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2001 destellos en la oscuridad: Profundo Kubrick

Si algo caracterizó a Stanley Kubrick fue su halo enigmático e inescrutable. Un rostro serio, mirada penetrante y la fama de director implacable crearon una leyenda en torno a él que hacía pensar que se trataba de una figura eminentemente oscura. Sin embargo, Kubrick respondía, en realidad, a un tipo de persona afable, educada, perfeccionista, observadora y tremendamente reflexiva, virtud que le llevaba continuamente a elaborar interesantes conclusiones sobre la existencia.

Ahora, el cortometraje documental 2001 destellos en la oscuridad (2001 sparks in the dark, 2018), dirigido por Pedro González Bermúdez, aparece coincidiendo con el 50 aniversario del estreno de la película más compleja y visionaria del director norteamericano: 2001: Una odisea del espacio (2001: A Space Odyssey, 1968). Producido por TCM, el trabajo de Bermúdez recrea una entrevista con Kubrick que publicó la revista Playboy en el año de aquel imponente estreno y donde las preguntas del periodista no hacen si no invitar al realizador a dar a luz algunas de sus declaraciones más trascendentales apoyadas en las ideas que lo llevaron a rodar 2001. Al no existir material audiovisual de la entrevista, el documental reconstruye aquel encuentro a través de diferentes técnicas de animación: 2D, 3D y stop motion, mientras que el actor Keir Dullea, protagonista de la mítica película, se ha encargado de darle voz a la reproducción digital de Kubrick.

Quizá, el motor de las apasionantes respuestas del realizador de Manhattan durante la entrevista, sea la polémica surgida tras el visionado de 2001. Nunca han dejado de aparecer voces críticas que se alzan ante el aluvión de símbolos metafísicos que aparecen en ella y cuyo significado es, incluso a día de hoy y tras un sinfín de análisis, un buen puñado de enigmas. Sin embargo, para muchos otros, la intención de Kubrick de convertir el film en una experiencia fundamentalmente subjetiva es su valor más significativo, y precisamente es en esa premisa en la que el director insiste: no encadenar al espectador a una realidad diferente de la suya propia, resultando su ejemplo de una Gioconda sobreexplicada la mejor exposición del concepto de subjetividad necesaria para un visionado adecuado y libre de esquemas.

De igual y clarividente manera, Kubrick aprovechó la ocasión para dar un tirón de orejas a los críticos cinematográficos, figuras cuyo colectivo había tildado a 2001 de aburrida y pretenciosa y a los que se vio en la necesidad de recordar la inmensidad de un espacio exterior al que estaban infravalorando además de recriminarles el etiquetado de «anatema» a toda cuestión sobre otros universos. En este punto del documental, las declaraciones de Kubrick adquieren una dimensión de fascinante profundidad, sobre todo en lo que respecta a la naturaleza de Dios. Aquí, se preocupa en situar las posibles especies cuyo desarrollo tecnológico y conocimientos superasen los del hombre como seres a los que considerar una suerte de dioses, apuntando hacia las diferencias conceptuales sobre ese término entre científicos y filósofos a lo largo del tiempo.

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Keir Dullea presentando el corto documental en Madrid © TCM

El desarrollo de un posible encuentro entre especies extraterrestres y el ser humano, su obsesión por el tema OVNI, o la relación del hombre con la idea de su propia muerte, son otras cuestiones vitales por las que transita la entrevista. En un momento de ésta, Kubrick declara: «La muerte no es más natural e inevitable que la viruela o la difteria. La muerte es una enfermedad tan susceptible de curarse como cualquier otra«. El director se muestra categórico al afirmar que el progreso tendrá un crecimiento exponencial, y que el modus vivendi del ser humano cambiará drásticamente con el paso del tiempo. A raíz de esta reflexión, muestra su preocupación por cómo el progreso podría jugar en contra de la evolución, defendiendo que su película no contenía un mensaje pesimista o misántropo, sino una exhortación sobre la conciencia de insignificancia de nuestra existencia y cómo eso podría transformarse en el encuentro del verdadero motivo de la presencia humana en el universo.

El desarrollo de un posible encuentro entre especies extraterrestres y el ser humano, su obsesión por el tema OVNI, o la relación del hombre con la idea de su propia muerte, son otras cuestiones vitales por las que transita la entrevista. En un momento de ésta, Kubrick declara: «La muerte no es más natural e inevitable que la viruela o la difteria. La muerte es una enfermedad tan susceptible de curarse como cualquier otra«. El director se muestra categórico al afirmar que el progreso tendrá un crecimiento exponencial, y que el modus vivendi del ser humano cambiará drásticamente con el paso del tiempo. A raíz de esta reflexión, muestra su preocupación por cómo el progreso podría jugar en contra de la evolución, defendiendo que su película no contenía un mensaje pesimista o misántropo, sino una exhortación sobre la conciencia de insignificancia de nuestra existencia y cómo eso podría transformarse en el encuentro del verdadero motivo de la presencia humana en el universo.

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