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Festivales y Premios

San Sebastián 2016: Una reina en la sexta jornada

Definitivamente el buen tiempo se ha consolidado en San Sebastián, quizá porque la clase y la elegancia de Sigourney Weaver han iluminado un certamen que la esperaba con los brazos abiertos. Los que hemos podido asistir a la rueda de prensa en el Kursaal, hemos comprobado su saber estar, su experiencia y cómo valora ella misma todos estos años de interpretación. Por la tarde ha recibido de manos de Jose Luis Rebordinos su merecidísimo Premio Donostia.

Además del interesante evento con la actriz norteamericana, hemos empezado el día viendo Jesús, controvertida película chilena del director Fernando Guzzino sobre una brutal agresión que cambiará la vida de un chico de la ciudad de Santiago. El director, un joven con mucho talento, descoloca en su primera mitad con una propuesta agresiva y a tramos beligerante y gratuita que, en su lúcida segunda parte, consigue dotar de todo el sentido. El hiperrealismo y la sexualidad explícita, recursos narrativos que el realizador parecía haber usado a la ligera, se ven justificados por las tristes y devastadoras realidades de los personajes. La soledad del individuo marginado por el neoliberalismo actual chileno, la necesidad de fulminar los tabúes sexuales o la rabia contenida por una generación compleja ante los desequilibrios sociales, son algunos de los factores determinantes en los comportamientos y acciones de los protagonistas de este interesante trabajo.

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De izquierda a derecha: Nicolás Durán, Fernando Guzzino y Alejandro Goic, protagonistas de ‘Jesús’. © Javier G. Godoy

Oliver Stone aterrizaba en la Sección Oficial de esta sexta jornada con Snowden, su película sobre el soldado que filtró información confidencial de la NSA, la Agencia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos. El director norteamericano construye una película que muestra cierta solidez, pero que flojea ante lo poco novedoso de su puesta en escena. El film acaba convirtiéndose en una suerte de biopic de buena factura aunque sin alma, convencional y simplemente entretenido.

El inverno, que ha cerrado el día para la Sección oficial, supone el debut del guionista Emiliano Torres, quien se traslada hasta la Patagonia para contar la historia de dos hombres que, irremediablemente, comparten un destino. Torres se empeña en cargar la narración de paralelismos innecesarios y obvias metáforas sobre la naturaleza y el estado emocional, dando como resultado una reiteración de elementos que vienen a redundar la idea sobre la que se sostiene el relato: la soledad enfría y congela las emociones del hombre haciendo intransitable el camino de su propia vida.

Seguimos disfrutando de una de las grandes secciones del Festival, Perlas, esta vez con dos joyas que ya deslumbraron en la pasada edición de Cannes: Sieranevada, de Cristi Puiu y la ganadora de la Palma de Oro, I, Daniel Blake del veterano Ken Loach.  Y es que no es de extrañar la pasión que el film rumano va levantando a su paso: una historia contada en tiempo real y construida a base de planos secuencias dentro de un diminuto apartamento durante una reunión familiar. Puiu fija la cámara y comienza el registro de la escena valiéndose de barridos, fueras de campo o planos estáticos para convertir al espectador en otro miembro más de la reunión, perplejo descubridor de las intimidades familiares.


Por su parte, I, Daniel Blake reafirma el compromiso con el cine social y de denuncia de este director experto en el arte de construir relatos a modo de espejos que coloca delante del espectador. Loach visibiliza la responsabilidad real que el sistema social, la burocracia institucional o incluso la modernización tecnológica de los servicios públicos tienen sobre las injusticias sociales, al construir un relato basado en sus consecuencias directas sobre las personas (normalmente, las más desfavorecidas). La cinta goza de todos los elementos necesarios para abrazar el melodrama, pero es entonces cuando surge la chispa de vitalidad que siempre oxigena de esperanza al cine del director inglés: la creencia en el cuidado de otro como factor indispensable para salvar la vida.

Además, y como muchas de estas pasadas jornadas, dentro la fantástica retrospectiva The Act of Killing: cine y violencia global se ha proyectado otra gran película. El turno ha sido para el documental El fin de ETA, un excepcional trabajo de montaje construido sobre apasionantes e intensas entrevistas con los protagonistas de las negociaciones con la cúpula de la banda terrorista desde el 2000 hasta el 2004. Justin Webster, director de Gabo, logra relatar con todo lujo de detalles aquel complejo proceso, toda una montaña rusa de diplomacia y política pura, pero también de emociones y miedos de una sociedad primero cobarde, valiente después, tan necesitada de la paz definitiva.

Por Javier G. Godoy / Cristina Aparicio
@blogredrum / @Crisstiapa
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