Os podemos asegurar que, en un principio, nuestra intención era reducir el número de trabajos destacables a las tradicionales diez elecciones. Sin embargo, el fantástico nivel de las películas estrenadas en las salas españolas durante el 2016, nos obliga a doblar la cifra y a hablaros no de una decena, sino de las 20 mejores películas que, para la redacción, han destacado por encima del resto del films proyectados durante el año que finaliza.
Sin orden establecido y debido a su trascendencia, impacto, manufactura e influencia, estas pequeñas creaciones o imponentes largometrajes venidos de países muy diversos, se han convertido en lo que abarca nuestro TOP 20 particular. Tomad nota, no os decepcionarán.
El hijo de Saúl (Saul Fia, Lazlo Nemes, 2015, Hungría)
Fiel al poder evocador que Lanzmann consiguió con Shoah, Lásló Nemes se pone al servicio de la veracidad del testimonio de la brutalidad humana con El hijo de Saul, donde desafía las teorías sobre imagen, ética y memoria, al ceñir la cámara sobre este prisionero que limpia cámaras de gas y quema cadáveres en Auschwitz, limitando la imagen al mínimo necesario para reproducir el horror con fueras de campo, sonidos grotescos y la encarnación de la angustia de un padre condenado al más inhumano de todos los trabajos posibles.
Carol (Todd Haynes, 2015, EE.UU)
A veces, sólo a veces, los astros se alinean para conformar una película donde todos y cada uno de los elementos de la puesta en escena surgen por un motivo. Ese es el caso de este elegante drama, donde el guion, el diseño de producción, la fotografía, la dirección, la música y, por supuesto, las protagonistas, podrían competir entre sí en sutileza y belleza. Sin embargo, ambas prefieren unir fuerzas para conmover al espectador desde el primer hasta el último fotograma.
Yo, Daniel Blake (I, Daniel Blake, Ken Loach, 2016, Reino Unido)
El director británico, ducho en dar a luz films con importante contenido de crítica y crónica social, utiliza un tono ligero y de tragicomedia para arremeter contra la inútil burocracia inglesa a la hora de facilitar los trámites necesarios para subsistir sin trabajo. El realizador nos pone a prueba con muchas situaciones embarazosas y de triste realismo para, de vez en cuando, enternecernos con alguna escena más cargada de emotividad de lo que en él suele ser habitual. A pesar de ese «almíbar», la película de Loach vuelve a dejar calado y a trascender dentro de una filmografía con gran peso autoral.
La doncella (Ah-ga-ssi, Park Chan-wook, 2016, Corea del Sur)
Este largometraje marca decididamente el potente regreso de Park Chan-Wook después de un silencio que ha durado cuatro años. El genial director coreano nos regala un thriller magistral, un delicioso viaje en tres actos. La doncella es una verdadera joya en lo que a puesta en escena se refiere, también en su aspecto técnico. Involvidable es, además, el inmenso talento de las dos actrices protagonistas: Kim Min-hee y Kim Tae-ri.
Spotlight (Thomas McCarthy, 2015, EE.UU)
Premiada en 2015 pero estrenada en España en 2016, Spotlight es de lo mejorcito de la carrera de Thomas McCarthy como director. El reparto es más que prometedor con figuras destacadas como Mark Ruffalo, Michael Keaton o Rachel McAdams. Los detalles escabrosos de la historia basada en hechos reales están magníficamente controlados y conducidos convincentemente en este film dramático que ganó la estatuilla a la Mejor Película en la pasada edición de los Oscar.
La llegada (Arrival, Denis Villeneuve, 2016, EE.UU)
Sin duda, La llegada es una de las películas más sorprendentes del año. Villeneuve, que ya nos pegó a la butaca gracias a la asfixiante atmósfera de Sicario, vuelve a repetir fórmula y éxito en la creación de hipnóticos espacios, para dirigir un film que abarca más de lo que parece: la aparición de seres extraterrestres en la vertiente más SciFi del film, los problemas de comunicación globales como análisis de la raza humana y las posibilidades frente al cambio de percepción del tiempo en su matiz más intimista. Dicho así, todo un desafío para el equipo del film y los espectadores. Y sí, lo es.
Tarde para la ira (Raúl Arévalo, 2016, España)
Si alguien pensaba que el joven y novato Raúl Arévalo no iba a poder firmar una buena película, debe hacer penitencia y pedir perdón por su pecado. Propios y extraños se sorprendieron cuando, en el pasado Festival de Cine de Venecia, el patio de butacas se levantaba para aplaudir sin reparos tras su proyección. Sin duda, ovación merecida la de este thriller con retazos costumbristas y urbanos, donde un texto de peso y dos actores de altura (Antonio de la Torre y Luis Callejo) viven en un constante desafío mutuo que los llevará a introducirse en una espiral de violencia incontrolada. Una especie de road movie de soprendente nivel.
Zootrópolis (Zootopia, Byron Howard, Rich Moore, Jared Bush, 2016, EE.UU)
Como casi todos los años la animación para toda la familia tiene su hueco en las listas de películas destacadas. Sin embargo, en este 2016 no es Pixar quien lleva la voz cantante, sino sus competidores (y dueños) de Disney. Zootrópolis es un trabajo de enorme calidad que se apoya en un guión trabajado y meticuloso con varios de los gags más divertidos del año. Sus personajes, al igual que las situaciones por las que transitan, rebosan creatividad y, a la vez que ciertas secuencias pueden resultar emotivas también hay lugar para el sarcasmo y la crítica. Ah, y al final canta Shakira, que vale para todo.
Elle (Paul Verhoeven, 2016, Francia)
La cinta más políticamente incorrecta del año, curiosamente, la dirige un señor de 78 años llamado Paul Verhoeven. Elle, su ácida visión de la burguesía francesa y sus pequeños vicios, está cargada de mala leche. Pero el film es mucho más: es una comedia, es un thriller con estilo que a ratos roza el cine de terror setentero. Es como si Michel Houellebecq dirigiese una película de Brian de Palma. Y además está Isabelle Huppert. Nadie mejor que ella para dar vida a Michèle, esa ejecutiva de gustos oscuros y compleja moral, que es simplemente genial, uno de los personajes del año. Todo un “must”.
Paterson (Jim Jarmusch, 2016, EE.UU)
Esta oda a la poesia y a la belleza del día a día es un film de obligado visionado y disfrute. A pesar de la fama de Jarmusch como autor radical, se disfruta sin pestañear, y
Todos queremos algo (Everybody Wants Some!!, Richard Linklater, 2016, EE.UU)
Lo más curioso de la última película de Richard Linklater es la impresión de superficialidad y testosterona fácil que podría transmitir en un principio. Pero nada más lejos de la realidad: Linklater crea un fresco sobre la etapa universitaria de algunos adolescentes norteamericanos allá por los años 80 y lo hace con su habitual maestría. Controlando el guión del film hasta recordarnos a sus trabajos más lúcidos, el director mantiene su nivel al desarrollar con pericia todas las situaciones que se dan dentro de la película, sobre todo y paradójicamente, aquellas que podrían parecer más frívolas a primera vista. Al final, Todos queremos algo acaba por convertirse en un homenaje brillante, divertido y nostálgico de una etapa que a lo mejor no todos hemos vivido, pero que sí podemos adivinar a comprender y a aceptar.
Mustang (Deniz Gamze Ergüven, 2015, Francia)
Una delicadísima pieza que sabe hablar con el espectador desde la más absoluta candidez sin renunciar a la belleza, haciendo llegar su mensaje de manera casi tangible: la irrecuperabilidad de la infancia, esa inminente madurez a la que estamos condenados y la pérdida de libertad que ello conlleva se nos muestran a través de los ojos de cinco jóvenes hermanas que viven en Turquía y que descubren horrorizadas que, para la sociedad, ya han dejado de ser niñas, y eso, especialmente en su país, tiene importantes consecuencias.
Más allá de las montañas (Shan he gu ren, Jia Zhang Ke, 2015, China)
La reciente historia de China ha sido abordada por el séptimo arte de todo tipo de formas, pero rara vez tan mágicamente como en este nostálgico drama donde pasado, presente y futuro se funden para reflexionar sobre los cambios del gigante asiático, los cuales no dejan de ser espejo de los vividos por el mundo entero. Mención especial para Tao Zhao, que nos regala uno de los personajes femeninos más complejos del año.
Bone Tomahawk (S. Craig Zahler, 2015, EE.UU)
Un espectacular y atípico western con tintes slasher, que mantiene sin embargo todos los códigos que sublimase John Ford y el cine clásico americano. De lo mejor de 2016 por su reinterpretación de los valores que esconde la aceptación de una misión suicida por el sentido del deber, las actuaciones sensacionales de Kurt Russel y, sobre todo, sobre todos, Richard Jenkins, con un guión sabio (y en algunos momentos terriblemente cómico), y algunas de las escenas más salvajes que se han rodado últimamente.
El renacido (The Revenant, Alejandro González Iñárritu, 2015, EE.UU)
A pesar de que para algunos el valor de El renacido estuviese en la espectacular fotografía de Emmanuel Lubezki (que lo es) sería necesario revisar el largometraje para darse cuenta de algo evidente: la mayoría de los aspectos técnicos y artísticos rozan la perfección en la película de Alejandro González Iñárritu, para algunos un director pretencioso y prepotente, para otros un privilegiado y un valiente. Lo que es una realidad es la grandeza de esta película, fiel al más puro estilo del cine de aventuras de antaño y la capacidad de un equipo técnico asombroso y entregado a la causa. DiCaprio, Tom Hardy y compañía, pusieron su talento al servicio de esta desgarradora historia cuyo primer visionado debería ser, siempre, en una sala de cine.
La muerte de Luis XIV (La Mort de Louis XIV, Albert Serra, 2016, Francia)
El film del «marginado» Albert Serra es la mejor radiografía del 2016. Como si de las más destacadas pinturas del realismo clásico se tratase, el director de Gerona nos muestra la enfermedad, agonía y muerte del conocido como Rey Sol. Para ello, utiliza el plano fijo de forma enfermiza y la iluminación más sobria y sobrecogedora desde Barry Lyndon (Stanley Kubrick, 1975). Pese a poder pensar lo contrario, el minimalismo de la propuesta es uno de los ingredientes clave para que la recreación minuciosa de los hechos resulte de lo más creíble pero, es la interpretación ya mítica de Jean-Pierre Léaud lo que acaba por convertir La muerte de Luis XIV en un documento cinematográfico sin igual.
Anomalisa (Charlie Kaufman, 2015, EE.UU)
¿Es posible seguir amando algo de la misma forma cuando se sabe que dicho amor es correspondido? ¿Cuánto de idealización hay en el amor que creemos sentir y cuánto de autocomplacencia? Anomalisa es una película de animación stop-motion que nos plantea estas cuestiones conciliando un argumento sencillo con una puesta en escena tan sensorial como efectiva, y que nos habla de la búsqueda de esa voz especial que suena diferente a todas y ese rostro único que no se parece a ningún otro.
Que Dios nos perdone (Rodrigo Sorogoyen, 2016, España)
Thriller de cocción lenta, con dos de los mejores intérpretes del cine español actual (Roberto Álamo y Antonio de la Torre), rodado por el ya asentado Rodrigo Sorogoyen, en el que el Madrid del 15-M y la visita del Papa es un actor más. De guión sencillo y directo, desgrana la asfixiante búsqueda de dos agentes de policía de un asesino de ancianas insaciable y muy, muy escurridizo que mina las ya de por si decadentes vidas de sus persecutores.
Sing Street (John Carney, 2016, Irlanda)
La película «friendly» del año, la mirada nostálgica a la adolescencia de John Carney. Ahí contextualiza el realizador Sing Street, donde nos habla de perseguir los sueños, del primer amor, de música, de la pérdida de la inocencia. Y lo hace mostrando un reflejo sincero y justo de los adolescentes, que aquí no son un atajo de descerebrados; sufren, ríen, lloran y tienen intereses reales por el mundo que les rodea. Uno de los aciertos mayores de Carney es no caer en el revival referencial tan de moda últimamente. Imposible no salir del cine sintiéndose un poco más feliz tras verla, y aunque sólo sea por eso, se vuelve imprescindible. Toda una delicia.
Comanchería (Hell or High Water, David McKenzie, 2016, EE.UU)
El western se transforma y moderniza sin perder la esencia para ofrecernos una de las mejores noticias del panorama cinematográfico indie. La clave está en que este tipo de cine, que llama poco la atención de la crítica y el público, esconde tras de sí la calidad necesaria para sorprender a todos aquellos que no esperan gran cosa. Y ahí reside la grandeza de una película como Comanchería, en el gran trabajo de Taylor Sheridan como guionista, la estupenda dirección de David McKenzie y un trabajo actoral mayúsculo que tiene en su trío protagonista (Jeff Bridges, Chris Pine y Ben Foster) gran parte de los culpables de que el film acabe por resultar apasionante. Después, nominaciones y muy posiblemente premios. Nadie nos avisó de esto… pues mejor.