del metraje, de la mano de un Joaquin Phoenix en estado de gracia, el film nos sumerge en las profundidades de una mente perturbada. Precisamente ahí reside su retorcida virtud: no se trata de una película sobre el Joker, sino de una película que es el Joker.

One Cut of The Dead (Kamera o tomeru na!, Shinichirô Ueda, Japón, 2017)

Dos años más tarde aterrizó en la cartelera esta marcianada japonesa que, si bien sitúa al espectador en la disyuntiva de dejarla de ver pronto o continuar con el delirio, consigue avanzado su metraje que todo el caos que parece reinar a cada paso de su rocambolesca historia cobre sentido. El film de Ueda acaba por resultar un divertidísimo entretenimiento a la vez que expresa, mediante un ingenio irresistible, su amor por el cine o, más bien, su amor por el proceso de hacerlo.

Gracias a Dios (Grâce à Dieu, François Ozon, Francia, 2018)

El director francés François Ozon nos tenía acostumbrados a entrar en salas de cine dispuestos a disfrutar de sus perversas fabulaciones: juegos de retórica y bailes narrativos para divertir al espectador desde posiciones incómodas. Aquí, en cambio, se olvida de la ficción para exponer una realidad que lacra las raíces mismas del catolicismo, en cuyo nombre algunas figuras han cometido atrocidades que puntualmente salen a la luz. El dolor y la aflicción son compartidos, narrados sin trucos artificiosos, arriesgándose a señalar liberando la palabra, acompañando a las víctimas mientras estas ven tambalear su aleccionamiento social en busca del respeto mismo y la dignidad arrebatada.

El irlandés (The Irishman, Martin Scorsese, EE.UU, 2019)

Casi cualquier estreno de Scorsese debería estar entre lo mejor del año de manera oficial, es uno de los creadores más grandes que ha dado el cine y sigue en activo, así que celebremos que le quedan ganas de trabajar. En El Irlandés, más allá de la mística de reunir de nuevo en el mismo reparto a los actores más reconocibles de la fisionomía gangsteril, hace un ejercicio de narración magistral, y permite que el excesivo metraje juegue a favor de la historia. Lugar especial para Joe Pesci, que borda su papel rodeado de gente de más nombre.

Nación salvaje (Assassination Nation, Sam Levinson, EE.UU, 2018)

Una cuidada estética y una preocupación por desentrañar la realidad juvenil desde su posición no normativa elevaban a la serie Euphoria a un complejo (y pertinente) ejercicio de estilo y de introspección, propuesta que ya venía precedida por la atrevida y rocambolesca Nación Salvaje. También dentro de la categoría de drama adolescente, Levinson se apropia de los códigos de la serie B introduciendo referentes de la cultura popular (donde destaca el cine sukeban japonés) en esta cinta de sublevación patriarcal y desafío al estilo de vida que escondía el sueño americano. El resultado es un atractivo y trepidante cuestionamiento de la moral establecida, una aniquilación de la masculinidad dominante y un alegato en favor de la solidaridad femenina.

Parásitos (Gisaengchung, Bong Joon-ho, Corea del Sur, 2019)

Desde su uso extraordinario del funambulismo fílmico para el trato de diferentes géneros, pasando por su humor ácido, sarcástico y corrosivo, hasta llegar a la variedad de lecturas que cada espectador puede obtener de ella: somos incapaces de dejar de destacar aspectos de esta película. Bong Joon-ho puede haber culminado su cine con una obra de reflexión sobre desigualdad, (in)corrección política y estridencia moral en la que el guion se construye paso a paso, avanzando lentamente, sin fisuras, tan enigmático como paranoico. Si su Palma de Oro no es mérito absoluto para animarte a verla, desde aquí te animamos a que te dejes sorprender por el realizador coreano más interesante del momento.

Los hermanos Sisters (The Sisters Brothers, Jacques Audiard, Francia, 2018)

La adaptación de la novela de Patrick Dewitt por parte de Jacques Audiard (director de Un profeta, una de las mejores películas de las últimas décadas) nos deja una tierna historia de amistad, familia, aventuras, ambición y debilidad, los elementos esenciales de cualquier gran Western. Apoyado en un reparto compuesto casi exclusivamente por hombres, ningún acercamiento a las inseguridades del género lo ha hecho tan bien este año como esta película, una caricia con un guante raído. De nuevo se disfruta de un Joaquin Phoenix inspirado, aunque el que se merece casi todas las miradas en esta película es un contenido y bonachón John C. Reilly.

Dolor y gloria (Pedro Almodóvar, España, 2019)

El All That Jazz del director manchego. Una de las historias más personales y autobiográficas de Almodóvar. Nos ofrece, en cuerpo de su alter ego Salvador Mallo, una mirada introspectiva sobre aspectos como la creación, la fama o las dificultades para tener una vida sentimental estable. Se sumerge en asuntos como las drogas y el deterioro físico de alguien que se adentra en los sesenta años; en definitiva, una descripción honesta y a corazón abierto de la soledad del artista. Gracias al personaje de Mallo, Antonio Banderas ha logrado la mejor interpretación de su carrera.

Historia de un matrimonio (Marriage Story, Noah Baumbach, EE.UU, 2019)

Ecos del drama de Kramer contra Kramer (Kramer vs. Kramer, 1979) o las dudas existenciales -qué quiero, hacia dónde voy, hacia dónde vamos- de Revolutionary Road (2008), sobrevuelan la magnífica película del siempre profundo Noah Baumbach (Frances Ha). Elegante y de pretendido -aunque sorprendente- perfil bajo, Historia de un matrimonio se aferra al realismo y la interpretación de Adam Driver y Scarlett Johansson, a la que este papel aleja de las mallas de la Viuda negra para devolverla a la gravedad del cine social a través de una ruptura matrimonial, situación traumática y campo minado para aquellos vínculos que parecieron inquebrantables.

Ventajas de viajar en tren (Aritz Moreno, España, 2019)

El cine español tiene en el debut de Aritz Moreno uno de sus trabajos más sorprendentes del año. Película impredecible, de formas influenciadas por el cine de Javier Fesser (Camino) o Jean-Pierre Jeunet (Amelie), de narrativa surrealista que se sostiene en un montaje frenético y en una estructura de lo más singular. En Ventajas de viajar en tren se suceden las piruetas visuales y los giros imposibles y todo, o casi todo, al servicio de una ácida crítica social unas veces soterrada, otras evidente y agresiva. Sin duda, una ópera prima que ya quisieran firmar algunos y algunas supuestamente «grandes».

Largo viaje hacia la noche (Di qiu zui hou de ye wan, Bi Gan, China, 2018)

La sección «Una cierta mirada» del Festival de Cannes de 2018 fue la primera ocasión en la que la que pudo verse la película del joven director chino Bi Gan. Su trabajo, un relato entre el drama y el noir difícil de descifrar, juega con el tiempo y desafía al espectador más osado. Además, tiene una de las secuencias más asombrosas de la temporada: un plano sin cortes para reproducir un sueño que el público ve en imprescindibles tres dimensiones y que lo conducirá a un laberinto onírico en el que dejarse llevar es el mejor de los consejos.

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